El retroceso del glaciar del Aneto deja al descubierto el ibón más alto del Pirineo

El lago de montaña está situado a 3.100 metros de altitud y solo es visible unos días al año, a finales del verano. Los científicos atribuyen su aparición a la fusión de las masas de hielo de la cordillera.

Esta fotografía del glaciar del Aneto donde se puede ver el lago se tomó el 29 julio del año pasado.
Esta fotografía del glaciar del Aneto donde se puede ver el lago se tomó el 29 julio del año pasado.
Javier San Román Saldaña

Los glaciares del Pirineo, los más meridionales de Europa, tienen fecha de caducidad. Se sabe desde hace tiempo. El del Aneto (60 hectáreas), a punto de partirse en dos, pronto dejará de ser el coloso de las masas de hielo en España. El segundo en superficie, el de la Maladeta, habrá desaparecido en 20 o 30 años, según calculan los expertos. Y el de Monte Perdido, el tercero de la lista por tamaño, sufrió en 2017 su mayor pérdida al reducir su espesor en 2,3 metros. La nueva medición de este año apunta a un aumento de casi un metro, pero los científicos coinciden en que solo es una tregua, ya que el proceso es imparable por los efectos del cambio climático.

El retroceso de los glaciares está alterando el paisaje de la alta montaña. Más allá de la disminución de la superficie de hielo, está provocando el nacimiento de nuevos ibones. Entre el pico de la Maladeta y el pico Maldito, el glaciar del Aneto ha dejado al descubierto un lago que por su situación, a 3.100 metros, se ha convertido en el de mayor altitud del Pirineo, entre los más de 200 existentes en Aragón. Y no es el único caso.

El ibón, sin nombre y que no figura en los mapas, solo es visible para quienes realizan la ascensión al collado Maldito y en los contados días del final del verano en que no permanece cubierto por la nieve. Este año ha reaparecido a finales de septiembre, durante un corto periodo de tiempo.

Los científicos dan una explicación al fenómeno. José Luis Piedrafita, geólogo y biólogo y coautor del libro ‘Glaciares del Pirineo’ (junto a Javier San Román Saldaña), señala que la retirada del hielo revela zonas excavadas por el movimiento del glaciar donde se acumula el agua. Es la evolución "normal", justifica, recordando el origen glaciar de los lagos de alta montaña conocidos actualmente.

Otro caso en Monte Perdido

Piedrafita menciona la aparición de otro pequeño ibón en Monte Perdido sobre el de Arrablo. Este último surgió hacia 1989, por la retracción del helero del mismo nombre. Imágenes por satélite le han permitido calcular la altitud del primero, a unos 3.020 metros, más alto que el lago helado de Monte Perdido. Su superficie apenas supera las 0,15 hectáreas.

El ibón surgido en el Aneto sí ha sido fotografiado en diversas ocasiones en los últimos tres o cuatro años. Las primeras imágenes, en 2015, las tomó Javier San Román, un prestigioso hidrogeólogo. La superficie parece ir en aumento cada verano que pasa. A pesar de ello, todavía es poco conocido, incluso entre la comunidad científica. Es un fenómeno interesante, comenta Blas Valero, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) y responsable del proyecto Replim (Red de Observatorios de Ecosistemas Sensibles al Cambio Climático en el Pirineo), porque permite visualizar en directo el proceso de retirada de los glaciares que ha generado la mayoría de los ibones. "Irán apareciendo más, todos de pequeña magnitud", pronostica.

Otra investigadora del IPE, Ana Moreno, experta en el estudio del hielo, recuerda que en otras cordilleras, como los Andes, donde se está perdiendo mucha masa de hielo, es típico ver la formación de lagos en las morrenas. Sin ir más lejos pone el ejemplo del lago de Enol, en Covadonga, que se formó hace 30.000 años por la fusión glacial. "Sería una nueva versión de eso, pero en un proceso actual", comenta esta científica, que trabaja en el proyecto Paleoice para reconstruir la evolución del glaciar de Monte Perdido durante los últimos siglos o milenios a partir de sondeos de hielo.

También Luis Cáncer, profesor universitario de Geografía Física, que lleva años investigando las temperaturas en el Aneto, apoya la idea de su relación con el retroceso del glaciar.

"Asistimos a un cambio en el paisaje de alta montaña", afirma por su parte, Ánchel Belmonte, director científico del Geoparque del Sobrarbe, que precisamente este fin de semana encabeza un seminario titulado ‘Ibones: patrimonio de agua y roca’, con 130 participantes. Los reductos de la última glaciación dejan el terreno libre y toman el relevo las cubetas talladas por el movimiento del hielo, "una evidencia geológica" del cambio climático, aclara, que se está produciendo en tiempo presente.

Esta vista aérea es más reciente, de septiembre de 2018. La captó Gerardo Bielsa desde una avioneta.

"Antes no había nada allí"

Gerardo Bielsa fotografió desde su avioneta el pasado 28 de septiembre el nacimiento del ibón del Aneto. El lago ‘Innominato’, como él lo ha bautizado a falta de otro nombre, a 3.100 metros de altitud, se sitúa en la parte más occidental del glaciar y bajo las paredes de la Maladeta. Como aficionado a la aviación y a la fotografía, sobrevuela con frecuencia la zona, pero no puede precisar cuántos años hace que se formó, "al menos dos o tres". Permanece cubierto por la nieve gran parte del año, pero al final del verano aparece y puede verse el agua.

Las fotografías que colgó en las redes sociales no pasaron desapercibidas, y otros montañeros que habían estado en el mismo lugar aportaron también su testimonio. "Cada año se ve más definido. Llama la atención. Antes no había allí ningún lago, y de repente lo ves, y ves que va creciendo cada año. Puede tener unos 40 metros de diámetro, pero es muy difícil de calcularlo desde el aire", explica. Estos últimos días ya han caído las primeras nieves (hay más de un metro de espesor por encima de la cota 3.000), que lo han cubierto, de forma que el lago sin nombre vuelve a estar oculto hasta el próximo verano.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión