Tercer Milenio

En colaboración con ITA

La vida de las piedras

El mayor castillo de Sobrarbe

En el Pirineo cabe hacer una ruta de los castillos, también de aquellos donde solo la mano de la naturaleza ha tenido que ver en su construcción. Si hace unos meses la comenzamos por el Castillo de Acher, en el valle de Echo, nos vamos ahora al Geoparque Sobrarbe-Pirineos para subir al Castillo Mayor. Otro fascinante paisaje de torres y murallas nos aguarda.

Desde las murallas cimeras del Castillo Mayor, un paisaje de vértigo bien defendido.
Desde las murallas cimeras del Castillo Mayor, un paisaje de vértigo bien defendido.
Ánchel Belmonte Ribas

Lo de la altitud de las montañas es un dato de relativa importancia. Con 2018 metros sobre el nivel del mar, el Castillo Mayor sería un gigante en el País Vasco, pues se eleva casi 500 metros sobre su cima más alta. En Sobrarbe resulta una cifra humilde, pero eso no impide que se trate de una de las montañas más formidables de todo el Geoparque. Su ubicación es la de un verdadero castillo: aislada y estratégica. Un mirador que permite otear en todas las direcciones. Tranquilos, no vendrán enemigos.

El Castillo Mayor es un gigantesco bloque de calizas que yace sobre rocas margosas más jóvenes, lo que contradice el principio de superposición de estratos. Empezamos bien. Si una roca antigua se apoya sobre otra moderna hay que pensar en algún mecanismo que haya producido esa superposición anómala. En nuestro castillo, es un gran cabalgamiento el responsable. Un accidente tectónico que desplazó hacia el sur varios kilómetros a esas calizas, colocándolas sobre margas más recientes.

Los cabalgamientos son esenciales para entender la formación de las cordilleras. Explican el acortamiento en la horizontal de las rocas preexistentes y el engrosamiento en la vertical de la corteza. Así se elevan las montañas. Un ojo adiestrado los reconocerá a cientos caminando por el Pirineo.

Los mismos esfuerzos compresivos capaces de tamaña gesta, hicieron también que las rocas se plegaran adquiriendo –como en el Castillo de Acher- una geometría de pliegue sinclinal.

Toda muralla, sea de Troya o de Zamora, tiene una debilidad en su entrada. También las del Castillo Mayor, que se sube fácilmente desde Puértolas. Una vez conquistado su recinto, es un placer pasear disfrutando de un festival de relieves kársticos, resultado de la lenta disolución de la roca caliza. Desde un gran poljé que señorea por su interior, a toda la corte de lapiaces variados que –a modo de orfebrería geológica- ornamentan laderas y crestas.

Anímense, lleguen a la cima y hagan guardia por el perímetro de sus murallas. Recréense en las tremendas vistas, pero también en las inmediatas torres que se desgajan –individualizadas por la red de fracturas- desafiando al vacío mientras las heladas y los desprendimientos van desmoronándolas. No hay catapulta ni ariete que haga ese trabajo mejor.

Nuestras montañas son relieves vividos. Y en el seno de este castillo aún hay viejas casetas de pastor. Y tradiciones que lo llaman 'El orinal de Cristo' o que hablan de misteriosos lagos subterráneos que –en ocasiones- desbordan por las surgencias del entorno. Y es que la tradición oral tiene el derecho de explicar los fenómenos de hidrología kárstica con toda la poesía y la épica que quiera.

Leyendas, montañas, rocas, pastores, paisajes culturales y geológicos finamente hilvanados. Un Pirineo inagotable que nos ofrece tanto y tan bueno que no hace falta modificarlo para disfrutarlo. Pero eso ya es otra historia…

Ánchel Belmonte Ribas Geoparque Mundial de la Unesco Sobrarbe-Pirineos 

-Ir al suplemento Tercer Milenio

Apúntate y recibe cada semana en tu correo la newsletter de ciencia

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión