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  • Miguel Ángel Liso, director editorial de Medios de HENNEO

Un año electoral intenso y trascendental

En mayo de 2023 tendrán lugar elecciones autonómicas y municipales.
En mayo de 2023 tendrán lugar elecciones autonómicas y municipales y en diciembre, las generales.
K.U.

¿Estamos ante un cambio seguro de ciclo político? Interrogante difícil de despejar, ya que los sondeos no son dogma de fe. Con el tiempo que queda por delante, hará bien el PP en no confiar a ciegas en esas encuestas favorables, como si el terreno ya hubiera sido conquistado.

Si el sector de la economía lleva años moviéndose en la incertidumbre más absoluta, provocando una inseguridad y un desasosiego planetario en los ciudadanos, España va a vivir también en el año 2023 unas sensaciones similares de dudas y suspenses en el ámbito político. Año electoral, año agitado, con importantísimas elecciones en doce meses: en mayo, elecciones municipales y autonómicas en la mayoría de las comunidades; y en diciembre, las generales, con la gobernanza de la nación en juego.

Política y economía, economía y política van de la mano. Es imposible separar ambas ciencias, por llamarlas de alguna manera, ya que la conexión entre ambas es inevitable. El comportamiento de estas dos actividades inseparables repercute sin duda en los resultados electorales.

Todo lo que rodea al mundo de la economía, su crecimiento, el empleo, la deuda, el déficit, las pensiones, la inflación, los impuestos, etc., etc., se ha convertido en la primera de las preocupaciones ciudadanas. Hecho a tener muy en cuenta, porque la influencia de los datos económicos sobre las decisiones que deben tomar los políticos es determinante. El bienestar social, la tranquilidad y las esperanzas de las gentes dependen de que esas decisiones sean acertadas y, sobre todo, de que sean tomadas atendiendo al bien común y nunca por oportunismo electoral y partidista, en definitiva, por la ambición exclusiva del control del poder.

España vive desde hace años en un ambiente político realmente venenoso. Y lo dañino nubla la inteligencia. Estamos ante un escenario de confrontación gratuita y perniciosa, sectario, innecesariamente agresivo, intolerante y hasta fanático, que ha llevado en general a los ciudadanos a repudiar a la clase política, hasta el punto de convertirla en una de sus principales preocupaciones. Lo nunca visto. Quienes tienen que procurar el bienestar social y la buena salud del sistema democrático, en entredicho por su conducta.

Es probable que nunca se haya descendido a cotas tan bajas y pobres como las que exhiben bastantes políticos en sus intervenciones. Esa irrespetuosa verborrea mediocre viene a demostrar incultura, chabacanería y superficialidad; en resumen, escasa formación y educación. Alguien dijo que los países se recuperan de la política durante la noche, cuando los políticos duermen. Seguramente se trata de una exageración revestida de cierto humor, pero es verdad que en ocasiones da que pensar si algunos comportamientos no apoyan explícitamente semejante aserto.

Y en este contexto político-económico afrontamos un año electoral intenso y trascendental. Desentrañar las claves de lo que va a deparar 2023 es tarea arriesgada. Las opciones están muy abiertas y es un enigma por tanto saber si el resultado de las urnas propiciará no sólo cambios políticos sustanciales en la gobernanza de las instituciones, sino también el enterramiento de esa atmósfera nociva que nos tiene hartos, en favor de una práctica política inteligente, respetuosa, flexible y leal con la Constitución.

Da la impresión de que las críticas no inquietan a Pedro Sánchez, incluso aquellas que hacen referencia a sus múltiples promesas incumplidas

En mayo, las elecciones autonómicas y municipales ofrecerán un aperitivo de lo que puede ser el plato fuerte de las generales, previstas para diciembre. Los resultados de la primavera pueden arrojar luz o pistas sobre qué puede sobrevenir en el último mes del año. Pero como la política y la economía no son ciencias exactas, esa distancia de mayo a diciembre entre ambas elecciones es una eternidad, que impide predecir con certeza lo que pueda ocurrir. Todo tiempo político es líquido, sea cual sea su duración, porque está siempre subordinado y dependiente de súbitas e inesperadas circunstancias que pueden cambiar repentinamente el curso de los acontecimientos, dejando a sus protagonistas patitiesos y catalépticos.

A día de hoy, y desde hace algunos meses, todas las encuestas de los institutos demoscópicos privados vaticinan la victoria del PP frente al PSOE, incluso con una mayoría absoluta en el Congreso (176 escaños) con el apoyo de Vox. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), controlado por el Gobierno y gestionado por el inefable Tezanos, da una cómoda victoria a los socialistas y Pedro Sánchez seguiría al frente del Gobierno.

¿Estamos ante un cambio seguro de ciclo político? Interrogante difícil de despejar, ya que los sondeos no son dogma de fe. Con el tiempo que queda por delante, hará bien el PP de Alberto Núñez Feijóo en no confiar a ciegas en esas encuestas favorables, como si el terreno ya hubiera sido conquistado. Sobre todo cuando no se aprecia una hecatombe de los socialistas que, incluso en algunos sondeos, entre ellos los publicados por HENNEO del instituto DYM, el PSOE recupera algunas décimas, aunque siga por debajo de los populares.

Sólo con sondeos no se gana a Sánchez ni se le perturba. El presidente del Gobierno es un adversario temible, como bien saben algunos de sus incautos rivales del PSOE. Es en extremo correoso, dispuesto a que nadie le quiebre sus aspiraciones de continuidad al frente del Ejecutivo y, por tanto, capaz de las cabriolas políticas más arriesgadas, pasmosas y controvertidas. Un hombre sin límites, le acusan. Ríanse ustedes de los anteriores presidentes.

Está absolutamente convencido de que va a ganar de nuevo las elecciones generales y quizá por ese convencimiento se le ve más crecido, más agresivo y más desdeñoso que nunca con los adversarios de la derecha.

Da la impresión de que las críticas no le inquietan lo más mínimo, incluso aquellas que hacen referencia a sus múltiples promesas incumplidas. Esa evidencia la da por superada a estas alturas de la legislatura y cree que asuntos tan polémicos como los indultos a los independentistas catalanes, la reforma del delito de sedición, el apoyo descarado de Bildu o la discutida gestión de la pandemia, entre otros, se desvanecerán en la memoria de muchos votantes y no afectarán al voto. Su objetivo político es seguir reforzando a los partidos independentistas como ERC y Bildu y mimar lo justo a los partidos a la izquierda del PSOE, para seguir contando con el apoyo parlamentario suficiente y gobernar de nuevo con cierta comodidad.

A lo largo del 2023, Sánchez centrará aún más su campaña en la gestión de la crisis económica. En plenos nubarrones de recesión, con una deuda histórica desorbitante, el Gobierno ha aprobado ya unos presupuestos expansivos, con el acento puesto, según subrayan, en el gasto social, dedicando seis de cada diez euros a estas partidas. Su objetivo es figurar como el único defensor de las clases más desfavorecidas, mostrarse como el gobernante que aguanta con firmeza el paraguas protector de los más débiles, frente a la insensibilidad y egoísmo de una derecha a la que acusa de estar sometida a los caprichos de los «poderes fácticos». Unas acusaciones que son más propias de la izquierda radical que de un socialdemócrata, como él mismo se proclama. Su mensaje se dirigirá a la economía del bolsillo de la gente, la que más cala a pie de calle y justamente donde se ubica, en teoría, el mayor granero de votos.

En definitiva, ese es el Sánchez con el que Alberto Núñez Feijóo, principal candidato a intentar desalojar al actual inquilino de la Moncloa, va a tener que luchar cuerpo a cuerpo. El objetivo preferente del líder de los populares será asentar ese ‘efecto’ positivo que se observó en las encuestas tras suceder a Pablo Casado al frente del PP y que otorgaba a los populares una clara y contundente victoria en las elecciones generales.

En plenos nubarrones de recesión, con una deuda histórica desorbitante, el Gobierno ha aprobado ya unos presupuestos expansivos, con el acento puesto, en el gasto social

Pero pasados los efluvios de aquellas primeras semanas de vino y rosas, de cuando asumió la presidencia del PP el pasado mes de abril, Feijóo tendrá que pelear muy duro si quiere residir en la Moncloa. Le hará falta más coherencia y claridad en sus mensajes, así como solidez, reflejos y pedagogía en sus argumentaciones de censura al Gobierno. Y entereza para soportar, a medida que avance el año, los embates que va a sufrir, tanto en el ámbito personal como político, tan acostumbrado él a una plácida vida como presidente de la Xunta de Galicia, por parte de sus rivales. La política nacional es, simplemente, más canalla. Ya se habrá dado cuenta.

Sería desde luego un logro que en mayo los populares fueran capaces de arrebatar a los socialistas algunas autonomías y ayuntamientos y dejar así claro que vienen con fuerzas renovadas para instalarse en la Moncloa. De cara a diciembre, no será tampoco asunto baladí que Vox obtenga los diputados suficientes para alcanzar posibles y posteriores pactos, aunque sea una opción que no les guste. Pero si quieren gobernar, posiblemente, no les quede otro remedio que pactar con la derecha radical a su derecha, puesto que la mayoría absoluta ‘ni está ni se le espera’.

En Aragón también reina cierta incertidumbre. Es evidente que para el PP esta Comunidad es una de las más apetitosas para quitar al PSOE. Tarea también compleja. Javier Lambán ha ejercido una presidencia apoyada en un sofisticado cuatripartito que desde luego no ha provocado ni las polémicas, ni el vasallaje, ni las suspicacias de los apoyos construidos por su compañero de la Moncloa. En definitiva, ha gobernado con cierta tranquilidad, asentando su propia marca personal.

Y la oposición, de momento, tampoco ha conseguido acorralarle y sacarle los colores por su gestión. El PP en Aragón seguro que se verá favorecido por una mejor cosecha de votos, por la inercia del propio partido en el ámbito nacional y el desplome de Ciudadanos, pero es difícil pronosticar ahora si ese viento a favor es lo suficientemente fuerte como para gobernar en las principales instituciones aragonesas. También aquí Vox, con poca notoriedad en la Comunidad, podría jugar un papel clave para los populares.

El año 2023 aterriza con grandes incertidumbres políticas y económicas. Con perspectiva, el deseo y la esperanza es que todo vaya mejor en el futuro después de depositar los votos en las urnas.

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