racismo

Hija de migrantes: "Me he vestido de baturra desde pequeña, ¿qué más tengo que demostrar?"

La Casa de las Culturas de Zaragoza acoge este viernes una charla sobre racismo enmarcada en la celebración del Día Internacional del Migrante.

Aisetou Kajakeh y Aminetou Errer son dos de las ponentes de la charla sobre racismo de la Casa de las Culturas de Zaragoza.
Aisetou Kajakeh y Aminetou Errer son dos de las ponentes de la charla sobre racismo de la Casa de las Culturas de Zaragoza.
A.K.

El racismo está presente en nuestra sociedad. Lo dicen los expertos y lo confirman los diferentes estudios que se llevan a cabo en nuestro país. Uno de ellos, el pasado mes de noviembre, confirmaba datos preocupantes. Uno de cada cuatro jóvenes se declara abiertamente racista según el estudio realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación Fad Juventud.

“Hay racismo en todos los ámbitos cotidianos. Quien lo padece, lo sufre las 24 horas del día”, dice Aminetou Errer, trabajadora social del colectivo saharahui LEFRIG. “Las víctimas de racismo obvian las miradas y actitudes diarias que constituyen violencia gestual y sufren por ello mucho estrés. El trato vejatorio es sistemático y cotidiano”, asegura Errer, que vino a España desde su Sáhara Occidental natal cuando tenía 14 años.

Ella es una de las ponentes de la charla '¿Qué es el racismo estructural o cotidiano?' que tendrá lugar este viernes por la tarde en la Casa de las Culturas del Ayuntamiento de Zaragoza en el marco de las actividades organizadas por el Día Internacional del Migrante, el próximo 18 de diciembre. Lo hará junto a otras dos mujeres, migrantes o hijas de migrantes. Una de ellas es Aisetou Kajakeh, una zaragozana de 26 años, hija de padres gambianos, que estudia sociología por la UNED.

Cartel anunciador de la charla sobre racismo en la Casa de las Culturas.
Cartel anunciador de la charla sobre racismo en la Casa de las Culturas.
Ayuntamiento de Zaragoza

Existe un racismo estructural que está legitimado por las instituciones”, dice Kajakeh. “Lo vemos, por ejemplo en la discriminación hacia las personas migrantes a la hora de acceder a la tarjeta sanitaria”, afirma esta estudiante que trabaja en organizaciones sociales relacionadas con migración y discriminación racial. 

“A los migrantes ucranianos no se les cuestionó nada porque son blancos. A los que no lo somos sí se nos cuestiona”, prosigue. “Es racismo que se favorezca a una parte de la población frente a otra por el color de la piel”, afirma Kajakeh. “A los hijos de migrantes españoles en Francia no se les cuestiona su nacionalidad española. A mi sí se me cuestiona, a pesar de haber nacido en Zaragoza, por tener raíces gambianas”, lamenta esta estudiante de sociología.

"A mí se me cuestiona por tener raíces gambianas, a pesar de nacer en Zaragoza".

Arraigo contrastado

“Mis padres llevan más de 30 años viviendo en España. Mi padre es soldador y tiene un huerto en Fuentes de Ebro. Yo he nacido en Zaragoza y desde mi infancia he participado en todos los actos populares de la ciudad”, dice esta joven. “Me he vestido de baturra desde pequeña, mi madre participaba en la chocolatada que organizaba el AMPA y en la organización de las actividades del centro escolar. Cuando dicen que los hijos de migrantes no tienen arraigo y deben integrarse en la sociedad me parece absurdo”, continua Kajakeh. “¿Qué más tenemos que demostrar para que nos vean como zaragozanos?”, se pregunta.

¿Qué más tenemos que demostrar para que nos vean como zaragozanos?

Los comentarios y actitudes racistas son habituales en su día a día. “La primera vez que llegué a Calatayud para ir a la UNED me perdí. Al preguntar a diferentes personas por su ubicación, me redirigían hacia Servicios Sociales o la Oficina de Inmigración, porque pensaban que me había equivocado y daban por hecho que no podía ir a la Universidad”, explica Kajakeh. “Somos conscientes de que actitudes de este tipo no se hacen con maldad y que están interiorizadas pero hacen que recibas ese trato discriminatorio de manera cotidiana en tu día a día”, lamenta la joven.

Sin embargo, algo sí se ha avanzado con el paso de los años. “En una ocasión, al salir de la mezquita junto a mi hermana cuando éramos pequeñas, un hombre nos gritó que nos fuéramos a nuestro país y nos escupió. Los jóvenes de ahora no me transmiten ese racismo tan explícito”, explica. “Yo fui al instituto a finales de los 90 y principios del 2000 y en esos años tuve experiencias muy duras”, recuerda la estudiante. “Me hacían bulliyng desde el racismo. Son vivencias que los chicos y chicas que estudian ahora y son hijos de migrantes, no tienen”, asegura. 

La sociedad ha evolucionado y hay más conciencia antirracista. En los institutos y colegios se trabaja en este sentido. Esa educación es la que no he tenido yo en mi infancia y que ahora sí que existe”, afirma Kajakeh.

Las redes sociales, vehículo del racismo

Sin embargo, el racismo no ha desaparecido. Ha evolucionado, se ha transformado y se produce también por otros canales. Las redes sociales son el caldo de cultivo perfecto para que muchas personas den rienda suelta a sentimientos racistas ocultándose tras el ordenador o el teléfono móvil. 

Lo que no te dicen físicamente, te lo dicen en el entorno virtual. Las redes sociales son la montaña desde la que nos gritan cualquier cosa”, afirma Kajakeh. “Los comentarios son muy rancios y violentos. Los usuarios se desahogan por esos canales y sueltan todo lo que no se atreven a decir a la cara. Es un racismo exacerbado”.

Coincide con ella Aminetou Errer. “En las redes sociales están los dos polos del racismo: quienes intentan concienciar sobre ello y educar en la igualdad entre todas las personas y quienes las usan para agredir con comentarios racistas”, explica. “El racismo persiste y ha transformado su discurso y su forma de trasmisión. En la calle ya no te insultan ni se utilizan palabras gordas sino que se usa un lenguaje políticamente correcto pero igual de hiriente”, continua Errer.

“Me ha pasado el subir al tranvía con una amiga que llevaba velo y sufrir comentarios racistas”, relata Errer. También en el aeropuerto “registran más intensamente a las mujeres y hombres que tienen la apariencia de ser musulmanes por su ropa o su imagen que al resto de pasajeros. Existe una deshumanización y una imagen negativa hacia algunos perfiles determinados de personas”, explica la ponente.

Retos pendientes

Sobre los retos pendientes en materia de racismo, ambas coinciden. ”Invertir en educación antirracista sería clave”, dice Aminatou. También “concienciar a los jóvenes de que racismo es un discurso de odio y no un rumor”, añade Aisetou, y apunta “ayudaría, además, contar otro relato diferente del continente africano. No el de un territorio pobre y lleno de guerras sino el de un continente diverso, con muchos pueblos y etnias diferentes”, apunta. 

Ambas hacen igualmente una llamada de atención a los medios de comunicación. “Deben tomar conciencia de cómo dar determinados mensajes para no fomentar discursos de odio y racismo porque todos podemos ser racistas en un momento dado por cómo nos han educado”, explica Aminatou. 

“Que vivamos en una sociedad racista no significa que las personas que en un momento dado tienen actitudes o comentarios racistas sean malas personas, sino que han interiorizado determinados discursos racistas desde su infancia”, continúa la trabajadora social. “Tenemos que deshacernos del odio hacia el diferente, dejar de victimizarlo, de criminalizarlo y terminar para siempre con el 'yo no soy racista, pero...', concluye Errer.

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