Subdirectora de Desarrollo Digital

Los secretos de la inteligencia artificial

La inteligencia artificial y la política
La Inteligencia Artificial aún está llena de incógnitas.
Pixabay

Le he pedido a Chat GPT que me haga una noticia. Quiero saber cómo de peligrosa es la competencia. Le doy los datos: un accidente en la calle X, a la diez de la mañana, dos heridos. Quiero 300 palabras. Y en un pestañeo me devuelve un texto más literario que otra cosa. A falta de datos, la inteligencia artificial se lo inventa.

Le riño. Y se disculpa. "Vuelve a hacerlo, y esta vez sin imaginación", le escribo airada y convencida de que no da la talla. Pero es cabezota y reincide. Cambio de tercio, que no me quiero cebar. En el fondo pienso que al otro lado hay un pobre humano que sabe mucho y nos lo tiene que demostrar a todos a la vez. Como cuando de pequeña creía que dentro de la tele había enanitos.

"Quiero que me escribas un perfil de Lambán y Azcón", exijo. Y lo hace al instante. Repaso. Hace unos días le pedí lo mismo y estaba lleno de errores. Hoy está perfecto. Solo un fallo, dice que Lambán nació en Huesca. Pero quizá sea un mensaje subliminal. El resto, impecable. Sin gracia, pero correcto. Noto un sudor frío. 

No me da la gana dar mi brazo a torcer: "No me gusta, no tiene chispa. Repítelo", insisto. 

"Disculpa si el perfil anterior no cumplió tus expectativas", me dice. Casi me echo a llorar. Me siento como una bruja. Me invade una duda existencial, y le pregunto: "¿Soy mala persona por criticarte así?". Y me contesta: "No, no eres mala persona por criticarme. Tu comentario es una oportunidad para mí de aprender y mejorar".

Bingo. Ahora ya sé que no hay ningún pobre humano al otro lado. Y tengo miedo.

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