En Codos no hay brecha generacional

En el centro de mayores La Lonja los vecinos de más edad comparten sus experiencias y sabiduría con los jóvenes.

Niños y mayores comparten juegos y risas en el centro de mayores de La Lonja.
Niños y mayores comparten juegos y risas en el centro de mayores de La Lonja.
Macipe

Las personas mayores guardan un cúmulo de experiencias, vivencias y recuerdos. Para que ese legado no se pierda, la Asociación Cultural Grío, de la localidad de Codos, ideó un proyecto: la creación del Centro Educativo y Asistencial La Lonja, ubicado en la plaza Nueva del propio municipio. A través de este edificio, una casa reformada y equipada a lo largo del tiempo, se desarrollan distintos tipos de actividades, y entre ellas, las que reúnen a mayores y jóvenes.

"El objetivo es dinamizar a los mayores, que tengan estímulos sensoriales, cognitivos y sociales", explica Víctor Calvín, uno de los responsables del centro. Juntar a los dos extremos de la pirámide de población es algo que se hace de forma puntual y por norma general coincidiendo con fechas destacadas, como la Navidad. "Con las actividades intergeneracionales hacemos que las personas mayores se sientan vivas, importantes y conseguimos romper rutinas pasivas, que hagan algo más que ver la televisión, charlas o pasear".

En el lado opuesto, los niños, apunta Calvín, "aprenden que existe otra realidad". "Aquí hay unas relaciones humanas más naturales, pero con este tipo de actividades las potenciamos aún más y ponemos en relación dos realidades", subraya. Parte de los niños que participan y que asisten a la escuela local residen en los centros de menores tutelados que también gestiona la asociación.

"Me gustó la unión que se da entre la juventud y los mayores. Ver que estábamos a revueltas niños y mayores", reconoce Felicidad Camino, de 80 años. Eduardo Cucalón, de 94, comparte esta impresión y destaca el cambio que se ha dado en la sociedad porque "desde bien pequeño tuve que salir a trabajar con mi padre". Leticia García, de 12 años, se queda con "pasar el tiempo con los abuelos, porque nos divertimos mucho". "Es muy bonito porque nos cuentan historias que son diferentes a lo que vemos ahora", comenta Marta Marco, a sus 9 años.

El verano pasado se reunieron 60 personas, la más pequeña de 4 años y la más mayor de 94. Al igual que en muchos pueblos, la época estival sirve para multiplicar el número de vecinos y su procedencia. "Además de intergeneracional fue un encuentro cultural, porque había aragoneses, andaluces, manchegos y representantes de otras culturas como la gitana, la rumana, la portuguesa o la marroquí", recuerda Calvín.

"Como aquí hubo mucha inmigración, en la actividad coincidieron las experiencias de aquellos que tuvieron que ir a Francia a recoger remolacha o a vendimiar para ganarse la vida, con los hijos de quienes ahora están aquí haciendo lo mismo", relata este responsable del centro.

Los abuelos prefieren el pueblo

Además de estas actividades puntuales, de lunes a viernes tienen lugar distintos talleres para que los mayores trabajen en grupo. Cuando llega el invierno, buena parte de la población mayor de estos municipios se desplaza a domicilios de familiares en localidades de mayor tamaño y con más servicios. Lo que era una algarabía en las calles, ahora es silencio. También están los casos de quien llegado a una determinada edad no se vale por sí solo y acaba abandonando su entorno habitual. "El trasfondo y la mecha que prendió nuestro proyecto fue que vimos cómo los mayores se nos iban fuera", recuerda Calvín.

"Nuestro objetivo siempre ha sido que se mantuvieran aquí a pesar de sus deficiencias personales", subraya. Ahora en la residencia, en la que trabajan 11 profesionales, hay 18 personas alojadas, tres en lista de espera y cuentan con tres plazas diurnas.

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