Más de 20.000 palabras escritas a mano: el único diccionario del dialecto belsetán

Un pastor de Espierba se dedica a recopilar las palabras que se hablan en su valle, y que va anotando.

Valle de Pineta
Dos montañeros fallecidos y tres heridos leves al ser sepultados por un alud en el Valle de Pineta
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“Yo no soy ningún filólogo”, se apresura a aclarar Ángel Luis Saludas a la hora de preguntarle por el diccionario que desde hace años está creando y en el que recoge palabras utilizadas en el belsetán, dialecto aragonés que se habla en el Valle de Pineta. Su tarea comenzó en torno al año 1978 y ha llegado a un punto en el que hasta le cuesta cifrar el número de términos recopilados. “No lo sé, son muchos años. En algún momento intenté contarlas y eran casi 17.000, ahora superaré las 20.000”, explica este pastor residente en el núcleo altoaragonés de Espierba, que convirtió su recopilación de vocablos en algo así como una cruzada para que no cayera en el olvido la lengua que él mamó desde la cuna. “Decidí comenzarlo porque aquí nadie hacía nada. Visto como estaba la situación de abandono, se convirtió en fuerza mayor”.

Términos como Uella (Oveja) o Nieu (Nieve) integran su vocabulario habitual y se amontonan junto a su definición en folios de papel que va acumulando en su pequeña casa pirenaica, y entre los que también hay lugar para otras palabras menos habituales. “Me gusta recorrer la zona para captar nuevos términos, aunque no tengo todo el tiempo que me gustaría”, dice Saludas, siempre con la libreta en el bolsillo, ya que asegura que le gusta más el método tradicional, con papel y lápiz, que hacerlo con el ordenador. “Me aclaro mejor así”, defiende, al igual que a la hora de captar las palabras. “Pregunto u hago oído. Incluso hay veces que digo yo alguna que me doy cuenta que no está apuntada, y corro a hacerlo”, dice, aunque lamenta que no sean más de una treintena de personas las que se siguen comunicando en belsetán a día de hoy.

Y en ese sentido, contempla con impotencia como cada vez son menos los jóvenes que lo conocen. “Da pena, rabia y te indignas de que nadie haga nada para evitarlo”, dice elevando el tono. “Los chavales conocerán lo que hablen en su casa, si lo hacen, pero nadie hace nada para que así sea”, añade, como una forma más para justificar la creación de ese diccionario que empezó a componer cuando a finales de los 70 regreso a su pueblo natal tras estudiar el COU en Zaragoza. Sus montañas le tiraban más que la ciudad, por mucho que en casa todos le animaran a que buscara otro futuro.

“El belsetán es una variedad más dentro de la lengua aragonesa, quizás la que se conserva con más pureza. Porque el aragonés central se conserva mejor, ya que no le han llegado tantas influencias”, puntualiza, aunque explica que eso no impide que se puedan entender con otros dialectos de esta misma lengua, con los que se comparten algunos términos. “Hasta con alguien que hable ansotano, que mira que está lejos, podemos entendernos sin problema”, dice, y lamenta que los que tendrían que haberlo estudiado y documentado, no hayan hecho un trabajo de campo, necesario para entender una lengua así. “Los filólogos a veces no bajan de su nube”.

Y precisamente en esa línea está su principal indignación con el pasotismo institucional respecto al cuidado de las lenguas, que para Saludas “son parte del patrimonio cultural, y me atrevería a decir que incluso el más importante. La lengua es todo”, asegura. “Desde que Aragón se considera una autonomía, nadie ha movido un dedo para cambiar nada. Es más, hablarlo se tiene por algo casi algo despectivo, y te tienes que escuchar cosas no menos que indignantes”, dice en tono de enfado.

Por todo eso, él sigue intentando revertir la situación dentro de sus posibilidades, en el tiempo que le dejan sus rebaños de ovejas y de vacas. Sueña con, algún día, poder tener en sus manos impreso y encuadernado en papel el trabajo de recopilación de tantos años. “Todavía hay mucha faena, queda mucho por hacer”. No obstante, confía en poder verlo finalizado. “Si tengo que vivir cien años, todavía me queda media vida”, dice confiado, dejando su indignación a un lado, mientras observa como una tormenta de verano se va cerniendo sobre su querido Espierba.

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