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Una noche de urgencias en la enfermería de la cárcel de Zuera

Funcionarios de la prisión destacan que las guardias nocturnas sin médico han multiplicado los viajes de ambulancias con traslados al hospital.

Imagen del interior de la prisión de Zuera durante la noche.
Imagen del interior de la prisión de Zuera durante la noche.
Heraldo

La enfermería de la cárcel de Zuera está en el módulo 11 de la prisión, donde hay alrededor de 50 presos, 35 de ellos están enfermos y 15 han sido elegidos como un apoyo sanitario a sus compañeros. Funciona durante todo el día como un centro de salud, donde los tres médicos asisten a los internos de la prisión y cubren la jornada con turnos. Pero son solo tres médicos y no pueden abarcar las guardias de la noche. En esos momentos, se quedan una enfermera y un funcionario de vigilancia, que a veces viven momentos muy complicados.

“En la cárcel ya nos han dicho que si los tres médicos se jubilan pronto tendrán que contratar médicos privados porque no se cubren las ofertas de plazas. Las urgencias se cubrirán con una pantalla de telemedicina”, relata una sindicalista de Zuera, sobre la noticia publicada ayer por este periódico. Asimismo, destaca que los problemas de los servicios sanitarios por la noche se han prolongado también a los fines de semana.

En una reciente reunión de los sindicatos con la dirección de la prisión uno de los sindicalistas ya destacó esa situación porque Instituciones Penitenciarias “no da dinero, se buscan médicos, pero ellos no quieren venir”, y tampoco financian la contratación de más enfermeras (hay 12 en la prisión) ni auxiliares. También propusieron que se contrataran dos sanitarios los fines de semana, pero de momento no ha sido aceptada la propuesta.

Una funcionaria que conoce esas noches y fines de semana cuenta a HERALDO cómo tienen que superarlas. A veces no queda más remedio que llamar a alguna ambulancia de urgencias para que se lleven a un preso a un hospital y que allí lo atiendan en sus urgencias.

“Esta misma semana, una noche avisó un preso a las 3.00 porque tenía hipoglucemia y pinchazos en el corazón. La enfermera tuvo que asumir una responsabilidad por encima de su capacidad y hacerle un electrograma para controlarle la saturación”, relata la trabajadora de Zuera. “Antes tuvo que asistir a un paranoico que está fuera de la realidad y necesita mucha atención. Otro se olvidó de tomar las pastillas que les dan durante el día y hubo que atenderle más allá de las once de la noche”.

Durante esa misma guardia, otro interno del módulo 12 alertó al funcionario de guardia de que estaba sufriendo un ataque de ansiedad, estaba muy angustiado. Tuvieron que pedir permiso al jefe de servicio para que fuera trasladado a la enfermería y atenderle allí porque no respiraba bien. “Vivimos una noche al límite, y eso es frecuente”, agrega la trabajadora de Zuera.

No hace mucho tiempo, durante una mañana un preso se cortó el cuello y los antebrazos con una cuchilla de afeitar delante del médico, durante la consulta que tenía que atenderlo. Otro que estaba en el módulo de aislamiento se tragó 40 pastillas y acabó en una ambulancia del 061 para ser atendido en urgencias del hospital Miguel Servet. Esta llamada se está convirtiendo en un aviso habitual desde la prisión de Zuera.

“Hace unos años vivimos el caso de una mujer que estaba presa por haber abandonado a un hijo recién nacido en la terraza de su casa. Nadie nos lo había contado y en la prisión se quedó embarazada. Un día llegó a la enfermería por dolor en la espalda y en realidad estaba dando a luz: el niño ya estaba saliendo”, relata la funcionaria. “La enfermera intentó recuperar al recién nacido, pero el bebé acabó muerto. Estas son las cosas que pasan en la enfermería de la cárcel de Zuera”, concluye.

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