PANIZA

Juan y Delia se jubilan del restaurante El Paradero: “Ha sido maravilloso estar toda una vida haciendo lo que nos gusta”

Tras 27 años desde que inauguraron el establecimiento, estos zaragozanos han decidido ceder el testigo a otros vecinos del pueblo: “Ahora solo queremos disfrutar de los nietos”.

Juan y Delia se despiden de su restaurante.
Juan y Delia se despiden de su restaurante.
C.I.

Quienes pasen por el restaurante el Paradero de Paniza - C. Nueva, 25- ya no se encontrarán con los menús recitados en prosa por Juan Antonio Tejero (64) ni a su mujer, Delia Luesma (66) tras los fogones del establecimiento. Tras casi tres décadas desde que decidieron poner en marcha este proyecto, deciden colgar los mandiles y dedicarse, en cuerpo y alma, a su nuevo proyecto favorito: la familia.

Él, natural de Cariñena -pueblo ubicado a tan solo 7 kilómetros de distancia-, se enamoró de la panicera hace 40 años. “Y ya sabes lo que dicen, cuando esto ocurre, uno ha de ir a parar al pueblo de la mujer”, explica Tejero, desde el campo, donde pasa largas horas aprovechando que, por primera vez en la vida, tiene tiempo libre. “Hoy me doy cuenta del sacrificio que ha supuesto levantar todo esto. Nos hemos dejado la piel”, reconoce.

La historia del Paradero, como ocurre con las mejores cosas de la vida, surgió por casualidad. “Pretendíamos montar una discoteca, un pub, pero quedaron unos terrenos muy amplios disponibles y, al año, surgió la idea de montar un merendero al aire libre”, rememora el zaragozano que, por aquel entonces, era agricultor. El éxito fue tal que ya no pudieron hacer otra cosa que avanzar con el proyecto: “Decidimos cubrir la parte exterior para poder trabajar todo el año”.

Recitando el menú.
Recitando el menú.
C.I.

Al principio la instalación era “muy rústica” -rememoran-. Prácticamente todo lo construyeron con sus propias manos. Primero fueron las paredes, luego la calefacción, acto seguido llegaría el suelo. Muy pronto se quedó pequeño el local que hoy tiene espacio para unos 120 comensales. Quién lo iba a decir cuando todo empezó sentándose en una mesa a esperar a ver quién entraba por la puerta. “Abrimos la puerta a suerte o verdad, sin saber muy bien qué pasaría. Un día llegó una empresa de albañilería. Comieron, les gustó y ya no dejaron de venir ni un día. Ahí comenzó todo”, admite, emocionado.

Guisos tradicionales, brasas, postres caseros y una amplia variedad de vinos -de D.O. Cariñena, por supuesto- completaban la oferta gastronómica. “Lo que tuvimos claro desde el principio es que íbamos a apostar por la cocina tradicional aragonesa. La de casa, la de toda la vida”, admite Tejero, que asegura que se han basado durante todos estos años en las recetas de sus madres. Más de 200 recetas familiares como su rabo de toro estofado, el risoto de setas o las manitas a la brasa, que unidas al trato familiar y personal, han permitido a los visitantes sentirse como en casa.

Aunque en un principio los dos trabajaban en la cocina, muy pronto tuvieron que dividirse las tareas, siendo Juan Antonio quien se encargó durante años de recibir a los visitantes cada día. ¿Cómo? Recitando el menú diario como si fuera una poesía. “La gente se sorprendía mucho y yo lo agradecía. Hemos pasado momentos muy bonitos y nuestros clientes se han volcado con nosotros siempre. No tenemos palabras de agradecimiento suficientes”, asegura.

Letrero antiguo.
Letrero antiguo.
C.I.

“Para mí es una satisfacción haber logrado vivir estos 30 años en un sector tan complicado como es el de la hostelería, sobre todo, haber conseguido estar así. A gusto, felices y orgullosos. Ha sido maravilloso estar toda una vida haciendo lo que nos gusta”, concluye.

Paniceros del año

Tras toda una vida colocando Paniza en el mapa, y convirtiéndolo en parada obligatoria y en todo un referente gastronómico nacional, el municipio zaragozano decidía nombrarlos ‘Paniceros del año’ el pasado mes de septiembre: “Tan solo hemos intentado hacer las cosas bien, pero cada vez que alguien nos decía que se había desviado y venía de propio a comer… nos llenaban de alegría”.

A su mujer, Delia, todavía se le escapan las lágrimas cuando habla del Paradero, el lugar en el que han pasado “toda una vida”. “El cariño de la gente ha sido infinito”, reconoce la panicera, que asegura sentirse “muy satisfecha y orgullosa”. “Es una explosión de sentimientos, entre alegría, tristeza, y sobre todo mucha emoción. Sé que lo dejamos en buenas manos y que todo va a salir bien”, asegura, haciendo referencia a los jóvenes que, a partir de ahora, seguirán con el proyecto del restaurante El Paradero “como si fuéramos nosotros”.

Porque si hay algo que tiene claro este matrimonio es que ahora ha llegado el momento de vivir. “Nuestras hijas, Julia y Delia, han vivido el sacrificio de una vida dedicada a la hostelería con nosotros. Sabemos que ha merecido la pena, pero ahora toca otra cosa”, asegura. Se refieren a pasar más tiempo con Aitana (6), César (2) y Carlos, de tan solo 5 meses. 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión