Mosquitos contra quebrantahuesos: los efectos del cambio climático

Un estudio financiado por Iberdrola analiza la aparición de insectos procedentes de zonas más cálidas

Colocación de cajas nido
Colocación de cajas nido
FCQ

Si hay algún animal que identifique la vida salvaje en los Pirineos, ese es el quebrantahuesos. A la amenaza de los venenos o de las líneas eléctricas, la singular rapaz suma ahora la del cambio climático. Estas montañas son especialmente vulnerables al calentamiento global, con una subida de temperaturas comprobada de 0,2 grados por década desde los años 60 y un ascenso previsto de hasta 4 grados de media de aquí a finales de siglo.

Para comprobar su incidencia, se acaba de poner en marcha un estudio sobre el cambio climático y el quebrantahuesos en el Pirineo, que analiza la posible aparición en zonas de montaña de insectos procedentes de áreas más cálidas para los que las aves de estos territorios de altura no tienen defensas. El principal peligro lo constituyen los animales que puedan transmitir vectores de enfermedades víricas, como el plasmodium, que provoca la malaria.

Los trabajos de campo han comenzado con la toma de muestras de sangre a algunas aves en la estación de anillamiento de Revilla, mientras que en áreas de quebrantahuesos se han colocado trampas de captura de mosquitos y cajas nido. El trabajo está financiado por la empresa Iberdrola y lo desarrollan la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ), el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y la Universidad de Zaragoza, con la colaboración del Gobierno de Aragón.

“Tenemos muy poca información del estado sanitario de la población de quebrantahuesos y de otras especies de aves de montaña. Con los efectos del cambio climático puede que algunas especies que por la temperatura no subían a determinadas altitudes y longitudes, estén llegando ahora”, explica Juan Antonio Gil, de la FCQ. Insectos, precisa, como los mosquitos, con vectores infecciosos para los cuales las especies de montaña no tienen defensas.

El estudio, a través de la trampas, permitirá conocer qué tipos de insectos hay y si alguno de los que no se tenía constancia han llegado hasta esas áreas. Para ello se cuenta con el trabajo del especialista Javier Lucientes, de la Facultad de Veterinaria. Los análisis examinarán sobre todo la presencia de dos vectores infecciosos, la malaria aviar, transmitida por el plasmodium, y el WetsNile, el virus del Nilo. “Podrían provocar mortalidad, no solo en el quebrantahuesos sino en otras aves”, señala Gil.

Para instalar las trampas se ha elegido una serie de territorios cercanos a las zonas de nidificación, que además es donde están actualmente criando los quebrantahuesos y por lo tanto con pollos que corren el riesgo de ser infectados. Complementariamente se colocan cajas nido, en los que pueden criar las aves, para capturar los mosquitos si se cuelan. En la estación biológica Monte Perdido de Revilla, cerca del Parque Nacional de Ordesa y de un comedero, donde cada 15 días se anillan aves, también se les van a tomar muestras. Aquí actualmente se están criando siete pollos.

“Llevábamos años chequeando los quebrantahuesos, no solo los que van a Picos de Europa sino los del programa de marcaje a lo largo de los años. Pero esto es ir un poco más allá para conocer el estado sanitario de la población y luego ver posibles vectores infecciosos que no sabemos si están presentes. Nos parece interesante, más cuando se ha demostrado un aumento de temperatura en los últimos 50 años en el Pirineo, lo que conlleva que determinadas especies que entonces no estaban presentes ahora puedan estar llegando. Es adelantarse a futuros problemas”, explica el representante de la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos. Ya ha habido casos de malaria aviar, pero han sido contraídos en el valle del Ebro, en el centro de recuperación de la Alfranca. Concretamente el ejemplar ‘Huesos’, que nació en este lugar y vive actualmente en las instalaciones del Ecomuseo de Aínsa. El animal se salvó pero como necesitaba cuidados continuos veterinarios ya no pudo recuperar la libertad.

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