sector cultural

"Se nos están cayendo los castillos y apenas se habla de política cultural o de patrimonio"

En campaña se han oído promesas como la creación de un Wizink Center o convertir el Casco en "el barrio de las luces". Muchas generalidades y poca concreción identitaria

El escritor Eloy Morera, en la zaragozana librería París, en el paseo de Fernando el Católico.
El escritor Eloy Morera, en la zaragozana librería París, en el paseo de Fernando el Católico.
José Miguel Marco

"La cultura suele ser la pagana, la primera víctima en cuanto hay problemas, crisis o recortes. Nunca es prioridad en ningún programa político y, si vienen mal dadas, es lo primero que cae". El escritor zaragozano Eloy Morera glosa a la perfección el sentir general del mundo de la cultura, que no deja de asombrarse de que –salvo por ocurrencias puntuales como la construcción de nuevos auditorios o la promesa de más y más festivales de aúpa– la creación, los museos o la didáctica cultural queden siempre fuera del tablero político.

"En general no hay proyecto político que tenga como caballo de batalla la cultura y todo lo que ello implica. No se considera la cultura como parte esencial de la sociedad y –a menudo– se vincula con las fiestas populares o se considera un asunto de relleno, los flecos y los adornos del programa", opina Eloy Morera, que hace unos días publicó junto a Cristina Abad su nueva novela ‘Creciente de luna’ (Doce Robles, 2023).

Presumiblemente son dos las causas por las que la cultura no esté en la agenda política a la altura de otros temas: es etérea y heterogénea. Por un lado, es mucho más fácil prometer viviendas y regadíos –algo tangible– que algo tan abstracto como apoyo a la creación. Por otro, las necesidades de un coreógrafo no son las mismas que las de un pintor, un pianista, un escritor, un técnico de sonido, un diseñador de moda, un fotógrafo, un dramaturgo, un gestor cultural, un museógrafo...

Quizá por este motivo, cuando una apuesta cultural asoma la patita por debajo de la puerta lo hace en forma de promesa concreta, más o menos rocambolesca: crear una plaza para bailar jotas, impulsar el museo de la Semana Santa, sacar pecho de que venga tal o cual cantante (Quevedo, en este caso, contratado por un promotor privado) o crear un Wizink Center zaragozano, de cuya oportunidad y necesidad dudan los artistas, dado que hay muchos otros escenarios olvidados y abandonados. Otra tema al margen sería la sobreexplotación de la figura de Goya, que ni siquiera eclipsa ya al los creadores emergentes porque se ha convertido en un instrumento para buscar el réditos turísticos.

"La cultura es mucho más que un evento o que una construcción. Una persona sin fundamentos culturales, sin inquietudes artísticas, ¿qué es? La cultura aporta identidad a una sociedad y tendría que ser una prioridad para los políticos", reflexiona Morera, también autor de ‘Cutanda’, que recibió el premio de novela histórica Ciudad de Calatayud.

Al escritor le preocupa especialmente la ‘didáctica cultural’, acaso porque ha trabajado durante muchos años en Faetón Servicios Educativos acercando a los más jóvenes el patrimonio histórico-artístico de Aragón. "Es un universo muy inestable. Es importante llevar la educación a un sentido más práctico, salir del aula y tomar contacto con el patrimonio, y eso está maltratado porque no hay profesionalización. Hay muchos museos que si no fuera por los colegios morirían", dice el autor, consciente de que muchos esfuerzos culturales se hacen ‘por amor al arte’, lo que se traduce en que la cultura es un ‘hobby’ poco sostenible, sin seguridad, certezas, apoyos, ni redes.

Las ruinas propias

"Se potencia mucho el formarse en idiomas, el viajar fuera, el ser competente, pero algo tan intrínsecamente humano como es dedicar un tiempo a la creación no se materializa en propuesta", dice Morera, que comparte también un íntimo lamento: la atención al patrimonio. "Somos uno de los lugares con más patrimonio en la lista roja: se nos están cayendo los castillos, se están perdiendo los palacios y se vienen abajo casas solariegas, y todo lo que proponen es arreglar calles que ya están bien".

"En vez de construir otro museo u otro teatro u otro rascacielos vamos a cuidar los que tenemos, los que existen, y que son realmente exitosos pues han pasado la prueba de la historia, son obra de nuestros ancestros y nos han configurado como sociedad", dice este enamorado confeso de las torres solitarias almenadas en lo alto de un risco (véase la de Marcuello) y autor también de una obra sobre la fortaleza de Mesones de Isuela.

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