Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Odón de Buen se hará de nuevo a la mar

El nuevo buque insignia de la oceanografía española llevará el nombre de su fundador: Odón de Buen, el pionero que se enamoró del mar desde el secano aragonés. Nos lo cuenta otro aragonés que coordinó la flota del IEO. 

La tecnología de vanguardia del futuro barco del Instituto Español de Oceanografía permitirá estudiar los ecosistemas, hábitats y fondos marinos en todos los océanos del mundo.
La tecnología de vanguardia del futuro barco del Instituto Español de Oceanografía permitirá estudiar los ecosistemas, hábitats y fondos marinos en todos los océanos del mundo.
IEO-CSIC

"Conocí el mar, lo contemplé soberbio, imponente (...), y sentí afanes insaciables por conocer los secretos ocultos bajo las olas y las causas, poco aparentes, del origen de la vida y de los océanos". Así se expresaba Odón de Buen en su discurso de jubilación en octubre de 1934. Nacido tierra adentro, el hijo del sastre de Zuera se enamoró del mar en un viaje que hizo con 22 años, nada más licenciarse en Historia Natural, en 1885, a bordo de la fragata ‘Blanca’, donde se había instalado el primer laboratorio español de biología marina. En aquella campaña para la instrucción de guardiamarinas, él era uno de los integrantes de la comisión de naturalistas que pidió la Real Sociedad de Historia Natural. Desde Cartagena a Escandinavia y de regreso al Mediterráneo, haciendo escala en las costas argelinas, aquel periplo marcó su vida. "... en tempestades violentas, moviendo nuestro fragatón de madera, con desprecio a su insignificancia, y arrancándole gemidos agudos (...). Vi el mar apacible, dulce, enervante, surcándole la ‘Blanca’ majestuosamente, al más ligero soplo de viento, o meciéndole en días de calma. Vi costas sonrientes, rías y fiordos tranquilos, islas maravillosas o acantilados sombríos, como fantasmas al través de la niebla...". Y su afán por conocer se despertó de tal modo que "leí mucho, y pensé mucho, y formé decisión firme de dedicarme a la oceanografía, que entonces alboreaba".

Odón de Buen volverá a surcar los mares cuando se bote, bautizado con su nombre, el nuevo buque de investigación del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) que él fundó. Ha comenzado su construcción en el astillero Armón, en Vigo, y será el mayor buque de investigación oceanográfica de la flota española. Quien coordinó el diseño conceptual de este barco es también aragonés; José Ignacio Díaz Guerrero ha sido, hasta su jubilación el año pasado, coordinador de Flota en el Instituto Español de Oceanografía.

José Ignacio Díaz Guerrero, ante los océanos de la fuente de la Hispanidad.
José Ignacio Díaz Guerrero, ante los océanos de la fuente de la Hispanidad.
Guillermo Mestre

Tras recorrer mares y océanos, primero, y haber coordinado después, durante 17 años, desde el Centro Oceanográfico de Santander, todas las actividades técnicas y logísticas de la flota oceanográfica (así como de las campañas que los investigadores del IEO desarrollan en los buques de la Secretaría General de Pesca), José Ignacio Díaz Guerrero ha vuelto con su mujer a Villamayor, de donde era su madre. El pueblo de los veranos y los fines de semana de los primeros años de este zaragozano que se define como "marinero de secano, totalmente, creo que no sé nadar...".

"El interés del trabajo y la observación del mar nunca cansa. Si aguantas el mar y le sabes buscar el atractivo, sabe malo jubilarse"

Navegar tres meses al año

Como geólogo marino, en su etapa en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), antes de incorporarse en 2004 al IEO, participó en 38 campañas oceanográficas en el Mediterráneo, el Atlántico y la Antártida. Navegaba entonces tres meses al año, dedicando el resto del tiempo a procesar las muestras recogidas. Aunque salpica con humor al decir que el agua no tiene para él un atractivo especial, "más allá de la ducha", reconoce que "el interés del trabajo y la observación del mar nunca cansa". Hasta el punto de que "si aguantas el mar y le sabes buscar el atractivo, es un trabajo del que sabe malo jubilarse".

Recuerda bien la primera vez que embarcó: "El primer día no me mareé, pero sí el segundo". En marzo del 81, solo unos días después del intento de golpe de Estado de Tejero, Díaz Guerrero comenzaba, en la zona del golfo de Valencia y a bordo del ‘García del Cid’, una campaña de estudios medioambientales y de elaboración del mapa geológico de la plataforma continental española. Trabajaba entonces en el Instituto Jaime Almera de Ciencias de la Tierra (CSIC), donde se adentró en el campo de la geología marina. Cuando, años antes, cursaba Geológicas en la Universidad de Zaragoza, nunca imaginó que acabaría estudiando el mar. "He sido el exótico de mi promoción", bromea.

Hoy en día, en las campañas oceanográficas se sigue trabajando, en tres turnos, las 24 horas del día, pero los medios y las condiciones a bordo han cambiado mucho. Para empezar, "es importante entender que los barcos se van haciendo más grandes porque los estándares de vida y trabajo requieren dimensiones no comparables con los buques de hace 20 o 30 años". Así, los casi 85 metros de eslora y 18 de manga del futuro ‘Odón de Buen’ harán de él el mayor buque de investigación oceanográfica de la flota española. 

Tendrá espacio para albergar a 58 pasajeros y su autonomía será de unos 50 días de navegación. Algo muy ligado a su capacidad de almacenamiento, porque "para determinar la autonomía, el parámetro crítico son los víveres frescos, más casi que el combustible". Así como otros barcos tienen alcance costero, local, regional u oceánico, "desde el principio teníamos claro que queríamos tener un buque global", señala, y el ‘Odón de Buen’ podrá operar en todos los océanos del mundo, incluidas las regiones polares, y en profundidades superiores a los 6.000 metros. "Si te mueves por las costas españolas o europeas es relativamente sencillo mover un contenedor –expone–, pero si vas al Pacífico o el Índico, los mares más distantes, que hasta ahora estaban prácticamente fuera de los objetivos, es importante tener capacidad de carga".

Cuánta gente puede embarcar influye también en la propia dinámica de trabajo: "Antes, primero iban los biólogos, luego, los geólogos..., mientras ahora, los observadores de mamíferos, los observadores de aves, los físicos que controlan la temperatura del agua... trabajan juntos, no a la vez, pero sí sucesivamente; en todas las campañas van investigadores de muchas disciplinas, lo que permite estudiar de manera integral el ecosistema completo".

Mucha tecnología a bordo

Actualmente, los buques son una herramienta muy sofisticada y compleja, donde concurren distintas tecnologías, desde las que los propulsan hasta las que los comunican, ya que "hoy en día es muy importante que la gente acceda a las bases de datos y se comunique casi en tiempo real con colegas en tierra". No fue así en su destino más remoto, la Antártida, en 1989, cuando pasaron "dos meses absolutamente incomunicados con casa". Aquel fue para él un viaje "casi iniciático, del que me traje ideas para incorporar al ‘Hespérides’, entonces en construcción".

"Hoy, puedes investigar los fondos y poblaciones marinas sin perturbarlas, lo que contrasta con la oceanografía que hacíamos en los ochenta"

Todo ha cambiado, y una de las más valiosas conquistas es el silencio. Hoy, compara, "estos barcos son, salvando las distancias, como cuando pasa un coche eléctrico a tu lado y no lo oyes". El ‘Odón de Buen’ está especialmente diseñado para ser silencioso, algo fundamental tanto para observar el océano produciendo el mínimo impacto y alteración a los organismos marinos como para el trabajo con ecosondas científicas. Las ecosondas "han sido la herramienta fundamental: hoy puedes ver acústicamente el fondo del mar, con una nitidez y claridad que antes no tenías". Y "si estoy investigando poblaciones de peces, quiero saber qué biomasa tengo, y si soy muy ruidoso, me oyen llegar y se van a escapar". Un conjunto de elementos acústicos permite ver las estructuras de las masas de agua, de la superficie del fondo y subyacentes al fondo, y el despliegue de diversos instrumentos y de vehículos submarinos autónomos u operados por control remoto "dan las claves más importantes para la ciencia y la sostenibilidad, porque, hoy, puedes investigar los fondos y poblaciones marinas sin perturbarlas, lo que contrasta con la oceanografía que hacíamos en los ochenta, cuando la única forma de estudiar un bicho era sacarlo a la superficie, con lo que afectabas a ese ecosistema", señala Díaz Guerrero. Se evita así también el ruido como contaminante, pues "la biodiversidad mediterránea se ha reducido por el alto nivel de ruido radiado que producen los buques".

Con la vista puesta en el respeto al medio ambiente, el ‘Odón de Buen’, que, usará gas como combustible, contará también con avanzados sistemas para evitar derrames de combustible y controlar las emisiones de gases a la atmósfera. En su equipamiento científico de vanguardia destacan, además de las ecosondas, tanto para el estudio del fondo marino como para el de pesquerías, vehículos no tripulados (manejados remotamente o autónomos), sistemas de muestreo, dragas y 500 m2 dedicados a laboratorio.

También la comodidad de los barcos actuales "está a años luz del de los buques de los años ochenta". En sus primeras campañas en el ‘Cornide de Saavedra’, el geólogo zaragozano dormía "en un camarote de cuatro, encima de la cámara de máquinas del barco y debajo de la maquinilla de pesca, que estaba trabajando todo el día".

Nuevos horizontes

 Al hacer balance, confiesa que "he tenido mucha suerte: de meterme en geología marina y dar el salto a los barcos, casi por casualidad". Desde 2006, José Ignacio Díaz Guerrero fue responsable del programa de modernización de la flota del IEO; estuvieron a su cargo los proyectos de construcción de los buques ‘Ramón Margalef’ y ‘Ángeles Alvariño’, así como del proyecto de remodelación del ‘Francisco de P. Navarro’. Y coordinó el proyecto que abordó el diseño conceptual de un buque oceánico multipropósito que diera el relevo al ‘Cornide de Saavedra’. Ese barco, "un proyecto al que, en cierto modo, le ha costado mucho ver la luz", será el ‘Odón de Buen’, que se espera que esté terminado en menos de tres años.

Con él, la oceanografía española ampliará sus horizontes geográficos. Alcanzar los mares más distantes "permitirá analizar, por ejemplo, la capacidad de absorción de CO₂ a lo largo de todo el planeta, algo muy importante –destaca– porque las corrientes ponen de manifiesto que, en las aguas del golfo de Cádiz, a 4.000 o 5.000 metros de profundidad, encuentras agua antártica". Todo está conectado y "nuestros límites geográficos, que son políticos, no tienen sentido cuando estudias la naturaleza del planeta".

Con la amplia visión que le proporciona haber sido investigador y, después, como gestor, preparar barcos y campañas, asegura que "debemos preocuparnos: la capacidad perturbadora que tiene el hombre en la naturaleza va en paralelo a nuestro desarrollo tecnológico y queremos fiarlo todo a que alguien encuentre una solución mágica, es el gran error de la especie humana,... y todos queremos tener aire acondicionado. En los telediarios nos cuentan los efectos de las temperaturas y cómo van llegando los huracanes, y esto no puede seguir así. Me preocupan mis nietos". Vive en una casa antigua, de adobe, de 1859, "en verano no paso demasiado calor, algo de frío en invierno, pero no veo claras las condiciones que van a tener mis nietos". Él, que no ha tenido coche hasta que se jubiló, se sorprende al ver que la gente conduce para ir a tomar café cuando, considera, "tiene que ser una disciplina familiar y personal reducir residuos, reutilizar, aprovechar más los recursos que tenemos alrededor porque no son ilimitados". Desde su retiro en Villamayor, se dedica a leer –"de barcos, más de historia, que siempre me ha gustado"– y a hacer maquetas –no de barcos, sino de aviones y tanques–, "un poquito cabreado al ver que el tiempo pasa igual de deprisa que antes", él, que anhelaba el aburrimiento...

Entre las últimas imágenes grabadas para el documental 'El olvido del mar', la del actor Carmelo Gómez buceando.
Entre las últimas imágenes grabadas para el documental 'El olvido del mar', la del actor Carmelo Gómez buceando.
Sintregua Comunicación

‘El olvido del mar’: una historia contada en imágenes y en barcos

"La vida de Odón de Buen es de novela, de gran película de aventuras en la que hay lucha, suerte, éxito, fracaso, disputas, empecinamiento –mucho empecinamiento–, ideales, amor, odios, guerra, barcos, animales, viajes, masones, republicanos, fascistas, políticos, universidades, bodegueros, alumnos y pasión, sobre todo, mucha pasión". Con estas ágiles pinceladas se zambulle el periodista científico Antonio Calvo Roy en la biografía que dedicó a Odón de Buen. El guion del documental ‘El olvido del mar’, que se rueda en estos momentos, se ha construido a partir de su profunda investigación sobre la figura del padre de la oceanografía española.

Producido por Sintregua Comunicación, el documental es, declara su directora, Mirella R. Abrisqueta, "un reconocimiento a su importante labor científica, a su legado en la actualidad, pero también a su increíble vida, resumen de la convulsa época que le tocó vivir".

El equipo de rodaje ha viajado al laboratorio de Palma de Mallorca –el primero que él fundó en nuestro país–, a Mónaco y a Banyuls-sur-Mer, localidad costera francesa que fue fundamental en su formación, y que le acogió en 1939, cuando se vio obligado a dejar España. "Y, por supuesto, visitaremos Zuera, su localidad natal, donde llevan décadas preocupados por recuperar su figura".

Aparecerán en pantalla diferentes expertos en este personaje y también científicos que dedican su vida a la investigación marina, pero, para reforzar la presencia de los pensamientos de Odón de Buen, que quedaron escritos en sus memorias, el actor Carmelo Gómez encarnará al oceanógrafo aragonés.

En el cabo de Palos (Murcia), acaban de grabar con él una escenas de buceo y a comienzos de julio completan el resto de su intervención en el filme. En paralelo, ya están en proceso de edición las diversas entrevistas y animaciones. Este trabajo cuenta con el apoyo del Gobierno de Aragón, la Diputación Provincial de Zaragoza, el Ayuntamiento de Zuera y Aragón TV. Está previsto estrenarlo en marzo de 2023, coincidiendo con el año del 160 aniversario de su nacimiento.

De Zuera al océano

"Por encima de todo, Odón de Buen fue un hombre comprometido con el medio marino, podríamos pensar en él como el Jacques Cousteau español, un naturalista implicado en la defensa del medio natural", declara Abrisqueta. Su legado es el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), una institución que ha cumplido cien años dedicados a la investigación y el cuidado de los océanos. Una labor que el documental también dará a conocer, pues "es muy interesante y desconocida, y fundamental para la protección de los ecosistemas marinos y del medio acuático. Sus barcos viajan a la Antártida, pero también participan en el rescate de buques hundidos y sus tesoros".

De origen humilde, Odón de Buen y del Cos nació en Zuera (Zaragoza) en 1863. Logró la cátedra de Ciencias Naturales en la Universidad de Barcelona y allí comenzó una carrera como docente –modernizó la enseñanza de las Ciencias e introdujo la teoría de la evolución– y como gestor, que culminará con la fundación del Instituto Español de Oceanografía en 1914. Fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona y también senador en Madrid. En julio de 1936, cuando se encontraba trabajando en Palma de Mallorca, fue detenido y encarcelado durante un año. En 1939 se refugió en Francia, donde escribió sus memorias, hasta que pudo embarcar con rumbo al exilio en México. Allí murió en 1945.

El planteamiento del documental ‘El olvido del mar’ reza: "Hay vidas que pueden resumirse en unos cuantos momentos, la de Odón de Buen se resume en un puñado de barcos". El último se encuentra en construcción, será el buque insignia de la oceanografía española y lleva su nombre.

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