ZARAGOZA

El asesino de Vallecas dice que mató a la niña porque le reprochó que hiciera ruido

El hombre que asesinó a una menor en Madrid y se entregó en Zaragoza alegó que lo hizo en un estado de enajenación. La autopsia no revela agresión sexual y el detenido no tiene problemas mentales.

Larquin Rodrigo Noboa, el hombre que el pasado 25 de julio asesinó a una niña de 12 años en un piso de Madrid y se entregó al día siguiente en Zaragoza, confesó a la Policía que acuchilló a la menor porque le llamó la atención “por estar gritando y haciendo mucho ruido”. Esta manifestación, la única en la que aporta un motivo para justificar su execrable crimen, fue la que hizo espontáneamente ante los agentes de la comisaría de Delicias ante los que se presentó aquella mañana de domingo. En sus posteriores declaraciones, ya asistido por abogado, nunca más ha repetido esas palabras y solo ha declarado que se encontraba “en estado de enajenación” y que había tomado alcohol y cocaína. Todo esto ha podido conocerse ahora, tras levantarse el secreto que pesaba sobre el sumario.


Larquin Rodríguez, dominicano de 28 años, acabó con la vida de María Mercedes en la casa en la que la niña vivía con su madre. El hombre apenas llevaba una semana en ese domicilio de la calle de Pico Cejo, en el Puente de Vallecas, en el que Amalia, la madre de la menor, le había realquilado una habitación después de que le hubiera ayudado a hacer la mudanza y no tuviera dónde quedarse.


La mujer había confiado en él porque era amigo de una de sus hermanas. Cuando ocurrieron los hechos, Amalia se encontraba trabajando en una residencia de ancianos. Su hija la llegó a llamar tras recibir la cuchillada mortal, pero ella no pudo coger el teléfono. Cuando le devolvió la llamada, María Mercedes ya no contestó. Aquel día, la madre pensó que el móvil del crimen había sido sexual y que Larquin Rodrigo había querido abusar de su hija. Sin embargo, la autopsia ha revelado que no había lesiones compatibles con una agresión de esa índole. No obstante, se tomaron muestras que fueron enviadas a la Policía Científica.


Los forenses sí que determinaron que la muerte se produjo a consecuencia de una herida por arma blanca localizada en el tórax y que le afectó a la arteria pulmonar y le causó la muerte de forma “rápida e inevitable”.


El 25 de julio, sobre las 8.45, Rodríguez regresó al domicilio donde vivía después de haber estado de marcha por la noche con unos amigos. Según declaró ante la Policía y después ante el juez, se dirigió directamente a la cocina y vio que María Mercedes estaba en el cuarto de baño. Cuando la menor se acercó a la cocina, él “se volvió loco y se le fue la cabeza” y, en un estado de “enajenación” cogió un cuchillo de uno de los cajones, con un filo de unos 20 centímetros de largo, y se lo clavó en el pecho.


La chica salió malherida al pasillo y comenzó a pedir ayuda, mientras él entraba en su habitación, cogía algo de ropa y se marchaba del lugar andando.


Una de las vecinas escuchó gritar a la víctima y decir “suéltame, suéltame, suéltame, que me sueltes”. Cuando se acercó a la puerta de la que provenían los gritos, encontró a la niña de rodillas y sangrando por el pecho. “Ayúdame”, le pidió la menor. Otra vecina que se asomó afirmó: “La ha apuñalado en el corazón”. Estas personas avisaron al 112 pero cuando los servicios sanitarios llegaron, María Mercedes estaba muerta.


“Tú la has matado”

 Las vecinas vieron claramente a Larquin Rodríguez salir de la casa con manchas de sangre en la camisa, a la altura del brazo y una le dijo:_“Tú la has matado”. Todas lo describieron con precisión como un hombre mulato, de aproximadamente 1,80 metros, de pelo moreno, rizado, corto y con entradas, ojos castaños y perilla.


Tras cometer el crimen, el homicida se fue a casa de su novia, en la que estuvo media hora. Allí se quitó la camisa y se puso un polo. Luego llamó por teléfono a un amigo para preguntarle si podía quedarse en su piso, pero este le dijo que su pareja -que a la vez es prima de Rodríguez- estaba muy afectada por lo ocurrido y no podía alojarlo. Entonces compró un billete de autobús y se desplazó hasta Zaragoza. Al llegar, comió un sandwich en un bar y preguntó a un compatriota dónde podía dormir. Este le indicó una pensión en la que pasó la noche y, por la mañana, abordó a otro paisano para preguntarle dónde estaba la comisaría más cercana y poco después se presentaba en la de Delicias.


Los forenses que examinaron al detenido en Zaragoza no apreciaron ningún trastorno y, salvo una herida por arma blanca ya antigua, no tenía ningún problema. Sí que contó que consumía alcohol y cocaína, aunque para los médicos esto no habría influido en su relato. Los abogados zaragozanos Javier Osés y Soraya Laborda García, se han hecho cargo de su defensa.