Las familias aragonesas de acogida de ucranianos consideran "migajas" las deducciones previstas en la renta

El Gobierno aragonés aprobó una deducción en el tramo autonómico del IRPF de 300 euros por persona acogida, con un máximo de 1.000 euros por declarante.

Julio Murillo, segundo por la derecha, con su mujer y su 'hija' ucraniana y sus pequeños el pasado marzo en la localidad zaragozana de Perdiguera
Julio Murillo, segundo por la derecha, con su mujer y su 'hija' ucraniana y sus pequeños el pasado marzo en la localidad zaragozana de Perdiguera
Toni Galán

Nacho Madorrán y su mujer ucraniana Iryna Babinetska abrieron las puertas de su hogar en el barrio Arcosur de Zaragoza a Svitlana Fokina y a su hija Viktoriia el pasado marzo cuando llegaron huyendo de la invasión rusa. No se conocían previamente, pero Iryna tenía claro que quería echar una mano a sus compatriotas. Madorrán reprocha que las deducciones del tramo autonómico del IRPF aprobadas por el Gobierno aragonés por acoger o ayudar a refugiados ucranianos son "migajas".

La deducción será de 300 euros por persona acogida, con un límite de mil euros por declarante, según anunció el Ejecutivo autonómico. "Son unas cantidades ridículas si piensas que en estos casi siete meses el presupuesto familiar se nos ha disparado unos 6.000 euros", asegura Madorrán. Han tirado de ahorros y "de la ayuda de mi madre", explica. El alza de precios de la cesta de la compra, la luz y el gas "también ha contribuido a que el gasto haya sido mayor que en condiciones normales". Aunque no se arrepiente de este gesto solidario, no cree que "volviera a hacerlo, ha sido muy duro y nos hemos sentido solos, abandonados por las instituciones". 

El Ayuntamiento de Zaragoza sí les concedió una ayuda de emergencia y la beca de comedor de la menor. Ahora empiezan a ver la luz. Svitlana trabaja desde hace dos meses en una empresa social de reciclaje de ropa y está a la espera de irse a vivir con su hija a un piso a través del programa Zaragoza Acoge del Consistorio en colaboración con Federico Ozanam.

Las críticas de Madorrán las comparte Julio Murillo, de la Asociación Asistencia a la Infancia, que se trajo a la localidad zaragozana de Perdiguera su ‘hija’ ucraniana Olena Dervikoba (de la que cuidó durante periodos vacacionales de niña) y a sus tres pequeños (de 13, 9 y 8 años). "Estoy muy desengañado porque de todo lo que se ha ido prometiendo desde el principio para estas familias todo llega tarde y con cuentagotas", se lamenta.

La suerte es que Dervikoba habla español y no tardó mucho en encontrar trabajo en una granja de cerdos de la zona e irse a vivir a una vivienda independiente. Los tres chavales están escolarizados y el más pequeño va a un colegio especial de Zaragoza. El Ayuntamiento de Perdiguera costea el comedor de la niña que va al colegio de la localidad y la ludoteca de la tarde. Él y su mujer Feli se han convertido en los ‘abuelos’ españoles: "Le seguimos echando una mano en todo lo que podemos, el chico que va al instituto come con nosotros y si hay alguna reunión o algún trámite que ella no pueda ir, allí estamos nosotros".

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