Guillermo Sánchez, director del IES Ramón y Cajal, premio escuela del año: "Los alumnos han forjado mi vocación, iba para el teatro"

Este profesional cree que las cosas no se cambian imponiendo sino, al revés, convenciendo.

Guillermo Sánchez, director del instituto Ramón y Cajal de Zaragoza, en una de las aulas del premiado centro
Guillermo Sánchez, director del instituto Ramón y Cajal de Zaragoza, en una de las aulas del premiado centro
Guillermo Sánchez

Guillermo Sánchez Guiu (Zaragoza, 1964) iba para director de teatro, pero lleva 33 años en la docencia y ahora dirige el instituto Ramón y Cajal de Zaragoza. El Rey acaba de entregar al centro el premio Escuela del Año 2021 concedido por la Fundación Princesa de Gerona. Es de los que cree que las cosas no se cambian nunca imponiendo sino, al revés, convenciendo. Algo que también aplica a la nueva filosofía educativa que tan buenos resultados ha dado en este IES del Gancho zaragozano. 

Le voy a pedir algún cotilleo de la visita. Pero nada de rumores, ¡un chascarrillo real!

El Rey se saltó mucho el protocolo, si tenía que ir a un sitio y veía gente en otro allá que se iba a dar la mano. Llevaba a todos los de su alrededor, sobre todo a los de seguridad, con un poco de preocupación. Cuando estuvimos en el invernadero contó que le gustaba la borraja y que la suele comer.

¿Siempre quiso ser profesor?

En realidad estudié Filología Hispánica y estaba orientado hacia el teatro. En la universidad dirigí el grupo de teatro y estrené tres obras mías. Estaba decidido a intentarlo en ese mundo. Me llamaron del Instituto de la Juventud de Madrid cuando tenía 23 años porque habían seleccionado a 10 jóvenes autores para un curso de formación. Pero se pusieron enfermos mis padres y tuve la necesidad de estabilizarme y estar en Zaragoza. Aprobé las oposiciones y mi vocación se ha ido forjando y aumentando a lo largo de los años con la práctica y sobre todo con el alumnado.

"Cuando estuvimos en el invernadero Felipe VI contó que le gustaba la borraja y que la suele comer"

En su discurso ante el Rey, con muy buenas palabras, fue reivindicativo.

El galardón era para la enseñanza pública porque lo público es lo común y lo que proporciona justicia e igualdad. Los docentes somos los que llevamos a la práctica la normativa el día a día. El profesor para ser un buen transmisor de conocimiento y un buen apoyo para su alumnado tiene que estar motivado y verse reconocido. Se lo pedía a las administraciones pero también a la sociedad en su conjunto. El maestro es fundamental para educar a ciudadanos que sean capaces de discernir y de ser críticos con la política, la publicidad, las redes sociales y los medios. Por cierto, después me pidió una copia del discurso el jefe de protocolo de la Casa Real.

Con la Lomloe a medio implantar, la nueva Evau que va y viene y las elecciones a la vuelta de la esquina, ¿hay incertidumbre?

Los docentes somos el último eslabón pero siempre ponemos por encima de lo que pasa alrededor el conocimiento científico y el bienestar social de nuestro alumnado. Es un año complicado. La Lomloe se ha implantado muy deprisa y no nos ha dado tiempo para formarnos en ella. No queremos tanto cambio legislativo, queremos que los políticos y la sociedad lleguen a acuerdos y hagan leyes educativas estables.

"Para generar la nueva filosofía educativa que nos planteamos hace años en el Ramón y Cajal no hay que imponer nada, hay que convencer"

En el instituto Ramón y Cajal la nueva filosofía educativa es una realidad. ¿Cuál es el secreto?

Para generar la nueva filosofía educativa que nos planteamos hace años en el Ramón y Cajal no hay que imponer nada, hay que convencer sobre ella para que la abrace la comunidad educativa como aquí lo hizo el claustro. Hay que escuchar a los docentes y equipos directivos y los políticos tienen que estar más en la calle y visitar más los centros para ver la realidad.

Conviven una treintena de nacionalidades en las aulas. ¿La diversidad es riqueza?

No puede haber guetos educativos, cada centro debe ser el mejor. Aquí la convivencia se recuperó gracias a un esfuerzo importantísimo y a la implicación de todos para dar a nuestros alumnos la excelencia pedagógica, el bienestar emocional, el acompañamiento y las herramientas para que cuando salgan del instituto estén en la misma casilla de salida que otros. Soy consciente de que es algo utópico, porque luego los que tienen más recursos acceden a los mejores másteres y a las estancias en el extranjero.

"Los políticos tienen que estar más en la calle y visitar más los centros para ver la realidad"

Ahora, una pequeña confesión. ¿Hicieron un lavado de imagen del instituto para la visita?

Hubiera sido una buena oportunidad para acometer alguna mejora que llevamos reclamando desde hace tiempo, pero solo hemos recibido algún compromiso. Es urgente arreglar el exterior, los patios, que están llenos de grietas y pequeños escalones. Una de las personas de la Fundación Princesa de Gerona se cayó y se rompió el radio. Además, las puertas del instituto se caen a pedazos y hay baños indecentes.

Por cierto, ¿sigue con el teatro?

Solo tengo tiempo para escribir poesía. Este centro y el cargo y el arte requieren tanta entrega que no tengo la capacidad para compaginarlas y desarrollarlas seriamente. Pero mi propósito cuando me jubile es el teatro y la pintura a tope, además de colaborar con entidades sociales.

Comentan que acaba cada claustro del centro diciendo: «¡Y que viva el amor!».

(Risas) Todo empezó en una graduación de 2º de bachillerato. Leí mi discurso y aquí hay tanto afecto que espontáneamente me salió: «Y que viva el instituto Ramón y Cajal y que viva el amor». Caló tan hondo que ahora si al acabar una reunión en la que estamos todos no lo digo decepciono.

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