educación
Regalos a los niños para fin de curso: "Prometer premios a cambio de buenas notas se llama chantaje"
Los expertos recomiendan no premiar a los niños por los resultados académicos sino por el esfuerzo realizado y que el premio no sea algo material sino una experiencia para compartir en familia.

“Si sacas un sobresaliente en ‘Science’ iremos a comprar un regalito”, le dice Miriam Martínez a su hija de 9 años. “Y para final de curso, si traes buenas notas en todo, podemos mirar otra cosa, pero pequeña, no más de 10 euros”, añade la progenitora.
Puede que se haya visto identificado con estas frases, que la haya pronunciado alguna vez o que, sin haberlas dicho, haya premiado a su hijo con un detalle tras ver unos buenos resultados en su boletín de notas. Y es que, con el fin de curso a la vuelta de la esquina y las notas calentitas esperando salir de los colegios, muchos padres tienen las esperanzas puestas en unas calificaciones satisfactorias.
Hay tantas ganas de que los niños saquen bien el curso que, en ocasiones, los progenitores recurren a tácticas no demasiado educativas, con tal de garantizar unas notas de 10.
“Nosotros le pusimos unos objetivos a nuestro hijo porque en la segunda evaluación vimos que había bajado en algunas materias. Le dijimos que si recuperaba y cumplía esas metas, a final de curso tendría un regalo”, explica Adriana Díaz, que tiene un niño de 8 años. “Es una manera de estimularlo porque es un poco despistado y sino, no se esfuerza nada. Le decimos que es su obligación traer buenas notas, pero aún así, necesita un empujón”, añade la progenitora.
“Nosotros les compraremos algunos libros para leer en verano como regalo de fin de curso y también hemos sacado el abono de temporada del Parque de Atracciones”, afirma Alfredo Velilla. “Lo íbamos a sacar de todas las formas, pero así se lo damos ahora, como premio”, reconoce este zaragozano padre de dos niños de 10 y 5 años.
Sin regalos por las notas
Sin embargo, estas actitudes están lejos de lo que recomiendan los expertos. “No se debería regalar nada a los niños a final de curso. Si hay algo que regalar podría ser una actividad para hacer en familia, pero por el esfuerzo que se ha hecho y la actitud frente al estudio que el niño ha tenido durante todo el año y nunca por los resultados”, dice la psicopedagoga Olga Lázaro.
“Debería de ser una celebración para toda la familia: una cena especial, un cine con palomitas o a una excursión. Pero, aún así, yo no soy partidaria de regalar ni hacer hincapié en las notas ni en los resultados académicos”, insiste Lázaro.
Coincide con ella Mónica González, coah infantil y psicopedagoga: “Yo no aconsejaría premiar a los hijos por esto ya que lo único que se consigue es que mejoren los mecanismos necesarios para sacar mejores resultados. Sabrán captar la forma de evaluar de cada profesor simplemente para obtener una buena nota y no un buen aprendizaje”, señala esta experta, e insiste: “Tener buenas notas no significa nada, solo que ha sabido captar lo que se le exige. Si premias eso, lo único que obtendrás es una persona que se entrena para ello. No quiere decir ni que haya aprendido ni que se haya esforzado”, continúa González.
El valor del esfuerzo
Además, “Cuando a un crío le ofreces un premio por algo, a la próxima vez quieren algo más. Esto pasa con los cromos. Me da mucha rabia por ejemplo cuando en Navidades Papá Noel les trae una caja con 500 cromos de la colección que están haciendo para el álbum de jugadores de fútbol”, ejemplifica la psicopedagoga. “Toda la vida hemos comprado los cromos poco a poco, un sobrecito a la semana, y así hemos ido completando la colección, pero ¿qué gracia tiene que te regalen de repente todos?”, se pregunta. “Así no aprenden el valor del esfuerzo”, constata González.
Y deja clara su postura al respecto: “Prometer premios a cambio de buenas notas se llama chantaje, y el chantaje no educa. Lo mismo que prometer castigos por las malas notas se llama amenaza”, asevera.
“Lo que hay que reconocer son los esfuerzos. Para ello, se puede recurrir a experiencias que sean placenteras para todos: una excursión, un picnic, un día de piscina, una visita al primo del pueblo, un paseo familiar en bicicleta... Cada familia tiene que buscar una experiencia para hacer juntos y disfrutar de ese día especial”, continúa la psicopedagoga.
Porque “el trabajo bien hecho es reconocido por las vacaciones. Se van a pegar dos meses y medio sin ir al colegio o al instituto”, señala. “Debemos decirles que lo disfruten porque cuando empiece el curso de nuevo hay que dejar bien claro qué es lo que esperamos de ellos y nunca será tener buenas notas sino tener una actitud de esfuerzo diario, cumplir con las tareas y que estén bien hechas”, apunta.
Cuadernos de repaso en verano, ¿Sí o no?
Otro de los debates que se ponen sobre la mesa cuando acaba el curso es si los niños deben de hacer tareas de repaso durante el verano. "Tener una rutina en verano y una obligación diaria también es importante, pero no sé si es necesario el cuadernillo de repaso", dice Olga Lázaro.
"Se pueden hacer otras cosas como leer, poner en práctica una escritura creativa, dibujar, hacer pasatiempos o jugar a juegos de mesa que te ayudan a pensar y a logra una mayor atención, organización y planificación", afirma Lázaro. "Lo ideal es que trabajen una hora u hora y media por las mañanas porque no queremos que pierdan el hábito y la disciplina adquiridos durante el curso", señala la psicopedagoga.
“Hay muchos padres que han comprado ya los cuadernos de repaso antes de que acabe el curso y, en muchas ocasiones, sin que se lo manden sus maestros, sino que es iniciativa de los propios progenitores para que practiquen la escritura o el cálculo”, explica Mónica González.
Pero, para esta experta “no hay ninguna necesidad de todo eso. Si el niño tiene alguna dificultad en algún tema y existe algún cuadernillo que le puede ayudar a afianzar esa base, entonces sí. Pero ponerle por ponerle no. Para mejorar la escritura basta con hacer listas de la compra o ponerle a leer”, añade.
De hecho, “el verano es buenísimo para trabajar con ellos el esfuerzo y la autonomía con tareas cotidianas que pueden hacer en función de su edad: Quehaceres domésticos, recetas de cocina, tener a punto tu ropa o su cuarto, en lugar de tenerlos sentados en un escritorio llenándolos de cuadernillos de repaso, porque las actividades cotidianas también enseñan”, matiza González. “No le metas profesores de apoyo ni cuadernos de vacaciones, dile que haga la cama y ya está”, concluye esta experta en educación.