CRISIS ECONÓMICA

¿Cuánto cuesta disolver una empresa?

La delicada situación a la que se enfrentan los pequeños empresarios a la hora de bajar la persiana ?más de 4.000 en Aragón en los últimos cuatro años- se unen los numerosos trámites y costes económicos que exige la Administración.

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Dicen que a perro flaco, todo son pulgas. Y quizá sea la mejor imagen que resuma la situación de miles de empresarios que se ven desbordados por la actual crisis económica y tienen que echar el cierre. Solo en los últimos cuatro años la comunidad aragonesa ha perdido más de 4.000 empresas.


Un duro trance, motivado en la mayoría de los casos por la caída del consumo, que se ve agravado por el interminable y caro proceso de disolución, que implica la visita a varias ventanillas y un desembolso de dinero poco oportuno.


“Nunca puede disolverse una sociedad que tenga deudas, por lo que lo primero de todo sería cancelarlas, y si no se puede se iría al concurso de acreedores”, señalan desde la gestoría Astede de Zaragoza. En caso de no darse esta situación, se convoca una Junta General Extraordinaria con los socios y se acuerda la disolución.


Llegados a este punto, habría que hacer un balance de las cuentas del que resultaría un Activo Social Líquido. “Se va al notario con ese balance y te preparan una escritura de disolución, en ella cesan en el cargo los administradores, nombran a los liquidadores de la sociedad y se reparte el Activo Social Líquido entre los socios”, aclaran.


Pero es entonces cuando llegan realmente los gastos. Se comienza liquidando en la DGA el Impuesto de Operaciones Societarias que es un 1% de ese Activo Social Líquido. A continuación, se lleva la escritura de disolución junto al impuesto liquidado al Registro Mercantil, en el cual proceden a inscribir la disolución y publicarla en el BORME (Boletín Oficial del Registro Mercantil), previo pago de una cifra que ronda los 200 euros.


Finalmente, se lleva la escritura registrada a Hacienda y se da de baja el Impuesto de Sociedades y la Sociedad en el Censo de Empresarios. Si a todo ello se le suman los gastos de la gestoría, el desembolso es notorio. “Encima de que no te ha ido bien, te hunden hasta el final”, lamenta Carlos Polo, un joven empresario que tuvo que cerrar su pequeña empresa de fontanería por el bajón en el sector de la construcción. “Hacen que uno se lo piense dos veces antes de emprender de nuevo”, resume.