coronavirus

"Cuando les pedimos que se pongan la mascarilla se enfadan, se van y no vuelven"

Cuando se cumplen dos meses desde que se levantara la obligatoriedad de llevarla en interiores, su uso es casi residual, lo que genera situaciones complicadas en los sitios en los que sí hay que usarla. 

En las farmacias sigue siendo obligatorio el uso de mascarillas.
En las farmacias sigue siendo obligatorio el uso de mascarillas.
Guillermo Mestre

Parece que ha pasado más tiempo, pero hace solo dos meses que se permitió ir sin mascarilla en la mayoría de espacios interiores de España. La prudencia y las dudas iniciales dieron paso pronto -y más con la llegada del calor- a una asimilación casi radical de la nueva normativa: un paseo por la ciudad basta para comprobar que, salvo en los lugares donde sigue siendo obligatoria, la mascarilla ha pasado a ser residual, tanto en el exterior como en muchos espacios interiores.

Los problemas llegan en los sitios donde sí hay que llevarla. En los centros sanitarios, en el transporte público y en las farmacias sigue siendo obligatorio su uso, por lo que se han convertido en un pequeño reducto donde es complicado hacer cumplir la normativa. Lo saben especialmente bien en las farmacias, donde todos los días tienen que recordar a los clientes que están obligados a llevar este elemento protector frente a la covid, lo cual les acarrea no pocos problemas.

“La gente nos pone a caldo cuando se lo decimos. Entran sin mascarillas, les decimos que deben llevar una y algunos lo entienden perfectamente, pero otros se lo toman regular”, cuenta Arturo Borau, de la Farmacia Borau del paseo de la Independencia de Zaragoza. Por su experiencia, de primeras entra sin mascarilla “el 90% de los clientes”. Algunos la llevan en el bolsillo y se la ponen, pero otros se han acostumbrado a salir de casa sin ella. En esos casos, la farmacia les vende una. “Hay algunos que se enfadan, y que dicen que van a ir a otras farmacias donde sí les dejan entrar sin condiciones”, apunta el propietario de esta botica.

Daniel García Lerma, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio de Farmacéuticos de Zaragoza, cuenta que la gente va a las farmacias “muy despistada”. “En el transporte público se hace hicapié en que se lleve, en el hospital la gente está concienciada… pero en las farmacias la gente no lo tiene asimilado”. Por su experiencia en la farmacia Pilar Lerma de San José, “al menos uno de cada cuatro clientes entra sin mascarilla”. “Cuando les dices que deben llevarla, hay gente que se enfada, se va y no vuelve”, lamenta.

Este trabajo de ‘policía de mascarillas’ les toca hacerlo también a los revisores y conductores de los medios de transporte, así como a las personas que están en la recepción de los centros de salud. Aunque en estos dos lugares el uso del protector está más asumido, hay quien le cuesta llevarla. En el transporte público de Zaragoza se lleva de forma generalizada, aunque en muchas ocasiones sea mal colocada.

Las ventas de este elemento protector se han desplomado. Fuentes del Colegio de Farmacéuticos cifran el descenso en torno a un 50% con respecto al año pasado. Con las cifras en la mano, García Lerma apunta a caídas superiores en su farmacia: vendió unas 700 mascarillas FPP2 en enero, por las 170 de mayo; en el caso de las quirúrgicas ha pasado de 1.000 en diciembre a 300 en mayo. “Las compran sobre todo los que usan el bus o van a ir al médico a una residencia”, apunta.

Por la calle ya es excepcional ver a a alguien con la cara cubierta. “Yo me estoy relajando, ya casi no me la pongo en exteriores. A veces salgo de algún sitio con ella puesta y me la dejo un rato por despiste”, apunta la zaragozana Alicia Maneo. Es una de las personas que lleva puesto este elemento de protección en la tienda José Alfonso (Drogas Alfonso) de Zaragoza. Jesús Gimeno, el jefe de tienda, señala que “son los menos”. “Cuando se levantó la obligación de llevarla hubo unos días que la gente seguía viniendo con mascarilla, pero hace tiempo que más del 90% de los que entra no la usa”, comenta. Robson Lardiés, cliente de este comercio, señala que para él fue “una liberación” no tener que usarla, y que ahora no la lleva ni en exterior ni en interior. “Normalmente la llevo en el bolsillo por si acaso, pero ahora mismo se me ha olvidado cogerla”, comenta.

El uso de las mascarillas ha caído en picado en las últimas semanas.
Francisco Ferrer, copropietario de la panadería Granier.
Guillermo Mestre

En los bares, con las consumiciones sobre la mesa, el uso de la mascarilla es aún menor. Francisco Ferrer, copropietario de la panadería Granier, observa que “la inmensa mayoría de los clientes se ha olvidado de la mascarilla”. “Sigue habiendo gente que la usa, y también hay quien pregunta cuando entra si hay que llevarla, pero son casos excepcionales”, apunta. Tanto él como las empleadas las siguen llevando por una cuestión de imagen y de dar confianza al cliente, aunque reconoce que "se hace muy pesado". En algunos locales e instituciones (como la Audiencia Provincial de Zaragoza) tienen carteles en los que recomiendan el uso de este protector. En algunos, incluso, han olvidado quitar el de 'uso obligatorio'. La realidad es que tanto en uno como en otro, la mascarilla cada vez es más complicada de encontrar sobre un rostro.

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