terrorismo

El último etarra de la prisión de Daroca quedará libre en 10 días en el País Vasco

El terrorista Faustino Marcos Álvarez quería acabar su condena en Aragón y no aceptó hablar con una delegación de Bildu que defendían el traslado de los presos.

Imagen de archivo de la cárcel de Daroca.
Imagen de archivo de la cárcel de Daroca.
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Cuando Instituciones Penitenciarias anunció el traslado del etarra Faustino Marcos Álvarez el pasado viernes, desde la prisión de Daroca a otra sin determinar del País Vasco, en el último grupo de cinco internos de ETA que quedaban por mover hacia su región natal, apenas le quedan 10 días para acabar de cumplir su condena.

El símbolo del final de la dispersión de los etarras: el Gobierno de Pedro Sánchez quería cerrar la cuenta de los últimos terroristas trasladándolos a su tierra, aunque en este caso, como en el del penúltimo que salió hace una semana en libertad de Daroca, Sebasten Jon Gurtabay, ellos no querían regresar al País Vasco.

Fuentes penitenciarias sostienen que “ninguno de estos dos últimos etarras de Daroca quería ser trasladado a prisiones de su tierra” y así se mantuvieron Sebasten Jon Gustabay y Faustino Marcos Álvarez en la cárcel de Daroca, hasta que el Gobierno decidió por ellos.

De hecho, la presión de Bildu fue manifiesta, hasta el punto de que una delegación de este partidió acudió a la cárcel de Zuera en septiembre del año pasado (el diputado del Congreso, Jon Iñarritu; el diputado del Parlamento vasco, Iker Casanova; el diputado del Parlamento de Navarra, Laura Aznar; y el secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez) para reunirse con presos de ETA como la pareja formada por Eider Pérez Aristizábal e Igor Solana, que fueron trasladaos al País Vasco.

Pero ese tipo de visita se reiteró también en la prisión de Daroca, con una consecuencia contraria de estos dos internos.

“Los dos internos que decidieron quedarse en Daroca no aceptaron mantener esas conversaciones con los políticos de Bildu”, reconocen fuentes penitenciarias. De esta manera, pasaron a conformar el grupo de los últimos siete que quedaban en prisiones que estaban fuera del País Vasco (donde hay 164) y Navarra (11).

Faustino Marcos Álvarez será trasladado a un centro penitenciario del País Vasco aún por determinar el próximo sábado 8 de abril, en plena Semana Santa.

Según fuentes penitenciarias, una semana después de su llegada a la cárcel del País Vasco saldrá en libertad definitiva tras haber cumplido una condena de 12 años y 14 meses por haber montado un laboratorio para fabricar explosivos. Fue condenado por los delitos de pertenencia armada, tenencia de armas y falsificación. Ingresó en prisión el 20 de febrero de 2010 y en diciembre de 2019 ya había cumplido las tres cuartas partes de la condena.

Los dos últimos etarras de Daroca

En la prisión de Daroca solían juntarse (Jon Gurtabay y Faustino Marcos Álvarez) para andar y correr por el patio o bien hacer pesas. Estaban siempre juntos”, describe un funcionario del centro. “Solo hablaban entre ellos, eran muy serios y no solían tratar con otros presos”

Entre los internos de ETA que quedaron del centro penitenciario aragonés hubo alguno que reclamo un profesor de Formación Profesional que procediera del País Vasco, como una reivindicación que no se podía cumplir, pero al hablar de Faustino Marcos Álvarez se le califica como “plano” o “mudo” porque “ni si quiera te enteras de que está” en la prisión.

Llegó hace dos años a la prisión aragonesa, entonces llegaron a convivir seis miembros de la banda terrorista entre los 350 internos de Daroca, pero no ha provocado ningún problema.

De hecho, los dos últimos miembros de ETA en esta prisión aragonesa recibían visitas de sus familiares, que fueron a recibir a Jon Gurtabay cuando salió el pasado sábado 18 a las puertas del centro penitenciario aragonés, donde se hicieron una fotografía con las banderas de Euskadi para la asociación Etxerat, que publicaron en redes sociales.

El final de la presencia de los alrededor de 200 etarras en las cárceles aragonesas cierra una historia que ha perfilado la historia de los centros de Huesca, Torrero, Zuera, Teruel y Daroca, por donde han pasado cumpliendo sus condenas por terrorismo; una historia que ha marcado a los funcionarios que tuvieron que actuar con “mucha profesionalidad” (reconoce un funcionario) frente a la actitud de algunos de estos presos. 

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