Por
  • Ángel Dolado

La madurez de un anhelo

El Estatuto de Autonomía cumple cuarenta años
El Estatuto de Autonomía cumple cuarenta años
Krisis'22

En este San Lorenzo de 2022, patrón de nuestra Huesca, Aragón conmemora 40 años de autonomía. Una efeméride realmente imprescindible para nuestra Comunidad desde muchos puntos de vista y, normalmente, cuando llega un aniversario de este tipo es imposible no mirar hacia el pasado y preguntarse: ¿dónde y cómo estaba yo entonces?

En mi caso, con 20 años, estudiando Derecho y absolutamente ilusionado con poder desarrollar mi vida profesional en aquel mundo que guiaba mi vocación y que me sigue apasionando como entonces: la justicia.

Y con esa misma ilusión se aprobó nuestro Estatuto: con la propia de una juventud idealista en búsqueda de un futuro que le permita desarrollarse en las siguientes décadas.

Hablo de juventud porque creo que no podemos decir que nuestro Estatuto naciera en 1982, sino que lo había hecho mucho antes. El 10 de agosto de aquel año se plasmó en Ley Orgánica un objetivo por el que habían luchado y trabajado muchos aragoneses desde la misma llegada de la democracia.

Hablamos de aquellos aragoneses que se manifestaron el 23 de abril de 1978, de los parlamentarios que constituyeron la asamblea provisional, de los presidentes y consejeros de la DGA preautonómica o de los ponentes del Estatuto…

Y este objetivo reseñado era, al tiempo, el resultado del anhelo colectivo de recuperar de forma jurídica la identidad como sujeto político de Aragón.

"El Estatuto nació por un deseo de autonomía y en este año podemos hablar de madurez por su desarrollo a lo largo de cuarenta años"

Una identidad perdida con los Decretos de Nueva Planta y cuya recuperación había sido reivindicada a lo largo de varios siglos e intentada llevar a término en varias ocasiones; bien con proyectos de estatutos de autonomía o mediante la potenciación de lo único que nos quedó de aquella estructura propia: nuestro Derecho Foral.

Hablo del Estatuto en su nacimiento mediante el anhelo de la autonomía, de su juventud a través de su plasmación en una realidad legal y, en este año, podemos hablar de madurez por su asentamiento y desarrollo a lo largo de sus cuarenta años de vigencia.

Como pueden ver, además de identificarme en los sentimientos que el Estatuto de Autonomía nos ofrecía en 1982, de alguna manera realizo una personificación de un texto legal.

Algo que también hizo Pedro Calixto Ramírez, eminente jurista, tratadista político y lugarteniente del Justicia desde 1607 quien, en su obra principal ‘Analiyticus tractatus de lege regia’, describió toda la estructura del reino de Aragón como si se tratara de un cuerpo humano para su mejor comprensión.

De esta forma situaba al Rey como el cerebro del Reino, al Consejo de Aragón como sus oídos, a la nobleza como el corazón… y de esta manera a cada estamento o institución lo convertía en un elemento anatómico.

No sé si su redacción en 1616 y, por tanto, posterior a la ejecución de Juan de Lanuza V fue un hecho a tener en cuenta a la hora de situar a la figura del Justicia de Aragón como el cuello de aquel Reino, pero sí consideró que el Justicia era la unión entre la cabeza que gobernaba y el conjunto de los aragoneses.

Ese cuello, ese Justicia: que unía poder y pueblo, que buscaba el cumplimiento fiel del pactismo, y que permaneció siempre en el subconsciente de los aragoneses, fue también recuperado con el Estatuto de Autonomía de 1982.

Y lo hizo con carácter de institución básica de autogobierno, adquiriendo Aragón una singularidad en el conjunto de la España de las autonomías. Pues todas las comunidades autónomas tienen a su presidente, su parlamento y su gobierno, pero nosotros tenemos además nuestro Justiciazgo, cuya traslación de su pasado histórico a la realidad de hoy la realizaron de una manera muy certera los autores de nuestro Estatuto.

Nuestro Estatuto logró recuperar al Justiciazgo aunando el orgulloso origen histórico del siglo XII con una visión práctica que le diera sentido en el presente, siendo pieza fundamental en la defensa de los derechos de la ciudadanía, pero también en la protección de nuestro Derecho y del propio Estatuto.

En estas líneas he querido dibujar la visión de madurez que como Justicia tengo respecto a nuestro Estatuto cuarenta años después de la aprobación de su primer texto.

Una madurez, la de nuestro autogobierno que, sin duda, nos permite seguir avanzando como sociedad cada día.

Nuestro Estatuto de Autonomía cumple cuarenta años y es un motivo de satisfacción para todos los que amamos esta tierra que se llama Aragón.

Ángel Dolado, Justicia de Aragón

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