¿Dónde están los mayores 'cadáveres de hormigón' de Aragón?

Grandes fiascos del 'boom' inmobiliario se registran en un mapa colaborativo, en el que aparecen las urbanizaciones fantasmas de La Muela y San Mateo de Gállego.

Algunas de las construcciones en pueblos aragoneses que se quedaron estacandas.
Algunas de las construcciones en pueblos aragoneses que se quedaron estacandas.
Heraldo

Lo llaman ‘mapa colaborativo de los fracasos inmobiliarios’ y en él se recogen numerosos desmanes del que fuera ‘boom’ de construcción de los primeros dosmiles y que acabó con el estallido de una burbuja que dejó cientos de urbanizaciones fantasmas y miles de afectados, algunos de los cuales aún luchan por sus ahorros en los tribunales.

Hay grandes símbolos de lo que fue este fallido auge inmobiliario como El Algarrobico en la costa almeriense o las llamadas ‘cúpulas de la energía’ en el municipio soriano de Garray. Sin embargo, Aragón no es ajeno tampoco a estos paisajes con pisos a medio construir, aceras que no llevan a ningún sitio o rotondas en mitad de la nada. En las redes sociales se está compartiendo estos días un mapa interactivo y colaborativo en el que se señalan distintos proyectos urbanísticos abandonados y en la Comunidad hay dos que resaltan por encima del resto: decenas de esqueletos de edificios en San Mateo de Gállego y la que estaba llamada a ser macrourbanización Ciudad Zaragoza Golf frente al polígono Centrovía de La Muela.

El programa de televisión ‘En Portada’, de RTVE, dedicó esta semana un especial a la resaca del ladrillo y el rastro que dejó aquella fiebre, con su impacto en el paisaje y en la biodiversidad. El reportaje ha azuzado la incorporación de nuevos despropósitos en un mapa virtual en el que, por ejemplo, también figuran el aparcamiento para más de mil vehículos inacabado en el balneario de Panticosa o construcciones más humildes como la Casa de Cultura de Escucha, en Teruel.

De los lagos a los residuos

En San Mateo de Gállego aún se dan de cabezazos al ver cómo lo que tenía que ser una urbanización con lagos y campos de golf lleva más de 15 años abandonada con adosados y chalés sin terminar. El proyecto, impulsado por Martinsa Fadesa, hizo aguas en el 2007 cuando la constructora quebró y entró en concurso de acreedores. El objetivo de la urbanización era albergar hasta 12.000 personas (en San Mateo viven 3.100) y se hipotecó un terreno de 200 hectáreas, que hoy se utiliza como vertedero incontrolado e ilegal. Entre escombros de obras, junto a la carretera de Leciñena, se levantan esqueletos de pisos y, aunque el recinto está vallado, no son infrecuentes los saqueos. La solución no se antoja sencilla porque la propiedad es de distintos bancos y el suelo -cuyos usos se cambiaron a residenciales- debería volver a hacerse ecológico.

Lo que iba a ser la urbanización Las Dehesas de San Mateo de Gállego.
Lo que iba a ser la urbanización Las Dehesas de San Mateo de Gállego.
Heraldo

"Es un ejemplo como tantos otros: un sueño megalómano frustrado. ¿En qué estaríamos pensando hace veinte años para no ver que aquello era una ‘ida de olla’?", dice el arquitecto José Luis Leoz, que recuerda que la crisis del ladrillo golpeó a toda España en el verano de 2008, pero en Aragón, embebidos por la Expo, tardamos más en percibirla. "La misma promotora también tenía planes para la megaurbanización Soto del Real de 1.600 viviendas en un pueblo de Burgos de 500 habitantes. Tras la quiebra, las construcciones siguen deteriorándose", explica.

Contra el despilfarro

Los artistas aragoneses Javier Almalé y Jesús Bondía conocen bien el proyecto de la urbanización Las Dehesas y han dedicado parte de su producción artística a registrar las ruinas y los residuos en una zona natural conocida como el Saboyal. "Estábamos haciendo un trabajo sobre los límites y las fronteras basados en textos de George Orwell y vimos esta inmensa zona vallada que ocupaba una superficie enorme -explican-. Empezamos a mirar en Google que había como restos arqueológicos y alquilamos un pequeño avión para verlo y fotografiarlo desde el aire". Estas imágenes forman parte de la exposición que se pudo ver el año pasado en el Museo Pablo Serrano bajo el nombre ‘Terrenos baldíos’, con el muy clarificador subtítulo de ‘Comunicado urgente contra el despilfarro’.

Las ruinas modernas en las afueras de La Muela.
Las ruinas modernas en las afueras de La Muela.
Guillermo Mestre

Estos desoladores paisajes contemporáneos son prácticamente idénticos en los alrededores de La Muela, donde la urbanización Ciudad Zaragoza Golf es otro de los símbolos del fracaso de la fiebre urbanística, 'recalificatoria' y especuladora. En este caso, la urbanización de lujo preveía levantar 2.500 viviendas pero hoy solo se ha conseguido dar vida a un bloque (prácticamente sin servicios) y el resto son esqueletos de hormigón víctimas de la Operación Molinos. En los últimos años también se ha logrado 'rescatar' una treintena de unifamiliares, que se reactivaron en 2017 y cuyas llaves se entregaron en 2020. "La Muela es el paradigma, está claro, incluso dentro del pueblo proliferan las construcciones inconclusas de las que hace años se retiraron las grúas. Pero hay muchas otras zonas rústicas que fueron cubiertas de asfalto en el entorno de Zaragoza: puedes ver ejemplos en Cadrete, La Puebla, Perdiguera, Cuarte...", dice Leoz.

Muchas veces el problema de estas ballenas varadas es que las promociones inacabadas de vivienda no tienen demanda para poder ser terminadas y que el suelo sobre el que se erigen tampoco gana valor si son derribadas. Así, la huella de los excesos se antoja más que perdurable y, de hecho, hasta el 30% de los expedientes que llegan al área de Urbanismo del Justicia de Aragón tienen que ver con edificios o solares abandonados. En La Muela, como en San Mateo, de las promesas de la promotora inmobiliaria a la realidad dista un trecho de verjas, cables arrancados, escombros y residuos. "Es todo lo contrario a lo que se dibujaba. En cuanto te metes al territorio, haya tanta intervención urbanística que, en lugar de estar en el campo con una mirada al paisaje abierto, da sensación de claustrofobia, de un recinto que no tiene salida", dice Bondía, que denuncia la agresión al territorio.

La residencia no es más que un esqueleto de hormigón en pleno centro de Mequinenza.
La residencia, en pleno centro de Mequinenza, ha retomado las obras.
Patricia Puértolas

Por concluir con un rayo de esperanza, en el citado mapa también aparece mencionado el entorno del balneario de Panticosa, que -afortunadamente- ya ha comenzado a deshacerse de sus fantasmas de hormigón. Hasta hace unos meses aún podían verse el esqueleto de 10 metros de altura del que iba a ser centro de visitantes, pero la demolición concluyó el verano pasado y se retiraron los escombros. Sí sigue habiendo alguna obra bloqueada e inacabada como el aparcamiento para más de mil vehículos o el centro de alto rendimiento, que -cubierto por la nieve- también ha sido objeto de fotografías y proyectos de artistas como Iñaki Bergera o Jorge Isla. También parece que se ha encauzado la reanudación de las obras de la residencia de Mequinenza, que estuvieron una larga década paradas. 

"Lo que no se da en Aragón, al menos y al margen de la Expo de Ranillas, es el ansia por hacerse con un edificio-icono-escultura. Todas las ciudades, en su momento, quisieron tener un Guggenheim y ese deseó acabó con muchos proyectos sobredimensionados y frustrados", explica Leoz, mientras consulta un mapa en el que también aparecen el edificio El Carrascal, en Jaca, o las ‘ruinas modernas’ el inconcluso residencial Santa Bárbara de Teruel.

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