Guerra en ucrania

Jorge Lázaro: “La guerra sigue, pero ya nadie se acuerda de Ucrania”

El zaragozano reside en Košice, Eslovaquia, donde estudia Medicina desde hace seis años. Cuando estalló la guerra se sumó al equipo de voluntarios que acudían, diariamente, a recibir a los refugiados.

Jorge Lázaro, en la frontera de Eslovaquia con Ucrania.
Jorge Lázaro, en la frontera de Eslovaquia con Ucrania.
Heraldo

Cuando se cumplen tres meses del estallido de la guerra de Ucrania, un zaragozano  sigue viviendo esta realidad desde una de sus fronteras, en concreto la de Eslovaquia.

Se trata de Jorge Lázaro, vecino de Movera que, desde hace seis años, estudia medicina en Košice, la segunda ciudad más poblada del país ubicada a 90 kilómetros de Ucrania, limítrofe con la ciudad ucraniana de Uzhorod. El joven recuerda perfectamente el momento de estallido del conflicto, y la incertidumbre que se vivió en la zona. “Varios estudiantes nos acercamos a la estación de tren, donde sabíamos que habían empezado a llegar los primeros refugiados”, relata.

La llegada de personas, desde hace tres meses, no ha cesado, aunque parezca que esta realidad haya pasado a un segundo plano. En su mente y la de sus compañeros, permanecen imágenes difíciles de borrar como la llegada de trenes cargados de gente hacinada, que les contaban que subían con navajas y spray de pimienta para asegurarse un espacio, y con las ventanas completamente tapadas: “Era para que no se viese la luz del tren que huía, y par que sus pasajeros no viesen la masacre que ocurría al otro lado”. Un viaje que habitualmente no habría durado más de tres o cuatro horas, pero que ahora supera las 15.

Jorge Lázaro estudia Medicina en Eslovaquia.
Jorge Lázaro estudia Medicina en Eslovaquia.
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"Pasamos de tener estanterías repletas de ropa, productos de limpieza, comida o agua a no tener prácticamente nada. Sigue llegando gente igual, mientras los almacenes se vacían"

“Desde el minuto uno se construyeron dos refugios, uno en la estación de tren y otro en las piscinas, mientras que el museo de Culture Park se convirtió en almacén para los miles de camiones que no cesaban de llegar”, relata el joven. Camiones que hoy prácticamente no llegan. “Pasamos de tener estanterías repletas de ropa, productos de limpieza, comida o agua a no tener prácticamente nada. Sigue llegando gente igual, mientras los almacenes se vacían. La realidad es que la guerra sigue, y el apoyo sigue siendo necesario, pero ya nadie se acuerda de Ucrania”, lamenta Lázaro.

Porque la labor allí, como explica el joven estudiante de Medicina, no ha cesado, y los autobuses cargados de refugiados siguen llegando a cualquier hora del día y sin descanso. “Al principio nos llamaba mucho la atención que no llegaban hombres. Solo mujeres, la mayoría de mediana edad; niños y personas mayores. Hoy ya nos hemos acostumbrado. Es una situación muy complicada”, señala.

Al llegar allí, a parte del miedo y del trauma de dejar su casa prácticamente con lo puesto, tocaba llegar a un lugar en el que no entienden absolutamente. “Irremediablemente, sobre todo los primeros días, aquí se formaba un embudo. Los autobuses llegaban a oleadas, a cualquier hora del día y por decenas. Conforme se llenan, los lanzan”, resume el zaragozano, que destaca que muchos de los voluntarios son estudiantes llegados de ciudades de todo el mundo.

Lázaro sostiene que los almacenes de provisiones se van vaciando poco a poco.
Lázaro sostiene que los almacenes de provisiones se van vaciando poco a poco.
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Organizarse en pleno caos

Las nuevas tecnologías, explica, se han convertido en un gran aliado. “Estamos más de 100 personas en un grupo de WhatsApp a través del cual organizamos las tareas y los horarios. También tenemos un calendario ‘online’ en el que nos vamos apuntando. Al principio fue todo un auténtico caos, hoy ya nos hemos organizado”, asevera.

Así, unos se encargan de la parte logística, otros de la preparación de comidas y cenas, otros de la recepción y distribución de espacios. Eso sí, cada uno dentro de sus posibilidades. “Los estudiantes de Medicina comenzamos echando una mano a nivel sanitario, pequeñas curas, chequeos y revisiones básicas. En los casos más graves llamamos a una ambulancia y los derivamos, ahora estamos centrados en los exámenes finales, pero seguimos ayudando”, señala. Eso sí, todo sin dejar de lado sus vidas, sus trabajos y sus exámenes: “Cada uno hace lo que puede dentro de sus posibilidades”.

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