Aragón registra su segundo peor año de incendios tras arder más de 22.000 hectáreas

Las mayores pérdidas se remontan a 1994, cuando se calcinaron 31.000 hectáreas de masa forestal, con el fuego de la zona del Maestrazgo como protagonista.

Una semana después del incendio en el Santuario de Borja, Vera de Moncayo y El Buste.
Una semana después del incendio en el Santuario de Borja, Vera de Moncayo y El Buste.
Francisco Jiménez

El caluroso verano de 2022 está siendo uno de los peores de la historia en cuanto a incendios forestales se refiere, solo por detrás del de 1994. Aquel fatídico año ardieron más de 31.000 hectáreas de superficie forestal y buena parte de ellas correspondieron al gran fuego que azotó la zona del Maestrazgo, el más devastador desde que hay registros en la Comunidad. Según los últimos datos provisionales publicados por el Gobierno de Aragón, hasta el 14 de agosto, ya han ardido 22.069 hectáreas forestales. Se trata de un año "muy malo", indican desde el Departamento de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente al cumplirse poco más de una semana del inicio del fuego que ha amenazado con entrar al Parque Natural del Moncayo.

Jorge Crespo, jefe de servicio de Gestión de Incendios, explica que el 2022 va camino de ser "el segundo peor año" de incendios forestales, con todavía cuatro meses por delante. El balance se salda con cuatro Grandes Incendios Forestales (GIF) -Nonaspe, Castejón de Tornos, Ateca y Moncayo- y más de 22.000 hectáreas de superficie de bosque arrasadas. En este dato no se incluyen la superficie agrícola, por lo que la cifra es todavía mayor.

Así es como han quedado las zonas afectadas por los incendios en la Comarca del Moncayo pasados unos días

"Históricamente hemos tenido años muy malos. Se recuerda el de 1994, con más de 31.000 hectáreas calcinadas. El segundo peor era el de 2009, por debajo de las 22.000 y con varios incendios en Teruel y en la zona de Aliaga, Valmadrid, Zuera... Pero 2022 lo va a superar", detalla Crespo. Las sucesivas olas de calor, alcanzando temperaturas superiores a los 42 grados algunos días, y la sequía han dado lugar a un cóctel explosivo, donde cualquier chispa podía provocar un gran incendio forestal.

Una medición exhaustiva

El más virulento en este 2022 ha sido el de Ateca. La Dirección General de Medio Natural y Gestión Forestal cifra en 10.347 hectáreas de superficie forestal ardidas -datos recogidos entre el 18 y 24 de julio, donde también se incluyen otros pequeños incendios o conatos-, que ascienden hasta las 14.000 si se tienen en cuenta también los terrenos agrícolas.

Por detrás está el más reciente, el que ha amenazado al Parque Natural del Moncayo y que aún no está extinguido. Según las últimas estimaciones, habría abrasado 8.250 hectáreas de masa forestal hasta el 14 de agosto. Aunque el primer dato oficial lo cifró en 6.000 hectáreas, Crespo especifica que el perímetro puede variar, por lo que la estimación sería algo más elevada. El podio lo cierran el incendio de Castejón de Tornos, con 1.350 hectáreas de bosque; y el de Nonaspe, donde ardieron 1.110.

Para medir el terreno que se ha quemado, la Dirección General de Medio Natural utiliza la información recogida por un satélite. "Los primeros periodos son especulativos. Lo primero que tenemos es la información del satélite de Copernicus que, a través de la temperatura del suelo, hace un perímetro aproximado", detalla Jorge Crespo. Las zonas agrícolas no se calientan, por lo que el satélite no las estima y por eso no se incluyen en las estadísticas del Gobierno de Aragón. "Después hacemos un vuelo con el avión del Ministerio para precisar la zona quemada y, para finalizar, se hace un trabajo de campo", expresa.

Factores agravantes

En los últimos tres años, los incendios forestales habían calcinado poco más de 2.200 hectáreas de masa forestal; sin embargo, en apenas tres meses esta cifra se ha multiplicado por diez. "El verano es lo que acaba determinando si un año ha sido bueno o malo con respecto a los incendios forestales", detalla el jefe de servicio de Gestión de Incendios. Influyen factores como la sequía acumulada, la recurrencia de las olas de calor y lo seguidas que se manifiestan, los fenómenos tormentosos, etcétera. "Las tormentas pueden ocasionar rayos o bien mucha agua, por lo que pueden ayudar a aliviar situaciones complejas o empeorarlas", comenta Crespo. Además, cabe destacar que cuando se producen varios siniestros a la vez, es necesario repartir los esfuerzos y se tensiona el operativo de control y extinción.

Precisamente, este verano ha sido muy seco, con olas de calor intensas y que se han sucedido entre sí, además de fuertes rachas de viento. Esto ha empeorado la situación de unos fuegos que ya de por sí eran voraces. "Creo que los incendios de Ateca y Añón de Moncayo han sido los más rápidos que hemos visto nunca", relata Jorge Crespo. Ante este escenario, reconoce que habrá que empezar a acostumbrarse a que cada año se registren más fuegos. De hecho, la situación no es exclusiva de Aragón. El resto del país también se ha visto asolado por unos incendios que han dejado más de 200.000 hectáreas calcinadas, superando la suma de los cuatro años anteriores. 

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