Blog - Los desastres de la guerra

por Gervasio Sánchez

aragón

Dusko Popovic: "Treinta años después, aún no me creo la Guerra de los Balcanes"

Llegó a Zaragoza en 1992 tras huir del cerco de Sarajevo.

Dusko Popovic, sonriente en el centro de Zaragoza.
Dusko Popovic, sonriente en el centro de Zaragoza.
Oliver Duch

El siglo XX nació y murió en los Balcanes. El magnicidio del archiduque Francisco Fernando en 1914 y el cerco de Sarajevo en 1992 marcaron una centuria en la que nos empeñamos en matarnos en su primera mitad y en la que el miedo cuidó la viña europea en la segunda. Ahora se cumplen 30 años del asedio a la encrucijada maldita, tres décadas de la huida de Dusko Popovic a Zaragoza.

Le veo sonriente, señor Popovic.Tengo muchos motivos para sonreír. Me ha ido y me va bien en Zaragoza. Llegué hace ahora treinta años en una situación muy complicada, como fue la Guerra de los Balcanes; pero he conseguido establecerme, labrarme un futuro. Soy feliz en Zaragoza.

Llegó a finales de 1992.Exactamente. Yo tenía 17 años entonces. Estudiaba en Sarajevo una especie de bachillerato técnico. Mi ilusión era ser piloto.

Todo se precipitó de la noche a la mañana.Así es. Sarajevo era una mezcla religiosa y cultural entre ortodoxos, católicos y musulmanes, pero nunca hubo problemas. Nadie se imaginaba lo que ocurrió, nadie pensaba que pudiera suceder el drama yugoslavo. Treinta años después, aún no me lo creo. El caso es que tuvimos que coger corriendo un avión rumbo a España.

Durísimo.Salí de Sarajevo con mi madre, Yasmina, que era bailarina del Ballet Clásico del Teatro Nacional de Sarajevo. Mi hermana, Natasha, que trabajaba como controladora aérea, estaba en Dubái.

¿Y su padre?Mi padre todavía vive en Sarajevo. Se llama Rastislav, aunque todos le llamamos Migo. Era abogado y secretario del club Bosna Sarajevo.

El Bosna de Mirza Delibasic, el primer club yugoslavo que ganó la Copa de Europa de baloncesto. Antes que la Jugoplastika de Split y el Partizán de Belgrado.Así es. Tiempos de gloria… Sarajevo era una ciudad preciosa. Mi padre se quedó allí, pues aún estaba en 1992 en edad de luchar en la guerra. Ahora tiene 83 años.

¿Qué se encontró con su madre en España?Viajábamos a lo desconocido. España acogía refugiados, cogimos un vuelo de la Cruz Roja y aterrizamos en Barajas. Nuestros destinos eran Málaga, Soria o Zaragoza. A mí me sonaba el equipo de baloncesto de Zaragoza y Ranko Zeravica, y en vez de ir a Málaga dije que si podíamos cambiar e ir a Zaragoza.

Y a Zaragoza que vino.Efectivamente. Estuvimos viviendo un mes en el Hospital Provincial. Apenas vine con una maleta, con cuatro cosas como equipaje. Después, a través del Gobierno de Aragón, nos cedió la familia de Mariano Carrasco una vivienda en el Arrabal. Allí estuvimos seis meses.

El conflicto, la Guerra de Yugoslavia, se prolongó...Sí. Mi madre se buscó un trabajillo cuidando niños, yo estudiaba. Nos cogimos después una vivienda en la calle de Lorenzo Pardo, vino mi hermana, nos íbamos relacionando con la gente…

Luchando por el futuro.Por supuesto. Comencé a trabajar de lo que pude: repartiendo, en una fábrica, de camarero, de pinchadiscos, en un gimnasio... Hasta que me introduje en el mundo inmobiliario. Ya llevo veinte años vendiendo pisos en Zaragoza.

¿Le gusta España?Mucho. Por eso sigo aquí (sonríe). Se vive muy bien, se come de lujo, los españoles saben disfrutar de la vida, se puede hacer dinero. Por todo, sin duda, es un lugar privilegiado en el mundo.

¿Llega a temer ahora por la balcanización de España?Yo creo que no es posible, aunque no me gusta cierto ambiente político actual. A los españoles les unen muchas más cosas que las que les separan. España es un país maravilloso. En treinta años, nunca me he sentido extranjero. Eso sí, antes de exigir, el emigrante también tiene que poner de su parte. Y yo he puesto de mi parte. Siempre me he sentido aceptado. Estoy muy feliz y agradecido.

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