Variedades perdidas de legumbres autóctonas del Pirineo vuelven a brotar en Áscara

Varios productores de esta zona de La Jacetania están recuperando el boliche o los garbanzos de cuatro colores en cultivos ecológicos.

El año pasado, Cielos de Áscara introdujo el cultivo de lenteja de centenero.
El año pasado, Cielos de Áscara introdujo el cultivo de lenteja de centenero.
Heraldo.es

Si hoy en día se preguntara en la calle cuántos tipos de garbanzos o de lentejas existen, muchos responderían que solo uno. No es de extrañar ya que debido a motivos comerciales, la mayoría de las variedades de legumbres se dejaron de cultivar, llegando al mercado solo las más rentables. Pero esta tendencia está cambiando en el Pirineo, donde varios productores se están dedicando a recuperar variedades perdidas a través de cultivos ecológicos.

Es el caso de Gardeniers, la empresa agrícola de Atades, que impulsa el proyecto Cielos de Áscara. En este pueblo de La Jacetania es donde cuatro empleados trabajan las tierras que unas hermanas dejaron en herencia al fallecer. Mari Cruz Deogracias es la técnico que controla esta producción que comenzó con la recuperación del boliche de Embún, un tipo de judía blanca procedente de esta localidad que se caracteriza por tener una piel más fina que no precisa de tanta cocción. Estas fueron las primeras semillas que se plantaron, hace cinco años, pero no las últimas. En el campo ahora se cultivan cuatro variedades de garbanzo (blanco, amarillo, rojo y negro), el año pasado se empezó a recuperar tres variedades de legumbre, la lenteja centenera, el garbanzo de Osía y el de Cucalón, y esta campaña se ha introducido otra variedad más de lenteja.

Con la cosecha de este año ya recogida, las legumbres ecológicas de este campo pirenaico se venden bajo el nombre de Legado de Áscara y se pueden adquirir tanto online como en varias tiendas de Jaca (La Fresquera o la herboristería Sananda). También se distribuyen entre hosteleros de la zona, por ejemplo en el Callizo de Aínsa o en el Vidocq de Formigal se puede comer boliche en desgranadora y este último restaurante acaba de comprar también garbanzo verde de Áscara.

Un proyecto integrador

Dos de las cuatro personas que trabajan de forma permanente en las tierras de Cielos de Áscara tienen discapacidad, puesto que el principal objetivo de Atades a través de Gardeniers es la integración del colectivo en el mercado laboral. Al mismo tiempo, con los cultivos ecológicos, se están recuperando variedades perdidas que no interesan a los grandes productores. Y no solo de legumbres, también hay parcelas destinadas a huerta, de donde salen piparras, el mejor complemento de la legumbre, o cereal, sobre todo el centeno pirenaico, cuya semilla se recuperó de San Juan de Plan. Este año, por otro lado, se terminará de preparar una plantación de 13 hectáreas de robles truferos, donde los primeros ejemplares se plantaron hace cinco años y todavía no han dado las primeras trufas.

La Cooperativa Santa Orosia también hace sus pinitos en el mundo del cultivo de legumbre ecológica en esta zona de La Jacetania. Este es el segundo año que alguno de sus socios se anima a este tipo de producción aunque, en este caso, solo con la finalidad de hacer ensayos. “Este es el segundo año que llevamos haciendo pruebas con garbanzos para conocer la posibilidad de que se adapte el cultivo a la zona. Así vemos qué problemas pueden surgir y aprendemos sobre el manejo ecológico”, explica Aitor Usua, técnico responsable de la cooperativa. Al cultivo de garbanzo se destinan siete hectáreas y la producción normal de un año ronda los 1.200 kilos, aunque este año se ha visto mermada por la sequía y el calor.

Para sacar adelante el proyecto se desarrolla un trabajo en equipo entre el agricultor, que es quien pone la tierra, y el técnico que le asesora en lo que a cultivo ecológico se refiere. En este tipo de campos, las malas hierbas no se combaten con productos químicos, sino con una escarda mecánica, una máquina que sirve para levantar lo que se quiere retirar cuando apena acaba de salir. Esto, que aporta calidad al producto final, es un proceso más laborioso, manual y menos preciso que otros. “El trabajo va conjuntamente entre la cooperativa y el duelo de la tierra porque él es quien está más en el campo”, explica Usua.

Por ahora, la cosecha recogida no se comercializa porque al tratarse de cantidades modestas los costes de venta se dispararían. “Si hubiera más agricultores que se animaran se podría intentar meter en la rutina de la comercialización”. Y es que si el primer año se animaron dos cooperativistas (uno con un campo de cuatro hectáreas y otro de dos), éste solo se cuenta con uno, aunque sus tierras suman siete hectáreas en Áscara.

De momento, las pruebas solo se están haciendo con variedades autóctonas perdidas de garbanzo, una legumbre cuya raíz es muy profunda y es capaz de hacer un mayor aprovechamiento del terreno que otras. Así, encuentra agua bajo tierra en una zona tradicionalmente cerealista donde abundan los campos de trigo, avena y centeno y donde los propios agricultores se han acostumbrado a ese monocultivo. “Está demostrado que la rotación que implica meter una legumbre trae muchos beneficios para el suelo y sirve para fijar nitrógeno para el año siguiente. Así, acabando con el monocultivo, se rompen los ciclos de las plantas del campo y es bueno incluso para las plagas”, explica Usua. Un camino, el de la recuperación de variedades perdidas de legumbres del Pirineo que no solo es positivo para el consumidor, sino también para el planeta.

 

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