Los testigos por la paliza del Tubo de Huesca declaran tras una mampara y bajo protección

La Policía revela en la segunda sesión del juicio que recibieron amenazas y que algunos cambiaron su declaración

Los testigos declararon tras una mampara para no ser identificados
Los testigos declararon tras una mampara para no ser identificados
M. J. V.

La ley del silencio y las amenazas a los testigos han planeado en el juicio por la agresión ocurrida en el bar la Luna, en el Tubo de Huesca, que casi le costó la vida a un hombre. Las sesiones en la Audiencia de Huesca se han reanudado este miércoles con las declaraciones de los testigos, después de que el martes los cinco jóvenes acusados por el delito de lesiones aseguraran que ni siquiera estaban dentro del local sino en la calle.

El fiscal pide 11 años de prisión para cada uno y una indemnización de más de 600.000 euros, ya que la víctima quedó incapacitada para trabajar. “Solo recuerdo que entré en el bar", ha manifestado Jesús B., quien necesita ayuda “para vestirme o atarme los zapatos”, y tiene una incapacidad laboral. “No puedo ni conducir una bicicleta”, ha dicho ante el tribunal.

Doce de los 14 testigos convocados están protegidos y otros dos no han podido ser localizados. Los primeros han declarado esta mañana protegidos por una mampara para evitar ser vistos y sus datos se han borrado del sumario. Los han identificado como los números 78, 17, 13, 77, 43, 7 y 22. El presidente del tribunal incluso ha corregido a una abogada cuando esta ha preguntado a uno si era empleado del local.

Han coincidido en que la noche del 21 de julio de 2013 el bar se encontraba lleno pero solo había un grupo de raza gitana, formado por 8 o 10 personas, y a la víctima lo atacaron unos jóvenes de esa etnia. Más dificultades ha habido para identificarlos individualmente. Sí está probada la participación de un menor, condenado a dos años de libertad vigilada.

Uno de los declarantes ha asegurado que la víctima salió del baño, iba bebida y al pasar junto al grupo tropezó y le empezaron a pegar. Otro habló con ellos horas más tarde, momento que fue captado por una cámara de vigilancia en una calle del Tubo. Preguntó al menor, alias ‘Perry’, que por qué lo hicieron. “Me dijo: ‘Nos ha molestado y si tocan a uno, nos tocan a todos’”. Un tercero ha explicado cómo ya en el suelo intentaban darle con un taburete, pero en la rueda de reconocimiento unicamente identificó a uno de los acusados y hoy tampoco lo tenía claro.

También han declarado los policías que acudieron al bar y los encargados de la investigación posterior. Según el instructor principal, los testigos “fueron cambiando sus declaraciones”. En el atestado hizo constar que habían recibido amenazas. “Primero decían que habían estado en el bar y luego que no”.

Tres vídeos con imágenes de las cámaras de la calle sitúan a los acusados cerca del lugar de los hechos, antes, inmediatamente después y horas más tarde. En este último caso, hablando con uno de los testigos. El instructor de las diligencias policiales los ha descrito como una organización formada por personas agresivas en la que predomina la ley del silencio, capaces de intimidar a uno de ellos para que se entregue a la Policía y sin recursos económicos.

Ha manifestado, respecto al motivo de la agresión, que la Policía abrió una línea de investigación que apuntaba a José Luis G. G., alias 'el Bufas', no imputado en esta causa. Él regentaba antes el negocio y lo arrendó, pero como tuvo éxito, ideó una trama para recuperarlo. Desde el principio la Policía habló de una extorsión consistente en armar jaleo para que volviera a sus manos. “Lo insinuamos porque así lo creemos, pero no tenemos pruebas”, ha dicho a preguntas de la acusación particular. Lo que sí tienen claro es que el ataque de esa noche fue “abusivo y salvaje, con indefensión absoluta de la víctima”.

Los cuatro policías de las dos patrullas que acudieron al bar se encontraron a Jesús B. tirado en el suelo en medio de un charco de sangre e inconsciente. Estuvo más de un mes en coma y 97 días hospitalizado. Todos los testigos que en ese momento les informaron de los hechos describieron a los agresores como varones, de entre 20 y 25 años y de etnia gitana. Dieron la descripción de su ropa, pero en las batidas realizadas por la zona no los encontraron.

Las defensas mantendrán este jueves, último día del juicio, la petición de absolución. “Tanto en las declaraciones de los policías como en las de los testigos, lo único que hay son suposiciones. Lo único que los identifica es que eran jóvenes y gitanos, pero no pueden individualizar la conducta”, ha afirmado Carmen Sánchez. Carmen Cifuentes, otra de las letradas de los acusados, ha reiterado que “ni un testigo los ha identificado”, y para Cristina Dolcet, “ni clientes, ni policías ni camareros han podido desvirtuar la presunción de inocencia. Todo son conjeturas y pruebas indiciarias o circunstanciales”. Sin embargo, la acusación particular, ejercida por Ricardo Orús, opina que los agresores sí están identificados por algunos testigos.

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