A Isidro Martínez lo llaman artista. Se nota al momento, ya no solo por su forma de posar ante la cámara, sino también por la agilidad mental para hacer bromas y su desparpajo. No obstante, detrás de ese rostro risueño hay una historia triste. Como él, José Antonio Muñoz y Jimmy Buttgen, que encontraron en la colaboración una forma de agradecimiento a la solidaridad, y ahora son usuarios y voluntarios al mismo tiempo en el Centro Social San Antonio Sercade de la capital aragonesa. Se trata de una ayuda más necesaria que nunca, ya que el Banco de Alimentos de Zaragoza prevé que en 2023 se van a incrementar en un 20% las personas que atenderá la oenegé.

Él dormía en la calle, en el parque Pignatelli de Zaragoza, hasta que una mujer le preguntó que si había acudido a por comida al centro social zaragozano. Allí su vida cambió. Desde entonces colabora dentro de la obra social en algunas labores. "Para lo que me necesiten", dice.

Para Jimmy Buttgen, que también pertenece a este centro social desde hace varios años, el hecho de tener un plato de comida va mucho más allá. "Aquí vienes y compartes tiempo con otras personas. Desayunas, echas café, hablas sobre temas de actualidad... Compartir es lo que a veces uno necesita cuando vive esta situación", explica. Porque, según él, los desfavorecidos son una sociedad "silenciosa, que debería dejar de lado la vergüenza de contar sus historias". "Colaborar aquí es mi única forma de agradecerlo", sostiene este hombre de 53 años.

A José Antonio Muñoz, de 67 años, el centro social le ayudó "a aprender a leer y escribir", por lo que ahora él colabora en el comedor, a hacer carga y descarga... "Aquí como de lunes a viernes pero vengo a echar una mano a lo que me digan y ayudar al compañero si puedo", relata. Los tres son un ejemplo de que ayudar ayuda, y hacen un llamamiento a la sociedad ya que "cualquier donación sirve". "Para nosotros, que el Banco de Alimentos no tuviera suficiente comida sería horrible", reconocen.