Farmacias rurales

Farmacéutico de Cervera de la Cañada: "Cuando entra cada uno de los vecinos ya sabes lo que necesita"

Francisco Javier Saldías es farmacéutico en Cervera de la Cañada y sobre las ayudas dice que "se quedan en 20 euros al mes y con eso no haces nada".

Francisco Javier Saldías, frente al botiquín de Villarroya de la Sierra.
Francisco Javier Saldías, frente al botiquín de Villarroya de la Sierra.
Macipe

Con casi cuatro décadas de servicio a Francisco Javier Saldías todo el mundo le llama Paco. Llegó a los 25 años a Villarroya, conoció a la también farmacéutica Pilar Oliveros -natural del pueblo, de quien fue adjunto y con quien se casó y tiene dos hijas- y desde entonces siempre ha estado al otro lado del mostrador y en ruta por los pueblos de la zona. En 2007 asumió la botica de Cervera de la Cañada y tras la jubilación de su mujer, en 2020, el negocio ya se considera como botiquín dependiente de este último. "Son de Viabilidad Económica Complicada (VEC) si se factura menos de 200.000 euros y aquí poco le queda", reconoce. De hecho, a partir del próximo año ascenderá a 235.000, por lo que quizás se podrían ver beneficiados.

"Cuando abrió mi mujer, en el 81, en el pueblo había cerca de 1.000 habitantes. Ahora hay 300 y algo", resume. En Cervera está de 10.30 a 12.30 y en Villarroya de 12.45 a 14.00 y de 19.00 a 20.00. A eso se suma que acude los martes y viernes hasta Clarés, Malanquilla y Torrelapaja. "El futuro es que todo dependa de Aniñón. Me quedan cuatro años hasta jubilarme y aun teniendo una hija farmacéutica -ahora es adjunta en una de Calatayud- no creo que se lo vaya a dejar. Ni tampoco traspasar porque sería engañar", apunta. Sobre las ayudas, Saldías dice que "se quedan en 20 euros al mes y con eso no haces nada".

En este sentido, considera que "para dar eso, es mejor que nos quiten las guardias". "Antes estábamos 6, pero ahora quedamos 4 y nos tocan 14 al año. No tiene mucho sentido porque hay muy poca gente y no se hacen necesarias", detalla. Asimismo, reconoce que es pesimista con el futuro y valora que uno de los problemas es que no pueden "ni tener personal para cubrir vacaciones". Sobre esas perspectivas, señala que su caso no es el único, ya que hace dos meses la cercana Villalengua asumió la farmacia de Moros. "Las soluciones son los botiquines. Si se llevan bien no tiene que ser una merma del servicio farmacéutico. El botiquín hace las mismas funciones que una farmacia", valora.

Servicio personalizado

Saldías, con toda la experiencia que acumula, sostiene que la problemática responde directamente a lo que se ha dado por llamar la España Vaciada. "Solo teniendo empleo puede haber gente en la zona. Si no hay trabajo, la gente se va y los servicios no se pueden sostener", argumenta.

En este contexto, con cada vez menos vecinos, esto favorece que haya "prácticamente un servicio a domicilio". "Con la receta electrónica y un permiso, el trabajo se hace más fácil para nosotros y mejor para el paciente", explica. Y lo resume diciendo que "cuando entra cada vecino ya sabes lo que necesita".

En eso ha influido también la estabilidad de los médicos en la zona: "Al estar los mismos, los tratamientos no cambian". Sin embargo, confiesa que esa cercanía implica que "lo peor son los fallecimientos".

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