religión

Javier Melloni Ribas: "El diálogo es creer que en el otro hay tanta verdad como en mi perspectiva"

Melloni (Barcelona, 1962) es jesuita desde los 18 años. De él dicen que es un místico del siglo XXI y defiende el diálogo entre las religiones.

Javier Melloni hace unos días en Zaragoza, donde ofreció una conferencia titulada 'Abrazar la propia muerte'
Javier Melloni hace unos días en Zaragoza, donde ofreció una conferencia titulada 'Abrazar la propia muerte'
Francisco Jiménez

Hace unos días habló en Zaragoza sobre ‘Abrazar tu propia muerte’. ¿Vivimos de espaldas a ella?

Desgraciadamente tenemos miedo a nuestro segundo nacimiento, conocemos el primero, pero tememos el segundo, la muerte.

¿La pandemia ha cambiado nuestra relación con ella?

Me temo que la pandemia ha agravado esta percepción negativa. El modo en que se vivió la muerte fue un infierno, en soledad, con duelos inconclusos que todavía no se han solucionado. Nos ha hecho conscientes de que la muerte está allí, pero no ha ayudado a temerla menos. Al contrario, ha sido una experiencia colectivamente desagradable porque no ha habido acompañamiento ni algo que a mí me parece importantísimo y que falta, ‘comadronas del segundo nacimiento’.

"El modo en que se vivió la muerte durante la pandemia fue un infierno, en soledad, con duelos inconclusos que todavía no se han solucionado"

¿A qué se refiere?

El primer nacimiento es un desgarro, somos expulsados del útero y nos reciben en el nuevo espacio que es la vida. A lo largo de esta atravesamos distintos momentos de muerte en los que dejamos algo atrás para seguir naciendo continuamente. Si lo vemos y sentimos así, el momento del último desprendimiento sería el de la ofrenda final, la culminación de nuestra vida. Sin embargo, tememos a esta trascendencia porque no nos hemos ejercitado suficientemente. A mí me gusta hablar de la vida como una sucesión continua de crecimientos a través de los cuales cada muerte es un nacimiento a un estadio superior.

¿Cómo encaja el cambio climático en esta visión?

El cambio climático lo provoca nuestra depredación del planeta, nuestra incapacidad de contenernos, de respetar los recursos de la naturaleza en su limitación. Hace unos años escuché que la especie humana es un cáncer que le ha sabido al planeta. Tenemos que pasar de ser depredadores de la naturaleza a custodiadores de ella, un término muy bello que viene de los pueblos aborígenes. Sería una pena que no aprendiésemos nada ni de la pandemia ni de los límites que no está poniendo la naturaleza.

¿Puede definirme qué es un fenomenólogo de la religión, tal como se refieren a usted?

El fenomenólogo de la religión hace un esfuerzo por entrar en el núcleo sagrado de la religión que estudia y empatiza con ella. Trata de sumergirse en sus categorías, porque si no participa no puede comprender y las aproximaciones resultan frías y comparativas.

Preconiza el diálogo entre las religiones, ¿es posible?

Es absolutamente necesario y si lo convertimos en imposible estamos destinados al fracaso y al enfrentamiento cada vez más crudo. El diálogo es creer profundamente que en el otro hay tanta verdad como en mi propia perspectiva y que podemos alcanzar un lugar común. Para dialogar de verdad hay que descalzarse de los prejuicios, ser respetuoso con la experiencia de lo sagrado del otro.

"El fenomenólogo de la religión hace un esfuerzo por entrar en el núcleo sagrado de la religión que estudia y empatiza con ella"

Dicen de usted que es un místico del siglo XXI.

Hay muchos místicos y místicas. Místico no es el que tiene esperanza en el futuro, sino el que la tiene en lo invisible y que lo percibe allí donde los demás solo vemos bultos o cosas.

¿Se puede ser místico hoy con tantos estímulos externos?

El ministro francés Malraux dijo el siglo pasado que el siglo XXI sería místico o no sería. Luego Rahner lo aplicó al cristianismo. Entiendo por ser místico pasar de exigir o quejarse a agradecer y maravillarse. Para esto hemos de tener tiempo de atención y de contención, para que se haga un espacio no ocupado por ruidos.

¿Por eso no tiene móvil?

(Risas) No lo hago por virtud, sino por limitación. Si lo tuviera no podría vivir en el momento presente. Hemos caído en la trampa de la inmediatez y de la urgencia y yo no quiero. Cosas urgentes hay muy pocas y lo que tenga que suceder ocurrirá lo sepa o no. Hemos creado unas impaciencias que son psicológicas.

"Desde pequeño quería ser sacerdote, esa figura transmisora y mediadora me atraía"

¿Cuándo empezó su camino de espiritualidad?

Desde pequeño quería ser sacerdote, esa figura transmisora y mediadora me atraía. A los 14 años tuve una experiencia muy honda.

¿Por qué eligió a los Jesuitas?

Busqué en otros sitios. A los 18 años me decidí por ellos porque percibí de mis compañeros que no tenían nostalgia del pasado, sino del futuro. Toda está por hacerse.

¿Es favorable al papa Francisco?

Estamos en el mismo ambiente. Sus tres encíclicas sobre el amor humano, la ecología y el nuevo orden internacional tienen unas miradas muy abiertas donde todo el mundo se puede ver incluido. Participio cien por cien con ellas.

¿Por qué cree que no hay vocaciones?

Estamos en otro tiempo y el modelo de consagración a Dios, de vida religiosa y monástica requiere  de una nueva configuración. La llamda del monje o de la monja lo que busca es una conexión con el absoluto a través de tres renuncias, la pobreza, la castidad y la obediencia, que son tres pulsiones básicas del ser humano a creer, tener y poder. Estas formas tienen que ser revisadas con honestidad, libertad y bajo nuevas formas que no han aparecido. El mundo va hacia lo que Raimon Panikkar denomina comunidades cosmoteándricas. Se trata de comunidades simples, vinculadas al contacto con la naturaleza, la tierra, a la fraternidad y al conocimiento de ese grupo que conjuntamernte convive, y dedicadas al silencio, a la escucha sagrada de la verdad a través de esos momentos meditativos a lo largo del día transconfesionales. No son pertenecientes a una confesión religiosa sino a a la única tradición religiosa de la humanidad que es su deseo de vincularse con lo esencial, con Dios,  con la fraternidad y con la madre Tierra con transparencia y sencillez.

¿Usted lo ha conseguido?

Lo he intentado, y ahora estoy de nuevo en la Cueva de San Ignacio, en Manresa, me han dado la confianza de ser su director. Quiero que vuelva a ser cueva y eso significa un lugar de silencio, de soledad, de austeridad, donde la búsqueda de la espiritualidad no sea el lujo de unos pocos o un objeto más de consumo, sino un lugar de transformación que es lo que fue para San Ignacio.

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