RIBARROJA

"Me han llegado a decir que o me iba o me mataban"

El embalse situado justo debajo del de Mequinenza sí esta acotado y en él se dan muchas menos infracciones. El guardia pone las mismas denuncias de pesca que todos los forestales de Zaragoza.

El guarda de campo José Grota, con su lancha, en el embalse de Ribarroja.
"Me han llegado a decir que o me iba o me mataban"
HERALDO

Aguas abajo de la presa de Mequinenza hay otro embalse, el de Ribarroja, que en su parte aragonesa sí está acotado. Desde hace ocho años, un guarda particular de campo contratado por los responsables del coto vigila el cauce para evitar la pesca ilegal, y los resultados son muy positivos. A pesar de estar muy cerca del Mar de Aragón, en el pantano de Ribarroja se cometen muchas menos tropelías que en el de Mequinenza.


Eso no significa que allí no haya furtivos, más bien es al contrario. José Grota Sola pone en un año las mismas denuncias que todos los agentes de protección de la naturaleza de la provincia de Zaragoza juntos -unas 350-. La explicación es sencilla: él se dedica en exclusiva a vigilar su coto, mientras que para los forestales la pesca solo es una de sus muchas competencias.


"En Ribarroja también hay infracciones, pero no es comparable a lo que sucede en el embalse de arriba porque aquí los pescadores saben que hay vigilancia -cuenta Grota-. No entiendo cómo en Mequinenza se ha podido llegar a esa situación, el Mar de Aragón es mucho más bonito y valioso".


Este guarda de campo de 58 años está convencido de que acotar el pantano de Mequinenza y poner "uno o dos compañeros" para vigilarlo permitirá acabar con muchas de las barbaridades que se están produciendo. "Si trabajan bien y son constantes se notará un gran cambio, pero que nadie espere resultados en uno o dos meses, la mejora llevará mucho más tiempo", advierte.


Gracias a las cuotas que pagan los pescadores que acuden al coto de Ribarroja -5 euros al día o 20 por un permiso de dos semanas-, sus responsables pueden contratar a Grota para que vigile la zona 55 horas al mes. "No es mucho tiempo, pero cunde -explica el guarda-. Yo salgo a distintas horas del día y de la noche para que la gente sienta que puedo aparecer en cualquier momento".


A pie, en coche o en barca, Grota recorre el coto poniendo denuncias a quien no ha comprado el permiso, a los que utilizan técnicas de pesca prohibidas, a los que acampan o encienden hogueras... "Al igual que en Mequinenza, el 80% o más de los pescadores de Ribarroja son extranjeros -cuenta-. Lógicamente, eso hace que una gran mayoría de los infractores también lo sean".


No obstante, la procedencia no es indicativa de nada. A Grota hace unos meses le amenazaron de muerte, y quien lo hizo fue un pescador nacional que tiene una casa en Mequinenza. "Me llegó a decir que o me iba o me iban a matar de un palo -recuerda-. Llamé a la Guardia Civil y como si nada, porque delante de los agentes lo repitió".


"Uno ya tiene años de vuelo y ha visto muchas cosas, pero eso no lo podía dejar pasar y acabó en un juicio -explica este veterano guarda de campo-. Normalmente nuestro trabajo no es conflictivo, pero siempre encontramos algún energúmeno. Por eso estamos en contacto con la Guardia Civil, y cuando salimos a vigilar por la noche solemos ir dos por si acaso. A veces inclu- so llevamos la carabina reglamentaria".