Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Entrevista

Carmen Baras: “He visto sufrir a los investigadores y me ha tocado hacer de psicóloga”

Nacida en Zaragoza en 1957, Carmen Baras deja la vicegerencia de Investigación de la Universidad de Zaragoza por jubilación.

Carmen Baras, vicegerente de Investigación de la Universidad del Zaragoza, en el Paraninfo.
Carmen Baras, vicegerente de Investigación de la Universidad del Zaragoza, en el Paraninfo.
Toni Galan

Dicen las buenas lenguas que pocas despedidas por jubilación han congregado en la universidad a tantas personas como la suya.
La comida en la sala Josefa Amar y Borbón fue multitudinaria, eso es verdad. Esa respuesta me hizo sentir muy contenta y satisfecha, porque no solo había compañeros de administración, sino un número muy superior de investigadores. Llevo más de 45 años en la universidad –el 31 mayo dejaré de ser vicegerente de Investigación, ahora estoy de vacaciones– y me sentí muy orgullosa al ver el reconocimiento de tantos vicerrectores por los que he ido pasando, de tantos investigadores relevantes de los que he aprendido tanto.

¿Qué aprendizajes se lleva?Sobre todo a tener paciencia. He estado en la parte de gestión y he aprendido a ponerme en el lugar del otro, a que sus problemas fueran los míos, e imaginar cómo solucionarlos cumpliendo la normativa, a sentirme parte de esas investigaciones y a valorar todo lo que un investigador tiene de colaborador, de solidario. Aunque también hay personalismos, no están en un pedestal y, cada vez más, quieren que su trabajo lo conozca la gente de la calle. Y no tienen horario; los tiempos, las prisas, son muy diferentes y en los momentos de urgencia tienes que estar ahí.

Incluso en fines de semana.
A mí la investigación me atrapó y cuando algo te atrapa, metes las horas que haga falta. Hubo una época en que el despacho del Interfacultades era mi casa. Con el primer proyecto europeo, me quedé hasta por la noche viendo la documentación, sola en el Inter, que me daba hasta miedo.

¿Les ha visto sufrir?
Mucho. Me ha tocado hacer de psicóloga cuando me ha venido alguien diciendo "hasta aquí he llegado, voy a dejar de investigar porque ya no puedo más". Es muy duro que, por una burocracia excesiva o porque la propia normativa a veces es irrealizable, lleguen a plantearse dejarlo. Los he visto muy agobiados en determinados momentos y también he visto cómo recuperan la tenacidad y deciden seguir.

¿Hay también mucha competitividad?Ahora, muchos proyectos son interdisciplinares y eso les ha obligado a trabajar juntos cada vez más. Se necesitan equipos. Antes era el 'yo investigo' y ahora es el 'nosotros investigamos', aunque haya un líder. Siempre hay personalismos, pero esta forma de trabajar les obliga a juntarse. Se vio claramente en la pandemia. Y es muy importante crear escuela. A todos nos llega un momento en que nos jubilamos y algo no va bien cuando te jubilas y tu investigación desaparece. Cuando te jubilas y tienes gente que va tomando el relevo, la investigación continúa. Investigadores de mucho prestigio, con una una relevancia internacional extraordinaria, lo están haciendo; los que están llegando más arriba están creando escuela. 

Recientemente, usted misma ha liderado una investigación.Al final, me ha tocado hacer de investigadora. Junto a dos profesoras de la Facultad de Económicas y Empresa, hemos hecho un estudio sobre la situación de la mujer investigadora en la Universidad de Zaragoza en los últimos veinte años. Me apetecía mucho hacer ese estudio porque tenía la sensación de lo que estaba viendo durante tantos años, pero hace falta tener datos, son básicos  para todo, al final, eso es la ciencia; sin datos, solo tienes intuiciones. Nos ha llevado año y medio y, al final de mi carrera en la universidad, me he puesto realmente, cien por cien, en la piel de un investigador que tiene que sacar un proyecto adelante. 

¿Y se confirmó su sensación?Totalmente. Es verdad que las mujeres han avanzado de forma muy diferente según las áreas. Estudiamos el mapa del personal docente e investigador en la universidad para ver si había consonancia entre hombres y mujeres en participación y en liderazgo, y hemos visto que las mujeres están igual que los hombres en participación en proyectos de investigación y publicación de artículos, pero cuando hablamos de liderar..., ahí se disparan los hombres, incluso en la propia estructura de la universidad. Hay que seguir haciendo estudios y no pensar sin más que vamos por el buen camino y avanzando, porque, aunque hay áreas donde ya no hay tanta desigualdad en el liderazgo, en otras, como las ingenierías, se avanza muy lentamente.

¿Cómo empezó todo en la gestión de la investigación?Fui responsable de crear en la universidad una sección específica de gestión administrativa de investigación, en un despachito que al principio no tenía ni teléfono: me llamaban a contabilidad, que estaba al fondo del pasillo, y venían a avisarme para que atendiera las llamadas.

Y, en los inicios, también sin ordenadores. Con fichas rellenas a mano.Ahora te parece increíble como pudimos funcionar así. Cada proyecto de investigación de la Universidad de Zaragoza tenía una ficha donde se anotaban a mano ingresos y gastos. De vez en cuando, los investigadores venían a consultar; buscabas su ficha y, con calculadora, les sacabas a mano el saldo que les quedaba, se lo apuntaban y se iban.

Y hoy, en la segunda década del siglo XXI, ¿tiene la investigación el peso que debería en la universidad? Aludió a ello en su despedida.Aproveché y dije lo que siempre he pensado. La investigación tiene que estar al mismo nivel que la docencia, tanto en recursos como en estructuras. La reivindicación es que hay que dejar de pensar, desde dentro, que la investigación es algo voluntario, que puedes hacer o no hacer. La investigación no es algo que hace el que quiere, ni mucho menos. Si no hay investigación, esto no es una universidad, es un centro de estudios, una academia, pero no una universidad. En ese 'speech' me vine un poco arriba.

¿Qué va a echar más de menos, después de esos 45 años?
Sinceramente, no lo he llegado a pensar... Lo que más me esta impactando es no tener que madrugar. ¡Eso me encanta! He conseguido no despertarme a las siete y es fabuloso. Casi todos los días quedo a tomar café o a comer con alguien, para no perder el contacto. Siempre me he sentido muy útil, el 90% de lo que me llegaba eran problemas y yo nunca decía "no se puede", sino "está muy complicado, pero lo voy a estudiar". A veces hasta nos hemos llegado a jugar algo, he ganado varias comidas. Eso te hace sentir muy viva, muy en el momento, y esa parte la voy a perder.

¿Se está adaptando bien?
Pensaba que era una leyenda urbana eso de que, cuando te jubilas, el tiempo no cunde, pero es verdad, no cunde nada porque lo haces todo más despacio, no te tomas el café mientras haces la cama, sino una cosa detrás de otra. Es una forma diferente de ver el tiempo y la vida. Cosas que hacía deprisa y a horas intempestivas, como natación o pilates, ya no tendré que hacerlas corriendo.

¿Qué tipo de jubilada va a ser: viajera, lectora, familiar...?
Para empezar, voy a matricularme en Historia del Arte; por primera vez voy a ser estudiante sin tener que trabajar, porque yo estudié Empresariales ya trabajando. Desde hace tiempo, uno de mis vicios confesados es viajar y quiero hacerlo entendiendo mucho más lo que estoy viendo.

¿Ya tiene billetes comprados?
En julio volveremos en familia a Oporto; nos hace mucha ilusión porque nos alojaremos en unos apartamentos turísticos que están en el edificio donde un bisabuelo mío que fue pintor de la corte tenía su estudio. Uno de los regalos de mi despedida ha sido un viaje a Cuba. Después, algo más caerá. Y tengo un montón de libros pendientes: ‘Inmortal’, de Jesús Santamaría, es el que me toca ahora.

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