refugiados y discapacidad

La odisea de una familia de refugiados ucranianos sordos hasta llegar a Zaragoza

Los 6 miembros de la familia Kondra llevan 9 meses fuera de su país por la guerra y han tenido que aprender la lengua de signos española, que es diferente a la ucraniana.

La familia Kondra son refugiados ucranianos sordos que llegaron a Zaragoza el pasado mes de mayo.
La familia Kondra son refugiados ucranianos sordos que llegaron a Zaragoza el pasado mes de mayo.
M.O.

Los Kondra son una familia de refugiados ucranianos formada por 6 miembros, todos ellos sordos. Vitalik Kondra y su mujer Diana Kondra, salieron de su país natal hace 9 meses con sus dos hijos, Kristian y Marco de 4 y 1 año respectivamente. Los padres de Vitalik, Viktor y Liudmila Kondra, les siguieron 15 días después. 

A la adaptación a una nueva vida en Zaragoza como refugiados de guerra se suma su discapacidad. La sordera les hizo ser una población altamente vulnerable durante el conflicto y ahora, lejos de él, supone un reto más a superar. Poco a poco están aprendiendo la lengua de signos española, que es diferente a la ucraniana, para evitar el aislamiento y poder comunicarse con su nuevo entorno.

Por este motivo, la entrevista no ha sido fácil. Además de la familia, nos acompañaban otras dos personas. Una de ellas es Svitlana Hanziuk, ucraniana residente en Zaragoza, sorda y responsable del programa de mayores sordos de la Agrupación de personas Sordas de Zaragoza y Aragón (ASZA) que fue la encargada de traducir lo que decía la familia en lengua de signos ucraniana a lengua de signos española. La segunda persona que nos acompañaba era Marisol Osta, intérprete de lengua de signos española que se encargó de verbalizar lo que Svitlana iba traduciendo.

Los 6 miembros de la familia Kondra llevan 9 meses fuera de su país por la guerra y han tenido que aprender la lengua de signos española, que es diferente a la ucraniana.

Dejar el hogar con niños pequeños

Hasta que empezó la guerra, el 24 de febrero de 2022, Vitalik, de 34 años, trabajaba en una fábrica de automoción y vivía junto a su mujer y sus dos hijos en la ciudad ucraniana de Jersón, una de las primeras ciudades ocupadas por los rusos. “Los primeros días de ocupación aguantamos en casa pero el 28 de febrero empezamos a ver aviones y nos dimos cuenta de que la situación iba a empeorar”, dice Vitalik.

 “Las autoridades nos recomendaron que nos refugiásemos en los sótanos pero, al ser sordos, todo era más difícil porque no nos enterábamos de nada de lo que pasaba a nuestro alrededor”, explica el refugiado. “Los dos niños estaban todo el tiempo llorando por estar en un sitio oscuro y tenían miedo. Era muy difícil explicarles lo que pasaba, así que decidimos salir de la ciudad y escapar de Ucrania”, recuerda.

El 1 de marzo recogieron sus pertenencias, a los niños y se fueron a Rumanía, la frontera más cercana a su ciudad. “En un principio estábamos esperando que la situación se solucionase en unos días, pero al ver que no iba a ser así, les dijimos a mis padres que se reuniesen con nosotros”, relata Vitalik. Lo hicieron 15 días después.

La familia Kondra son refugiados ucranianos sordos que llegaron a Zaragoza el pasado mes de mayo.
La familia Kondra son refugiados ucranianos sordos que llegaron a Zaragoza el pasado mes de mayo.
M.O.

1º destino: Rumanía

Viktor y Liudmila Kondra tienen 61 y 57 años respectivamente. Ella ha trabajado como costurera, pero en la actualidad está jubilada, mientras que él continuaba en activo como empleado en unos astilleros del puerto de Jersón donde trabajaba hasta que se trasladaron a España. “Permanecimos en la ciudad ocupada por los rusos durante 15 días y no sabíamos muy bien qué es lo que estaba pasando”, dice Liudmila. “Al principio abríamos las ventanas para intentar ver qué pasaba en la calle pero después nos escondimos en el sótano para tener más seguridad”, explica esta refugiada. 

Allí estuvieron 5 días a oscuras en los que “pasamos mucho miedo, estrés y cansancio”, recuerda. “Conforme la situación empeoraba nos dimos cuenta de que teníamos que salir de allí y reunirnos con nuestro hijo”, añade su marido Viktor. “Unos conocidos nos vinieron a buscar en coche para huir de la ciudad porque cabía la posibilidad de que no pudiésemos escapar si permanecíamos más tiempo”, afirma. “En dos horas recogimos nuestras cosas y el 16 de marzo salíamos de Jersón hacia Rumanía”, relata Liudmila.

"Estuvimos 5 días a oscuras en el sótano sin saber lo que pasaba en el exterior"

Ambos contaban con un certificado de discapacidad por su sordera y eso les permitió ir pasando todos los controles con los que se iban encontrando, a pesar de que condujeron por carreteras secundarias. Hasta en 4 ocasiones fueron detenidos por diferentes controles, tanto rusos como ucranianos pero al ver que eran personas sordas les dejaron marchar. “Teníamos mucho miedo porque los soldados llevaban armas y temíamos que nos disparasen”, recuerda la refugiada.

"Los soldados llevaban armas en los controles y temíamos que nos disparasen"

2º destino: España

Una vez en Rumanía con su hijo, permanecieron 15 días más esperando que “la situación se solucionase”. Lejos de hacerlo, el clima bélico se tornaba cada vez más hostil por lo que decidieron salir de Rumanía ya que “no nos fiábamos de que pudiese pasar algo allí también por su cercanía con el conflicto y queríamos irnos a una zona más lejana”, asevera Liudmila. “Teníamos conocidos que habían ido a España y la comunidad religiosa a la que pertenecemos nos facilitó recursos económicos para venir en autobús”, continúa. 

Fue un viaje de dos días hasta que llegaron a Barcelona donde se pusieron en contacto con Cruz Roja. Desde la entidad gestionaron su traslado, primero a la localidad turolense de Utrillas, a un centro de emergencia para refugiados ucranianos. En esta localidad “no podíamos comunicarnos porque no existía apoyo a personas sordas ucranianas. Nadie conocía la lengua de signos ucraniana y nos encontrábamos muy aislados”, añade Liudmila.

"En Utrillas no podíamos comunicarnos porque nadie conocía la lengua de signos ucraniana"

De Utrillas a Zaragoza

Vitalik se enteró por redes sociales de que una antigua compañera de colegio, Svitlana Hanziuk, estaba en Zaragoza, trabajaba como voluntaria con refugiados ucranianos sordos en ASZA y consiguió contactar con ella. “Al darme cuenta de las necesidades que tenían, moví la gestión para que la familia pudiese venir a Zaragoza lo antes posible”, dice Hanziuk.

De hecho, Svitlana era la única persona en España que podía comunicarse con los refugiados ucranianos sordos. Nadie más en nuestro país conocía ambas lenguas de signos, por lo que todas las entidades de ayuda a los refugiados se ponían en contacto con ella cuando recibían personas con esta discapacidad desde Ucrania.

Svitlana Hanziuk, es ucraniana, sorda y trabaja en la Agrupación de personas Sordas de Zaragoza y Aragón.
Svitlana Hanziuk, es ucraniana, sorda y trabaja en la Agrupación de personas Sordas de Zaragoza y Aragón.
M.O.

 “Corrió la voz entre los refugiados ucranianos sordos y las entidades de ayuda a refugiados de que en Zaragoza teníamos a la figura de Svitlana, que podía servir de intérprete de lengua de signos ucraniana y todos querían venir a nuestra ciudad. Es la única persona con estas características de toda España”, confirma Patricia Calvo, trabajadora social de ASZA.

Una nueva vida en Zaragoza

El 9 de mayo llegaron a Zaragoza. Dos meses después de salir de su casa. Cruz Roja les facilitó un piso para la familia en el barrio de Casablanca y ayuda para su manutención hasta que encuentren un trabajo. Solo les queda obtener el certificado de discapacidad para poder optar a un empleo. La familia acude a ASZA para realizar cursos de lengua de signos española y allí Svitlana les está ayudando a integrarse y a acostumbrarse a su nueva situación. “Estamos muy contentos aquí, pero tristes al mismo tiempo por la situación en Ucrania”, dice Liudmila.

“Hemos comenzado a comunicarnos y vamos entendiendo a las personas que nos rodean”, añade Viktor, a quien le encanta Zaragoza. “Es maravillosa. Muy bonita, soleada, se come bien, las personas son muy agradables y sonríen mucho”, continúa.

Vitalik es el que mejor habla la lengua de signos española. “Mientras dure la guerra no nos planteamos volver a Ucrania y si encuentro trabajo, me gustaría quedarme porque sé que mis hijos estarán mejor aquí”, confiesa este padre de familia que sabe que en Zaragoza la industria de la automoción tiene mucho peso y espera poder encontrar trabajo en ella "en cuanto tenga mi tarjeta de discapacidad".

“Tras la guerra, Ucrania va a quedar destrozada y va a ser muy difícil la recuperación”, añade su mujer Diana. “Amamos nuestro país pero ahora nuestra prioridad son nuestros hijos”, dice esta joven refugiada.

Estas Navidades las están pasando en familia, cocinando comida típica de su país y paseando por la ciudad para ver las luces y la plaza del Pilar. El plan para los próximos días es ver la cabalgata de los Reyes Magos con los niños. “Lamentamos mucho no poder pasar estos días en nuestro país con el resto de la familia pero nos sentimos muy agradecidos de la acogida en Zaragoza por lo que vamos a intentar disfrutar al máximo”, concluyen.

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