Más de 1.500 kilómetros de carretera al mes para servir de botiquín a siete pueblos de Teruel

Belén Galve es la farmacéutica de Villel desde hace 21 años y cada semana hace varias rutas para ir donde va el médico y poder dispensar las recetas.

Belén Galve es la farmacéutica de Villel desde hace 21 años
Belén Galve es la farmacéutica de Villel desde hace 21 años
H. A.

Hace 21 años que Belén Galve es la farmacéutica de Villel, una pequeña localidad a apenas 15 minutos en coche de Teruel capital. Por aquel entonces, ella contaba con tan solo 25 años pero surgió la oportunidad de quedarse con la farmacia en la que trabajaba desde hacía un año y no pudo decir que no. Había terminado sus estudios recientemente, en Valencia, por lo que este fue su primer trabajo y, de la noche a la mañana, se hizo emprendedora y dueña de su propio negocio.

Pero tener una farmacia es, además de un negocio, prestar un servicio y trabajar por el bien de los demás. Por ese motivo, Belén no ha reducido ni un solo día las rutas que, junto a una de sus empleadas, realizan por su zona sanitaria. En total, la farmacia de Villel sirve de botiquín a siete pueblos de los alrededores, recorriendo al mes más de 1.500 kilómetros por carreteras a menudo en estado mejorable. El más alejado es El Cuervo (a 32 kilómetros) y también viajan a Camarena de la Sierra, entre otros. A algunos van solo una vez a la semana, pero a otros dos o incluso tres. “Siempre que va el médico”, puntualiza Belén. Y eso que ahora, con la receta electrónica, las cosas han cambiado y, a no ser que sea una dolencia puntual, la prescripción de un medicamento ya no va siempre ligada a la visita del doctor. 

"Cada farmacia pone sus horarios y, si quisiera, podría ir solo una vez al mes, pero me da mucha pena dejar a la gente sin servicio. A veces pierdo dinero pero si lo quito ya no volverá"

Por eso, en ocasiones sucede que se desplazan en pleno invierno para volver habiendo dispensado una receta o ninguna. “Cada farmacia pone sus horarios y, si quisiera, podría ir solo una vez al mes, pero me da mucha pena dejar a la gente sin servicio. A veces pierdo dinero pero si lo quito ya no volverá”, reconoce Belén. Su farmacia está en Villel, en un local del Ayuntamiento en régimen de alquiler. De puertas para fuera, en este establecimiento parece que solo se dediquen a dispensar medicamentos pero en las farmacias hay mucho más trabajo detrás. “También hacemos seguimientos al paciente, nos dedicamos a la dermocosmética y, por supuesto, existe todo un trabajo interno de gestión”, explica.

El público de esta farmacia es mayoritariamente de edad avanzada: primero, por el envejecimiento poblacional de los pueblos; y, segundo, por ser los pacientes que más medicación necesitan por norma general. Para Belén, el trato con ellos es una de las mejores partes de su trabajo. “Además de vender, haces de todo. También eres confidente o resuelves dudas, sobre todo durante la pandemia, cuando ejercimos un poco más ese servicio público”, confiesa. 

La farmacia de Villel abre todos los días, de 11.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00, aunque en el rato del mediodía, que es cuando se vuelve de los pueblos, suele haber alguien que atiende en caso de urgencia. El establecimiento forma parte del área de la capital y las guardias se organizan con las demás farmacias de dicha zona. “Son guardias localizadas, es decir, la farmacia puede estar cerrada pero yo tengo que estar localizable en el móvil”, explica Belén. 

"Además de vender, haces de todo. También eres confidente o resuelves dudas, sobre todo durante la pandemia, cuando ejercimos un poco más ese servicio público"

En estos 25 años que lleva detrás del mostrador de la farmacia de Villel, ha tenido épocas buenas y otras no tan buenas y, aunque ha habido momentos de duda, nunca se ha planteado cerrarla y abrir una en Teruel capital, por ejemplo. “Hay años que va mejor y otros en los que te desesperas. Nuestro grueso es la receta de la seguridad social, es el ingreso básico, y hubo una época en la que el Gobierno de Aragón dejó de pagar. También han bajado mucho los márgenes porque los precios de los medicamentos, cuando pasan a genérico, pueden ser intervenidos por el Gobierno”, señala, como algunas de las dificultades a las que se enfrenta. “Es un pueblo pequeño y no es como una farmacia de ciudad grande. Es más complicado”, añade. Para aliviar un poco los gastos de autónomos, este año Belén se ha podido beneficiar de una subvención de la comarca Comunidad de Teruel dirigida a la estructura comercial y los servicios básicos del medio rural.

Anteriormente, Belén tenía contratada a otra farmacéutica, lo que le permitía coger vacaciones más largas y estar algo más desconectada. Ahora, sus empleadas son dos auxiliares. Una de ellas vive en el mismo pueblo, en frente de la farmacia, y la otra en Teruel. Pero para cubrir las guardias solo puede ser ella. En cualquier caso, poder conciliar su vida laboral y familiar (tiene tres hijas) es una ventaja que pesa más que los contras de tener una farmacia en el medio rural. Cuando se puso al frente de ella, todo fue motivado por las circunstancias y aceptó el traspaso animada por su hermano mayor, un referente tras el fallecimiento de su padre. Ella venía de estudiar la carrera en Valencia y nunca antes se había planteado tener una farmacia en un pueblo.

Pero cuando su jefa y anterior dueña le ofreció quedarse con el negocio, Belén llevaba un año trabajando allí, conocía cómo funcionaba todo y no pudo dejar pasar la oportunidad. “Durante algunas temporadas, sobre todo antes de llegar la pandemia, me planteaba cambiar de trabajo. Intentar sacarme una oposición para ir por la rama sanitaria o buscar en la empresa privada. Pero este, pese a tener que salir a la carretera todos los días, es un trabajo muy cómodo, porque tengo flexibilidad y estoy a 15 minutos de casa”, concluye.

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