gastronomía y montaña

Merendero de Cotefablo: un restaurante en medio de la montaña

Abrió sus puertas hace poco más de un año y ya se ha convertido en parada obligatoria para los amantes del monte que se pierden por la zona de Linás de Broto.

Antonio López, en el Merendero de Cotefablo.
Antonio López, en el Merendero de Cotefablo.
C.I.

Abrió sus puertas hace poco más de un año y ya se ha convertido en parada obligatoria para los amantes del monte que se pierden por la zona de Linás de Broto.

En lo alto de un valle, rodeado de montañas, prados y frondosos pinares, encontramos el Merendero de Cotefablo, restaurante regentado por un montañero de pura cepa, Antonio López (56), albañil de profesión que, como demuestran sus platos; se defiende estupendamente entre los fogones de este establecimiento que abrió sus puertas en mayo de 2021.

Ubicado a la salida del túnel de Cotefablo, lugar desde el que parten varias rutas entre las que se encuentran la del Pelopín -cumbre más elevada de la zona que separa el Valle de Tena del de Ara-, así como las de Toronzué, Erata u Otal; surge una antigua borda de piedra que, de no ser por las sombrillas de color marfil de su terraza y el enorme letrero que dice ‘Bar’ en uno de sus laterales, pasaría completamente inadvertida como establecimiento. Se encuentra a unos 5 kilómetros de Linás de Broto, en Huesca; -en concreto en el kilómetro 491 de la Nacional 260-.

Las vistas constituyen uno de los grandes atractivos del establecimiento.
Las vistas constituyen uno de los grandes atractivos del establecimiento.
C.I.

Fue poco antes de la pandemia cuando López se topó con la oportunidad de adquirir esta antigua casa abandonada rodeada de un prado. No tardó en darse cuenta de que cada vez había una mayor afluencia de montañeros en la zona. Sin embargo, no había ningún bar en todo el valle: “Al menos no abierto durante todo el año como nosotros. Es el único bar en 8 kilómetros a la redonda que da este servicio”.

El restaurante se encuentra en el interior de una antigua borda ubicada en el punto más alto del valle. Durante algo más de un año fue rehabilitada por el propio López, zaragozano que muy joven se trasladó al Pirineo aragonés donde trabajó durante diez años como guarda del refugio de Goriz. Después, se dedicó a la restauración de edificios en el valle hasta que dio con este lugar, un escenario que acabó por cautivarlo. “Elegí este terreno por las vistas que ofrece de Monte Perdido. Es uno de los pocos sitios de toda la comarca desde donde se puede ver así”, asevera.

Durante los meses de verano abren cada día -excepto los miércoles, que hacen descanso semanal- desde las 9.30 de la mañana hasta las 20.00, dependiendo de la faena. El resto del año trabajan solo los fines de semana, “que es cuando hay gente”. “Sin duda nos identifica este paraje incomparable. Las montañas que nos rodean, de 2.000 metros de altura, son montes amables y asequibles para casi todo el mundo”, advierte. Algo que convierte este espacio en lugar de paso para un público muy familiar.

Antonio López restauró una antigua borda para abrir su restaurante.
Antonio López restauró una antigua borda para abrir su restaurante.
C.I.

Ya en el interior de la borda se mantienen elementos de época como una balanza, una antigua campana o una chimenea de leña, y varios ramilletes de plantas silvestres que se encuentran por la zona. También, colgadas en sus paredes, junto a mapas del valle, una colección de fotografías antiguas, algunas de ellas, asegura Toño -como lo conoce todo el mundo- con mucha historia. “En esta aparece el Gigante de Sallent, Fermín Arrudi Urieta, que se hizo muy conocido en la zona y fuera de España”, explica. Una instantánea que le regalaron sus descendientes directos.

Migas aragonesas… con vistas

En su carta, se presentan platos típicos de la montaña que hacen las delicias de los visitantes tras una buena caminata, como sus famosas migas aragonesas -que triunfan todo el año, advierte-, los huevos rotos -que pueden ser con morcilla, chistorra, jamón o bacon-, el plato de jamón -de Teruel, especifican- así como una amplia variedad de tartas caseras. “Nos identifica una propuesta gastronómica sencilla basada en productos de la tierra, sobre todo de la zona, y sin pretensiones”, asegura.

Pero si hay algo en lo que ponen mucho esmero es, advierte, en el trato con los visitantes. “Tratamos de que todo el que pasa por el Merendero de Cotefablo se lleve un grato recuerdo de su visita. También aportamos información valiosa sobre la zona, algo que la gente agradece mucho”, añade el montañero. De hecho, el éxito es tal que todos los viajeros que pasan por allá recomiendan en sus reseñas reservar.

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