Sara Lapiedra: "El buen teatro es una montaña rusa de emociones"

La artista (Zaragoza, 1993) viene de estrenar la obra ‘Mátame tacón’, con su compañía Riesgo Teatro, y es también vocalista de la banda White Coven.

Lapiedra, fotografiada esta semana en Zaragoza.
Lapiedra, fotografiada esta semana en Zaragoza.
Guillermo Mestre

Ha estrenado con éxito la obra ‘Mátame tacón’, que se ambienta en los años de la Movida. ¿No es usted muy joven para tener recuerdo de los 80?

Siempre decimos es una visión, una reinterpretación de aquella época. El director, Paco Rodríguez, sí puede tenerla más presente, pero es cierto que los actores la conocemos más por oídas y referencias.

Pero, ¿sabrá qué es ‘La bola de cristal’?

Y conozco a Alaska, Burning, Loquillo... Curiosamente tengo más ecos de la música que de la estética de la Movida.

Sin hacer ‘spoiler’, ¿qué narra la obra teatral?

Cuenta la vida y las relaciones de tres artistas ficticios que trabajaban en el cabaret de la Oasis y deciden buscar suerte en Madrid.

¿Y con esos localismos es una obra ‘exportable’?

Claro, la aventura que viven los protagonistas es universal.Además, es un texto muy cuidado, con carga dramática y con varios números musicales que pueden recorrer España.

Eso de ‘probar suerte en Madrid’ es un mal común. Muchos actores aragoneses se van fuera...

Allí hay más formación, más oportunidades, pero también más competencia. Cuando acabas la carrera, es natural querer vivir ‘el sueño madrileño’, pero yo creo que no está mal hacerse fuerte en casa. En Zaragoza hay proyectos muy interesantes.

Es la segunda pieza de Riesgo Teatro. Imagino que hay que celebrar que se programe a nuevas compañías aragonesas...

Sara Sanromán, Álex Aldea y yo nos conocimos en la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza y creo que nos complementamos bien porque somos creativos. La primera obra, ‘Piso para tres’, hablaba del confinamiento y también tuvo muy buena acogida.

¿Por qué se dedican al teatro? ¿Cuál es su intención última?

Solo aspiramos a que la gente salga de la sala diciendo que se ha entretenido, que ha pasado un buen rato. Si contamos una historia que llegue y haga pensar, ya hemos ganado. El buen teatro es una montaña rusa de emociones: pasas de lo más sobrecoger a un ‘gag’ cómico sin solución de continuidad.

¿De pequeña dijo aquello de «mamá, quiero ser artista»?

De pequeña cantaba mucho, pero a escondidas. Me daba vergüenza que me escuchara alguien. Poco a poco, los amigos me convencieron de que tenía buena voz y ahí comenzó todo.

Entonces ha superado felizmente aquella vergüencilla inicial...

Cuando hablo en público, siendo yo misma, puedo trabarme y hasta sufro dislexia. Cuando juego otro papel, me siento comodísima.

Es también cantante y actriz de doblaje.

Soy vocalista en White Coven, una banda de rock clásico progresivo, y también formo parte de otros proyectos: estoy como corista en el grupo Dadá, también con Vicky Lafuente, colaboro con Artem...

Y lo del doblaje, ¿por qué lleva tan mala fama en España?

El doblaje consiste en quitar la voz a un actor y con la voz se transmite muchísimo. Suelo decir que un buen doblaje siempre suma y uno malo siempre resta.

Como actriz, ¿se ha especializado en los registros cómicos?

Quiero hacer todo lo que tenga oportunidad. También en su día hice un papel dramático de Laila Ripoll y estuve en el proyecto Caídos del Cielo, que acerca el teatro a personas sin hogar: hicimos ‘Esperando a Godot’, que es una comedia pero dura.

Los musicales le irán como un guante...

Creo que cojeo en el baile, pero me estoy formando en ello. No puedo ser la cebra primera de ‘El rey león’, pero todo se andará...

¿El peor y mejor momento sobre un escenario?

A veces surgen dudas si los halagos son ciertos y la única terapia es trabajar y seguir actuando con oficio. El mejor momento es cuando acaba la obra, se dan las luces y puedo ver la cara de agradecimiento del público.

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