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Los porteros de comunidad, una profesión en peligro de extinción: "Hacemos también de psicólogos"

El gasto que supone (unos 22.000 euros al año) es la razón por la que muchos edificios están prescindiendo del servicio.

Cuatro porteros de comunidad de Zaragoza.
Cuatro porteros de comunidad de Zaragoza.
HA

Limpiar, cerciorarse de que todo funciona correctamente, vigilar, recibir el correo y cubrir las necesidades de los vecinos. No son pocas las labores que cumplen los porteros de comunidad. Es una profesión "de toda la vida" que requiere de un perfil educado y comprometido. Hace varias décadas abundaban en los edificios de propietarios, pero ahora esta labor está "en peligro de extinción", asegura el presidente del Colegio de Administradores de Fincas de Aragón, Miguel Ruiz.

"Han desaparecido muchos. En la mayoría de los casos, cuando se han ido jubilando, no se han sustituido. Normalmente contratan empresas de limpieza y con eso solucionan la papeleta", asegura Ruiz. La principal razón, apunta, es el coste que supone para el vecindario tener un conserje. Supone alrededor de 22.000 euros al año, es decir, en una comunidad de 30 vecinos, el coste por piso es de más de 700 euros. "Este año, van a cobrar un 6,5% más tal y como lo tienen fijado en el convenio", apunta. Por otro lado, sostiene, la empresa de limpieza supone 4.000 euros al año. 

Al coste que supone un portero para los propietarios, se suma la crisis energética que ha disparado la factura de la luz. Y de cara al frío, las comunidades  que cuenten con calefacción central tomarán medidas para reducir el consumo. Así, indica, a partir de ahora, solo "las macrocomunidades" podrán permitirse tener un empleado viviendo en el edificio.

"Me jubilo ya. Me quise retirar antes pero me pidieron que me quedase"

Jesús Germán, en su puesto de trabajo.
Jesús Germán, en su puesto de trabajo en Camino de Las Torres.
H. A.

Jesús Germán se retira este lunes de manera definitiva de la portería del número 31 del camino de Las Torres después de 21 años al servicio de sus vecinos. Con lágrimas en los ojos, se despide de la comunidad que ha visto crecer a sus dos hijos y que ya se ha convertido en su segunda familia. "Tengo 67 años y me jubilo ya. Me quise retirar a los 65, pero me pidieron que me quedase y no pude decir que no", reconoce. Orgulloso y al mismo tiempo agradecido por todo el cariño recibido, Germán asegura que solo se arrepiente de "no haber sido antes portero".

Aunque lleva más de dos décadas al timón de este edificio, ya había capitaneado otra comunidad antes. "Empecé en la calle Zurita y estuve 11 años. Salió una oferta y me presenté con la suerte de que me eligieron a mí. Allí había caldera de carbón y no descansaba ningún día porque siempre la tenía que tener en marcha", recuerda. 

Este zaragozano lamenta que la profesión no esté siempre bien valorada. "Nuestro trabajo es muy oculto. Un portero es mucho más que una persona que limpia y mantiene vigilada una comunidad. Es una persona de confianza, con la que existe una relación humana. En muchas ocasiones hacemos de psicólogos. Todas las familias tienen problemas y se suelen desahogar con nosotros", señala.

Germán recuerda escenas alegres, pero también alguna trágica. "He vivido fallecimientos de vecinos y es algo que ha sido muy duro para mí porque yo he estado presente", reconoce. 

Germán es consciente de que cada día más comunidades prescinden del servicio de portero. "Es cierto que supone un gasto importante para los vecinos, pero yo creo que merece la pena. Quizás se esté perdiendo también porque no todos los profesionales han sabido mantener la compostura que hay que tener. Eso ha hecho que se pierda en ocasiones la confianza", apunta.

"Llevo la profesión en la sangre"

David Andrés, en la portería del número 8 de Independencia.
David Andrés, en la portería del número 8 de Independencia.
H. A.

Hay personas que llevan la profesión en la sangre y David Andrés es una de ellas. "Mi padre trabajaba en la misma portería en la que estoy desde hace ocho años. Domino la profesión porque lo he visto desde pequeño. Él me enseñó todo lo que es necesario para ser un buen portero", sostiene este joven de 38 años, que vive en el edificio (número 8 de paseo de la Independencia) desde los 13 años. Ahora convive en ese mismo lugar con su mujer, su hija pequeña y pronto con la segunda que está en camino. 

"Salvo que pase algo, este es mi destino. Aquí soy muy feliz", reconoce tras saludar a un vecino y recoger un paquete de otro. Andrés es consciente de que la profesión de portero está en "declive", sin embargo, defiende que es fundamental. "Nos encargamos de que todo funcione correctamente", defiende.

"La gente agradece los 'buenos días'"

Elena Orea, en la portería de un edificio de Independencia.
Elena Orea, en la portería de un edificio de Independencia.
H. A.

De la hostelería, a la portería de un edificio de oficinas del paseo de la Independencia. "Antes trabajaba los fines de semana y ahora no. Lo agradezco mucho", sostiene Elena Orea, que cubre el puesto desde hace cuatro años. "La gente agradece los 'buenos días' y el trato humano y en un edificio donde hay empresas, es importante que haya un portero porque también informamos a los clientes. A mí me preguntan, por ejemplo, qué autobús coger o cómo ir a un lugar", asegura.

"Ojalá pueda terminar mi etapa laboral aquí"

Miguel Ángel Sanjuán, en la calle Cinco de Marzo.
Miguel Ángel Sanjuán, en la calle Cinco de Marzo.
H. A.

"Cuando se jubilan los porteros, contratan empresas de limpieza. Ojalá pueda terminar mi etapa laboral aquí, aunque sé que es complicado porque me quedan muchos años", apostilla Miguel Ángel Sanjuán, de 50 año, que lleva 15 años en el número 18 de la calle Cinco de Marzo de Zaragoza. 

"En esta zona éramos muchos, tanto en la plaza Salamero como por estas calles. Ahora ya quedamos muy pocos", lamenta Sanjuán, que considera que una comunidad sin portero es un edificio "desprotegido". "Damos seguridad", defiende.

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