Sergio Murillo: "Cuando vas a un campin, confías en que se ha elegido el sitio adecuado"

Sergio Murillo, pamplonés, fue el único superviviente de una familia de cinco miembros. Su indignación y su juventud (tenía 16 años) le ayudaron a seguir adelante.

Sergio Murillo es arquitecto y vive en Pamplona.
Sergio Murillo es arquitecto y vive en Pamplona.
Heraldo.

¿Echaba en falta un homenaje a las víctimas? Llega ahora, en el 20 aniversario.


Echaba de menos un memorial, una placa..., algo para que no se olvide. A las personas las recuerda cada familiar, cada amigo, pero no debe olvidarse porque no puede volver a pasar.


¿Se han sentido olvidados?


Más que olvidados, hemos estado contrariados. Luchábamos en juicios contra las administraciones y la sensación no era buena.

Murió toda su familia.


¿Cómo se afronta esa pérdida?


No fue fácil, pero la juventud me ayudó. Los jóvenes tenemos fuerza y dinamismo para afrontar la vida porque nos queda mucho por delante. Ha habido gente que no perdió tanta familia pero como ya eran mayores, ya no podían volver a tener hijos, fue más duro para ellos. Yo he tenido la oportunidad de rehacer la mía (está casado y tiene tres hijos, de 4 y 2 años y unos meses).


¿Su vida cambió radicalmente?


Me fui a vivir con unos tíos y unos primos, cerca de mi casa, y no supuso ni cambiar de colegio ni de amigos. Pero sí, prácticamente cambió mi vida entera.


¿Necesitó ayuda psicológica?


No la necesité. Entre estudiar y resolver mis papeles tenía la vida suficientemente ocupada. Estudiar era para mí, no una carga, sino una desconexión.


Fue el único superviviente de su familia. ¿Cómo se salvó?


Estábamos en una tienda en la parte alta del campin. El agua me arrastró y acabé en un árbol. Yo no me agarré, me llevó la corriente y me enganché en unas ramas. Tirando de ellas salí a la orilla con ayuda de un hombre.


Nunca hubo una asociación de afectados, ¿esto les perjudicó?


Hubo un intento pero no fructificó. Sin embargo, casi todas las víctimas nos aglutinábamos en torno a tres abogados.


Pero sí que falló la unidad en el sentido de que no todos estuvieron personados ante la Audiencia Nacional y hubo gente que no recibió las indemnizaciones.


Eso sí que es cierto. El que no supo estar en la lucha no recibió el beneficio de la sentencia. Es una pena. Yo tenía mucha energía y mucha rabia para seguir, pero puedo entender que hubiera gente que se cansara después de tantos años y quisiera pasar página.


Habla de rabia y de lucha, ¿no era muy joven para eso?


Sí, tenía 16 años y transcurrieron 10 hasta lograr una sentencia favorable. Pasas épocas en las que te cansas, te hastías, te dan ganas de rendirte. Necesitas algo para seguir, y en mi caso era la indignación. Además, con 16 años piensas que los tribunales deben ser justos y que la gente es buena. Comprobar tan de golpe que no es así, da un coraje terrible para luchar más.


¿Rabia contra quién?


Primero contra la administración, pero luego, conforme nos fuimos enterando de los pormenores del caso y de la trayectoria política de algunos personajes, vimos que detrás hay personas. Llegó un momento en que preferí no saber quién firmó esto o dio su consentimiento para esto otro.


Usted obtuvo una compensación al declararse la responsabilidad patrimonial de la DGA y del Ministerio de Medio Ambiente. ¿Era suficiente o deseaba sentar a alguien en el banquillo?


Nuestra primera lucha fue esta, pero se desestimó, por eso fuimos por la vía administrativa. Pero lo primero que quisimos fue una condena de determinadas personas, por justicia social: la culpa de unos pocos la teníamos que pagar todos.


Esa petición de una causa penal la llevó usted hasta el Tribunal de Estrasburgo.


Juicio tras juicio se nos denegaba. Mi abogada (Elena Melero) lo vio claro y acudimos a Estrasburgo. Ella entendía que era muy difícil encontrar en España un tribunal independiente, libre de presiones políticas, de ahí que acudiéramos a Europa.


Pero tampoco Estrasburgo lo aceptó.


No, porque entretanto la Audiencia Nacional declaró la responsabilidad patrimonial del Estado y Estrasburgo entendió que se satisfacía nuestro requerimiento.


La Audiencia Nacional sentenció que fue un hecho previsible y evitable.


Quedó demostrado que las tormentas no fueron excepcionales. La rabia es que teniendo un informe técnico que desaconsejaba el campin, que dio en el clavo, nadie se molestó ni siquiera en buscar una opinión contraria. Simplemente lo ignoraron. Yo ahora soy técnico (arquitecto) y me da rabia porque dispongo de unos conocimientos para ser tenidos en cuenta, no para manejarlos si te interesa y si no, archivarlos.


Usted tuvo una doble condena. Invirtió la indemnización en preferentes de Bankia y entonces empezó otra pesadilla.


La indemnización la pagaron en el 2007 o 2008 y los de Bankia me empezaron a engañar en 2009. Me fueron colando las preferentes. En una televisión coincidí con una chica del 11-M a la que le pasó lo mismo.


¿Ganó el caso?


Sí, pero las penurias, la presión psicológica de verte sin dinero..., eso no me lo han devuelto.


Cuando le hable a sus hijos de Biescas, ¿qué les dirá?


Que justicia y legalidad no son la misma cosa, que la administración es un ente compuesto de personas buenas y malas. Cuando vas a un campin confías en que se ha elegido el sitio adecuado y que alguien se ha preocupado por tu seguridad.

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