La lucha por la supervivencia de los últimos cines de pueblo

Contra viento y marea, contra plataformas y pandemia, persisten en pequeñas localidades salas de proyección con programación sostenida. No son rentables, pero sí necesarias.

El cine de Candasnos, que lleva 45 años en funcionamiento de forma ininterrumpida, cuenta con las butacas que pertenecieron al cine Coso de Zaragoza.
El cine de Candasnos, que lleva 45 años en funcionamiento de forma ininterrumpida, cuenta con las butacas que pertenecieron al cine Coso de Zaragoza.
Laura Uranga

Es la gran pirueta final en la que el acróbata se juega la vida. De la época gloriosa de los cineclubs se ha pasado, en apenas 40 años, a una cruda lucha por la supervivencia. Muchas salas de cine de pequeñas localidades aragonesas han tenido que echar el cierre, pero hay otras que batallan a brazo partido para no tener que bajar la persiana. Es cierto que algunos espacios se han reconvertido en pabellones de fiestas o centros polivalentes, pero otros –con una tozudez muy propia de esta tierra– se esfuerzan por mantener una programación sostenida.

En los últimos tiempos todo han sido reveses: piratería, digitalización, poco interés de las distribuidoras y, para acabar de fastidiarla, una pandemia mundial que obligó a imponer cierres y aforos. «Son muchas cuestiones que afectan al sector de la exhibición. La piratería dio un golpe importante a comienzos de siglo XXI y esta lacra aún sigue. Sin embargo, ha sido la irrupción de las plataformas televisivas combinada con los cierres por la pandemia lo que ha provocado importantes cambios de hábito entre el público», explica Pere Aumedes, gerente de Circuit Urgellenc, que lleva –entre otras– las salas de Zaidín, Graus, Boltaña, Sariñena o Binéfar. «Actualmente estamos entre el 55 y el 60% de la asistencia a estas pequeñas salas, muchas de ellas municipales, respecto a la que teníamos en 2019», añade. En su opinión, parte de esta caída de espectadores es achacable a «la ausencia de grandes títulos de Hollywood, que ahora se simultanean con los estrenos en las plataformas o se reservan solo para ellas. El cine nacional y europeo es de mucha calidad, pero al público le cuesta», afirma Aumedes, consciente también de los problemas de despoblación en muchas zonas de Aragón, así como del mérito que supone mantener con vida cines de pequeñas localidades como Candasnos, Fabara, Villarquemado, Tamarite de Litera o Paniza.

La inversión que exigía la digitalización de las salas acabó con muchos cines 'de toda la vida'

Auténtica pasión por el celuloide y por los rollos de película de 35 milímetros es lo que llevan demostrando en Candasnos los últimos 45 años. «Cuando se fue a cerrar el cine casi hubo una movilización popular, por lo que se formó la asociación cultural para evitar que echara la persiana», cuenta Ricardo Vallespar, presidente del colectivo que ha conseguido no solo mantener abierto sino también modernizar la sala que ocupa un edificio de las antiguas Cámaras Agrarias. Con capacidad regular para 140 personas (el pueblo cuenta con poco más de 300 habitantes), una de las singularidades del ‘Cámara’ es que heredó las butacas del desaparecido cine Coso de Zaragoza, unos asientos de madera con fieltro rojo pasión. «Fue en octubre de 1989 cuando, además de las butacas nuevamente barnizadas, se cambió el suelo de la sala y se adecentó todo el cortinaje. De los asientos originales apenas queda la madera porque se volvieron a tapizar gracias a unos talleres del Bajo Cinca», explica el portavoz de una asociación que tiene alrededor de 130 miembros, que cada seis meses pagan religiosamente sus cuotas.

Los responsables de la entidad atesoran mil y una anécdotas de este medio siglo de proyecciones que darían para una o dos novelas. Cuentan –como botón de muestra– que en agosto de 1978 se programó ‘Emmanuelle II’, una película controvertida por su alto voltaje erótico. «El salón estaba lleno y, en lo mejor de la historia, se estropeó el sonido. Tras un referéndum rápido se decidió continuar con la proyección sin sonido, lo cual no restó ni ápice de interés por un filme que fue todo un hito en la época del destape», comentan. Hoy en día, la oferta que mejor funciona es «la película española de actualidad» y, de hecho, uno de sus últimos hitos se logró con el pase de premiadísima ‘Las niñas’, de Pilar Palomero, porque una de las jóvenes protagonistas, Andrea Fandos, es de Bujaraloz y «tiene familia en Candasnos».

El proyector de Candasnos es un modelo Ossa A-60 comprado de segunda mano.
El proyector de Candasnos es un modelo Ossa A-60 comprado de segunda mano.
Heraldo

La sala Goya de Mequinenza, situada a media hora de Candasnos, es un duro rival para el cine Cámara, pero mientras el primero programa novedades en cartel (este fin de semana ‘13 exorcismos’ y ‘La emperatriz rebelde’), el segundo incluye –de vez en cuando– exquisiteces como «cine libre de Francia o de Japón». «Lo importante, en cualquier caso, es mantener el cine con vida», dice Vallespar, que no ‘teme’ la competencia de las plataformas y el ‘home cinema’ porque «no se puede comparar el ver una película en una sala a oscuras y en pantalla grande con verla en un móvil o una tablet».

Paniza y las butacas del Elíseos

Son muchas las antiguas salas de proyección que, con tal de no vaciarse de contenido, se han reconvertido en espacios multidisciplinares donde tan pronto ensaya una banda, como se reúne una asociación o se eleva el telón de una obra de teatro. Esta función cumplen, sin ir más lejos, el bilbilitano Teatro Capitol o el Salón Blanco en La Almunia de Doña Godina, que recientemente renovó toda su caja escénica con una inversión de 800.000 euros. Otras de las últimas ‘reinvenciones’ es la que se ha dado en Paniza, cuyo alcalde, Manuel Cebrián, explica que «antiguamente, hace décadas, había un cine en el pueblo, el Zócar se llamaba, pero se quedó pequeño». Hace unos años, el Consistorio redobló esfuerzos para recuperar un «salón simbólico y emblemático» porque «hay siete asociaciones culturales, que necesitaban un espacio para sus actividades». Recuperar lo que hoy es el cine de Paniza fue un proceso largo. El lugar donde se asienta fue propiedad de la Iglesia hasta 2009, cuando el Ayuntamiento lo compró al Arzobispado de Zaragoza por 105.000 euros, casi la misma cantidad que se invirtió en su reforma. «En Paniza se utiliza la sala para otros espectáculos como la recepción de los Reyes Magos o la fiesta de los Santos Inocentes, que aquí es muy importante, pero parte de la programación fundamental es la proyección de películas», apunta Cebrián, que logró el objetivo de reabrir el cine en julio de 2022. Las antiguas butacas de madera, hasta 192 asientos, se sustituyeron por las más reconfortantes recuperadas del desaparecido Elíseos de Zaragoza. También junto a lo que fuera antigua guardería parroquial ha quedado expuesto un vetusto proyector de películas restaurado, y una serie de fotografías de la evolución del edificio a lo largo de las últimas décadas.

‘I love cine de pueblo'

Es necesario reconocer que en los últimos años también ha habido que lamentar bajas en muchos cines de pueblo (véase los casos del Montecarlo de Valderrobres o la sala de Monreal del Campo), a pesar de campañas de sensibilización como ‘I love cine de pueblo’, que contó con colaboradores como Antonio Resines o Gaizka Urresti. Se hacía entonces un llamamiento para apoyar la supervivencia de estos espacios, a los que la pandemia y el decreto del estado de alarma, puso contra la espada y la pared. El objetivo era conseguir financiación para poder pagar las nóminas de medio millar de sus trabajadores y se pusieron a la venta desde ‘merchandising’ hasta paquetes de entradas o bonos en poblaciones como Mequinenza, Tamarite de Litera y Sariñena. «Salvar los cines de pueblo puede parecer una causa romántica que lucha contra la evolución, pero no es cierto. Estos cines permiten a los pueblos seguir vivos y son capaces de retener a la población más joven. La cultura mantiene vivas las zonas rurales», aseguran los ideólogos de una campaña que tenía como lema ‘No podemos dejar que su luz se apague’.

El cineasta Sergio Duce, en el rodaje de 'La tierra muerta'.
El cineasta Sergio Duce, en el rodaje de 'La tierra muerta'.
Heraldo

Béisbol en Ateca

El director atecano Sergio Duce (‘La tierra muerta’) recuerda cómo el cine de su pueblo «era enorme, con una pantalla exageradamente grande, al menos ese es mi recuerdo de niño», se justifica. «Por supuesto no traía películas de estreno, pero nuestro mundo era tan pequeño poco nos importaban que fueran títulos de hace dos o tres años», dice Duce, que cuenta que las historias que proyectaban condicionaban tanto la vida de su pandilla que tras ver ‘El mejor’ (1984), con Robert Redford, él y sus amigos se manufacturaron bates y se inventaron una liga de béisbol en Ateca. Aquel cine cerró a finales de los 80 y, entonces, quedó más más remedio que ir a Calatayud «para ver ‘Titanic’ con un descanso e intermedio». Duce también recuerda que antaño se fomentaba más el cine al aire libre y que en Ateca, con el bocata y una silla llevada de casa, se solía ver ‘Los jueves milagro’, porque Berlanga la rodó en 1956 en Alhama de Aragón y «había algunos figurantes del pueblo».

Es ésta otra derivada, la de las filmaciones en el medio rural, que sirven de acicate para que los vecinos de –por ejemplo– Veruela (‘La marrana’, 1992), de Sos del Rey Católico (‘La vaquilla’, 1984’) o Murillo de Gállego (‘Tata mía’, 1986) no pierdan vínculos con el séptimo arte. Ejemplos más recientes encontraríamos en Uncastillo (‘De tu ventana a la mía’, 2012), Bielsa (‘Palmeras en la nieve’, 2017) o Fanlo (‘Julieta’, 2016). Este tirón y vigencia podría mostrar su músculo también gracias a prestigiosos festivales fílmicos de pequeñas localidades como el de Fuentes o el de animación de Ainzón, cuyo salón de cine tiene igualmente una historia que merece ser reseñada.

La reconversión digital

Se cuenta que fue en 1950 cuando se decidió crear un espacio en el que «dar estabilidad a las proyecciones itinerantes que recorrían la comarca». El Ayuntamiento consiguió la permuta de unos terrenos en el barrio bajo y allí se alzó el edificio que albergaría de manera definitiva el cine. Pasados los mejores tiempos, el progresivo desembarco de la televisión en los hogares del pueblo sumado a la pérdida de población en las décadas de 1960 y 1970 hicieron que en 1985 el cine estuviera a un tris de cerrar. Cesó entonces su vinculación con la Iglesia y pasó a ser gestionado por un ‘cineclub’ con más de 300 socios, cifra nada desdeñable porque entonces eran poco más de mil los habitantes del municipio.

'Cinema Paradiso' se considera una declaración de amor al séptimo arte.
'Cinema Paradiso' se considera una declaración de amor al séptimo arte.
Heraldo

En los albores del siglo XXI comenzó a afrontarse la renovación de la sala y, por ejemplo, hubo de sustituirse el antiguo proyector ‘de carbones’ o otro más recientes de lámparas de xenón. No fue este, sin embargo, el salto definitivo porque a los pocos años se habría que volver a reciclarse y pasar de la película de celuloide y el rollo de 35 milímetros a los formatos digitales se estaban imponiendo. Explican los expertos que esta transición se convertiría en una losa para cientos de cines, «puesto que las administraciones públicas, al contrario que en el resto de Europa, no ofrecieron programas de ayudas específicas para dar el paso. En el caso de Ainzón fue la Diputación Provincial de Zaragoza la que subvencionó el nuevo proyector y facilitó, entre otras cosas, la continuidad de un certamen como ‘Animainzón’ o la proyección semanal de títulos de estreno de los que aquí se hace cargo (como en Borja Calanda, Tauste, Fabara, Calamocha y Daroca) la empresa Servoeléctrico, con más de 40 años consagrada a suministrar material audiovisual a municipios de Aragón.

"Esta inversión no ha de entenderse como
un gasto sino como una oferta de ocio"

Historias semejantes a la de Ainzón podrían contarse de muchas otras salas que, por lo general, vivieron sus días de gloria allá por los años 60 y 70. En Utebo añoran el cine Gaby que cerró sus puertas en 1983 y en Daroca recuerdan ‘taquillazos’ de hace casi medio siglo como el de ‘El jovencito Frankenstein’, de Mel Brooks, o algunos más ‘recientes’ (30 años han pasado) como ‘La máscara del zorro’, con Antonio Banderas. En aquella época incluso la popularización del vídeo doméstico comenzó a hacer ‘pupa’, pero lo más dañino, sin duda, fue que en 2012 se decretara una digitalización obligatoria. Esta decisión, que exigía inversiones cercanas a los 50.000 euros por sala, hizo que muchos pequeños cines se quedaran por el camino. En Fabara, por ejemplo, pasaron una campaña entera –la de 2013– sin poder proyectar hasta que renovaron los equipos de proyección. Ahora su cine vuelve a gozar de buena salud (este fin de semana exhibe la comedia ‘El menú’), si bien esa salud se apuntala en unos 50 o 60 espectadores, lo que no impide que la sala deje de ser deficitarios. «Esta inversión no ha de entenderse como un gasto sino como una oferta de ocio tal como muchos otros servicios: las piscinas o los equipamientos deportivos tampoco aportan rentabilidad», explican desde los consistorios que siguen apostando por mantener con vida sus cines de pueblo. El negocio –obviamente– son las grandes salas y en estos pequeños núcleos rurales el grueso de la factura se lo llevan los gestores o distribuidores de las películas, dado que los gastos de personal (operador y portero-acomodador) son exiguos.

En Aragón, según los datos de la Sociedad General de Autores, ha pasado de haber 46 cines en el año 2000 a poco más de una veintena que siguen funcionando en la actualidad. Otro de estos meritorios supervivientes es el de la localidad turolense de Villarquemado, cuya relación con el cine está a punto de convertirse en centenaria. «La historia del ‘Cine de la Porfi’, situado en la calle de Santiago Sebastián, comienza en 1928, cuando los hermanos Elena deciden abrir una sala donde proyectar películas. Entonces, claro, era cine mudo y se proyectaban los domingos», explican fuentes municipales. Consciente de la importancia histórica de este cine, el Ayuntamiento de Villarquemado adquirió la propiedad del edificio en 2006 con la intención de restaurarlo y mantener su particular estructura, ya que éste es uno de los pocos cines a los que se accede por el lado donde se encuentra la pantalla: lo primero que se observa al entrar a la sala son las butacas y el hueco por el que se proyecta la película. En la actualidad, el cine –con una capacidad de 250 plazas–, se ha convertido en el espacio central de la actividad cultural del municipio tanto para ver películas como obras de teatro o espectáculos de danza.

Una sesión de Chaplin con piano en el cine de Daroca.
Una sesión de Chaplin con piano en el cine de Daroca.
Heraldo

Chaplin y los hermanos Marx triunfan en Daroca

El cine de Daroca reserva su pantalla los domingo para películas de estreno pero completa su programación con una deliciosa filmoteca de la que se hace cargo Arcadio Muñoz, que es también alcalde de Aldehuela de Liestos. «Llevamos diez años poniendo copias restauradas de los clásicos y es sorprendente ver que enganchan hasta a los jóvenes, que suelen tener reticencias al blanco y negro o al cine mudo». Chaplin (incluso con un piano en directo) o los hermanos Marx son de los más celebrados.

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