El intrépido irlandés Bear Grylls es el rostro protagonista del programa 'El último superviviente'. Come bayas, insectos, se desliza por acantilados o convive con extraños animales, algo que en la empresa altoaragonesa Locura de Vida, especializada en deporte de montaña, consideran poco aconsejables cuando se trata de sobrevivir de verdad ante una situación inesperada al aire libre. Por ello, ofertan cursos de ‘bushcraft’, que son los tipos de ejercicios de superviviencia con los que se aprende a no ver la naturaleza como un medio hostil, sino como algo lleno de posibilidades. “Impartimos una serie de conocimientos básicos para aprovechar al máximo los recursos ante posibles situaciones inesperadas. Hay mucho más desconocimiento en este sentido de lo que podemos imaginar, por lo que estas nociones pueden evitar que suframos una hipotermia o que recurramos a alimentarnos con cosas inadecuadas”, señala Chus Montañés, gerente de la empresa, con sede en la localidad de Ayerbe.

Estos cursos se dividen en diferentes apartados: campamento, agua, fuego y orientación. Así, además de saber cómo realizar una mochila con lo indispensable antes de salir de excursión, conocen las nociones básicas para conseguir agua y limpiarla para que sea apta para el consumo, cómo hacer fuego y mantenerlo, o cómo realizar un pequeño lugar de refugio si la noche les sorprende en el monte, teniendo en cuenta la mejor orientación para resguardarse del frío, evitar zonas en las que puede haber riesgo de inundación o que sean paso de animales.

“En función del interés o las necesidades del grupo que contrate el curso prestamos más detalle a una u otra actividad e incidimos en más aspectos”, destaca Montañés, que explica que la duración de estos puede variar entre un solo día hasta los cuatro o cinco en el caso de los más completos, que incluyen pasar una noche a la intemperie. Se trata de explicaciones totalmente prácticas. “Se van encadenando posibles situaciones que podemos encontrarnos en cualquier momento y vemos la mejor manera de superarla”, añade la gerente de la empresa.

No existe un perfil claro de participante en lo que se refiere a la edad, aunque apunta Montañés que todos tienen como denominador común ser amantes de la montaña muy concienciados con los riesgos que está entraña. “En los niños fijamos unos cinco o seis años de edad mínima, ya que más pequeños se aburren. Pero a partir de allí sí que adaptamos los ejercicios, para que los niños ya se vayan acostumbrando a seguir estás pautas de seguridad desde edades tempranas”, apunta, y señala que en el caso de las familias se plantea como un trabajo en grupo que sirve para estrechar los lazos, por lo que es una experiencia muy positiva para los participantes. “Los niños aprehenden todo mucho más rápido, y al final son ellos los que acaban corrigiendo a sus padres cuando ven alguna conducta inadecuada”, destaca la gerente de Locura de Vida.

A partir de dos personas ya puede realizarse la actividad, pues destacan que en grupos reducidos el trabajo es mucho más efectivo, “aunque si vienen empresas o grupos de amigos más numerosos, lo adaptamos”.

La Sierra de Loarre es el escenario más habitual de los cursos en esta época del año. “Nos ofrece recursos que aprovechar de manera muy fácil”, apunta Chus Montañés, aunque toda la provincia se presenta como propicia para ello, y en el año que hace que empezaron a impartirlos, los han llevado a cabo en diferentes puntos. “Cuando hace más calor subimos al Pirineo, o incluso si hay algún grupo que ya ha realizado un curso, nos plantean ir a otro lugar con otras características para poder trabajar otras situaciones”, concluye la gerente.