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Zaragoza esquiva la plaga de cajetines de pisos turísticos cada vez más abundantes en el Pirineo

En ciudades como Málaga o Valencia la Policía ha iniciado batidas para retirar estos elementos por "el uso indebido del espacio público".

En Zaragoza hay medio millar de apartamentos de uso turístico.
En Zaragoza hay medio millar de apartamentos de uso turístico.
Heraldo

Por el Casco Histórico de Zaragoza puede verse alguno, pero a cuentagotas. Más abundantes son en las localidades con más gancho del Pirineo, donde los cajetines de los pisos turísticos se camuflan entre los portales y sus fachadas de piedra. 

En Aragón, por fortuna, no se está dando el problema que acecha a otras Comunidades, donde la laxa legislación sobre este tipo de alojamientos está haciendo que las calles luzcan plagadas de cajetines de llaves de apartamentos turísticos que se anuncian en Booking o AirBnb. Incluso la Policía ha tenido que intervenir para denunciar y comenzar a retirar este tipo de cajas que conllevan un “uso indebido del espacio público”. ¿Qué misterio tienen estos pequeños cofres de plástico? Al acertar con el código de números que salvaguardan su apertura, se abren y ofrecen las llaves a los turistas que van a ocupar la vivienda y así el arrendatario se olvida de estar pendiente de ellos.

En Zaragoza, según datos del Gobierno de Aragón, hay cerca de medio millar (467) de viviendas de uso turístico, la mayor parte de las cuales se concentran en el Casco Histórico. En calles como Alfonso I, Espoz y Mina, el Coso o, incluso, Doctor Palomar se pueden ver algunos de estos cajetines, si bien no es esta una práctica extendida a orillas del Ebro y tampoco ha sido objeto de denuncias. A pesar de la que la Policía Local de Málaga o Valencia hace batidas periódicas para retirar este tipo de artefactos -que en ocasiones, incluso, se adhieren al mobiliario urbano-, fuentes de la Policía Local de Zaragoza dicen que no tienen constancia de denuncia alguna. El motivo es que la capital aragonesa no ha sufrido la fiebre ni el crecimiento exponencial y sin freno de esta oferta de alojamiento, que -por ejemplo- en la capital de la Costa del Sol se ha multiplicado por diez en apenas seis años.

“Nosotros entregamos las llaves en las recepciones de nuestros hoteles. Nuestro ‘check in’ siempre es presencial porque se solicita la documentación de los huéspedes y las fianzas correspondientes”, explica Laura Lardiés, una de las responsables de AzaAlojamientos, empresa que gestiona una cartera de más de cuarenta pisos en el Casco Histórico. “De esta forma, también se explica al cliente todo lo necesario: desde ubicación a normas, restaurantes, museos o si quieren apuntarse a nuestro ‘free tour’ matinal”, añade. En ninguno de sus apartamentos tiene cajetines, de los que en otro lares han surgido como setas y se han colocado de cualquier manera, incluso en fachadas protegidas por Patrimonio.

“Antes nos lo llevaba todo una agencia, pero nos parecía que lo alquilaban pocos días, así que animé a mis padres a ponerlo en Booking y gestionarlo por nuestra cuenta”, explica Marina Redondo, que tiene un apartamento turístico en el valle de Tena. “Era un fastidio vivir en Zaragoza y tener que subir a dar las llaves y fueron unos inquilinos los que nos sugirieron lo del cajetín porque lo habían visto en otros pueblos y así nos ahorrábamos ese paso”, comenta Redondo. Dicho y hecho, en internet encontró una de estas cajitas de plástico por unos 30 euros, pidió permiso a la comunidad de vecinos -paso que no todos cumplimentan- y ésta lo aceptó y el cajetín acabó colocado en la entrada. El ingenio tiene un código de cuatro dígitos (como los candados que suelen usarse para las taquillas o las maletas) que se va cambiando en función de cada nuevo cliente y el huésped recibe el número en su móvil para recoger las llaves. “Lo cómodo es que no hace falta verse cara a cara con el inquilino en ningún momento. Cuando se va, deja las llaves dentro y, entonces, nosotros o la persona que acude a limpiar repite la operación e introduce la nueva clave en la cajita”.

Uno de los cajetines, en una vivienda del valle de Tena.
Uno de los cajetines, en una vivienda del valle de Tena.
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En este caso, el cajetín está justo debajo del portero automático y pasa casi desapercibido, camuflado gracias a su color grisáceo. El problema es cuando empiezan a acumularse unos tras otros y, obviamente, han de colocarse en plena calle porque contienen también la llave que da acceso al portal. Hay casos también, no obstante, en los que el turista tiene que esperar un alma caritativa que le abra la puerta en primera instancia porque el cajetín está dentro del rellano.

“Ya antaño se echaban las llaves al buzón cuando uno se iba, pues esto viene a ser parecido”, dice Fernando Silbo, que también hace uso de estas cajas de custodia para llaves en su AirBnb en el valle de Benasque. “Al principio tenía dudas sobre si era fácil reventar el código de seguridad, pero hay todo tipo de modelos, de infinitos números o, incluso, que se activan con una clave del teléfono móvil”, comenta. La otra gran ‘amenaza’ de estos cajetines no es que sean fáciles de reventar, pero sí que se han dado casos de vándalos que, con el lema de ‘tourist go home’, los han cubierto de silicona (en Madrid se autodenominan ‘comando Loctite’) y los han dejado inservibles. “Una caja en la calle. El turista llega y consigue la llave. No hay recepción. Nadie te atiende. El turista se va y deja la llave. ¿Puestos de trabajos creados?”, denuncian en una de las muchas cuentas de Twitter en contra de los AirBnb.

En Escarrilla, Sallent o Formigal estos cajetines se están multiplicando como la pólvora e, incluso, en webs como Booking recomiendan unos u otros alojamientos con comentarios como “La entrada es un poco liosa al llegar pero te envían instrucciones detalladas con video incluido y dejan las llaves en un cajetín con código”. Un paso más allá -aunque visualmente mucho más discreto- es el que puede verse en el hotel Tierra Boutique de Biescas, en donde hay una gran oferta de apartamentos que ofrecen al cliente “completa autonomía”. En el hall del edificio hay una suerte de cajero automático que es el que distribuye las llaves a los clientes en función de la clave que cada cual haya recibido durante la reserva. Es como una gran pantalla de ‘blockbuster’, que en lugar de escupir cintas de vídeo entrega las llaves y tarjetas precisas para la estancia vacacional.

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