Ara, el pueblo del Pirineo donde los vecinos son una gran familia con grupo de Whatsapp incluido

La Fundación 3 Piedras tiene allí su residencia artística y trata de dar respuesta a la repoblación a través del arte y la cultura.

Beatriz Bañales es la directora de la Fundación 3 Piedras en Ara
Beatriz Bañales es la directora de la Fundación 3 Piedras en Ara
Fundación 3 Piedras

"La clave es trabajar en red y aquí los vecinos están concienciados de que es importante que haya vida en los pueblos”. Beatriz Bañales es la directora de la Fundación 3 Piedras, una entidad sin ánimo de lucro que desde hace tres años trata de dar respuesta a la repoblación del medio rural a través del arte y la cultura. Su acción la ejerce desde Ara, un pequeño pueblo de La Jacetania donde apenas viven durante todo el año 30 personas. Allí está la residencia artística que el fundador de 3 Piedras, Luis Berruete, construyó a base de materiales reciclados.

Beatriz, como muchos otros nuevos pobladores, ha encontrado en este municipio un lugar donde quedarse. No es casualidad, sino que sus gentes de toda la vida facilitan mucho este asentamiento. Incluso se está estudiando qué sucede en Ara para poder llevarlo a otros lugares. "Hay mucha colaboración entre todos y se está creando un modelo que puede ser replicable a otros territorios”, explica. Y es que en Ara los vecinos son como una gran familia que, como casi todas, se comunica a través de su propio grupo de Whatsapp. "Cuando alguien va a algún sitio (al supermercado, a la farmacia…), avisa y coge lo que necesitan los demás. O si se necesita viaje de vuelta al pueblo porque ha dejado su coche en el taller”. Estos servicios se encuentran a 20 minutos en coche, ya sea en Jaca o en Sabiñánigo, localidades entre las que se encuentra este pequeño municipio pirenaico.

"La clave es trabajar en red y aquí los vecinos están concienciados de que es importante que haya vida en los pueblos”
Residencia artística 3 Piedras
Residencia artística 3 Piedras
Fundación 3 Piedras

En este entorno idílico, aunque no tanto como pueda parecer, se levanta la residencia artística 3 Piedras. Su fundador, arquitecto de profesión, se dedicó a limpiar el barranco del pueblo de desperdicios y a usar todo lo que pudo para rehabilitar una nave ganadera. Así, en este original espacio, las lámparas son tambores de lavadora y hay una bici antigua colgada a modo de decoración. También hay una piscina, aprovechando una antigua balsa de agua, y un pequeño anfiteatro de piedra donde en verano hay cine a la fresca y muchos eventos más. Hablando de cine, la residencia tiene su propia muestra. Se llama La Nuera y este verano (el 1 y 2 de julio) se celebrará su segunda edición tras el éxito del estreno del año pasado. "Además de las proyecciones, vienen los actores y directores para participar en debates”, explica Beatriz.

Este es el evento cultural más potente de la Fundación pero durante el año en la residencia se organizan actividades para todos los públicos con un objetivo claro: que la gente vaya a conocer el pueblo de Ara. Así, hay talleres para familias y niños sobre recuperación de oficios, como la construcción de muro con la técnica de la piedra seca. Otras propuestas se dirigen a fomentar la reconexión con la naturaleza, como las sesiones de ornitología o algunas salidas de supervivencia. También hay conferencias vinculadas con la cultura y citas musicales, como el encuentro ‘Con la música a otra parte’, que llegará el 3 de septiembre con actuaciones musicales y de artes escénicas en plena naturaleza. 

Residencia artística 3 Piedras
Residencia artística 3 Piedras
Fundación 3 Piedras,

Vivir en Ara y dejar huella

Durante varios meses, artistas nacionales y de Europa tienen la posibilidad de vivir en la residencia artística de Ara para desarrollar su proyecto. Aunque al principio no importaba en qué estuviera trabajando el artista, de un tiempo a esta parte, desde la Fundación 3 Piedras se fomenta que sea algo que deje huella en el pueblo. Estas estancias son gratuitas para los ganadores de un concurso que la entidad convoca de forma anual. La de este año ha sido la tercera convocatoria y se han presentado 172 propuestas, 73 de ellas de fuera de España. Quien gane, podrá desarrollar su proyecto de investigación en Ara y contribuir así con el fin de la entidad, donde el arte es una herramienta para asentar población y volver a conectar al hombre con la naturaleza. 

"Creemos que se ha perdido un poco el orgullo de ser del medio rural porque no todo son ventaja"

"El cambio de conciencia es importante, queremos hacer campaña para que las personas pierdan esa desconfianza en los pueblos. Creemos que se ha perdido un poco el orgullo de ser del medio rural porque no todo son ventajas. Hay falta de servicios y las comunicaciones no son las mejores”, explica Beatriz.

Ella misma es una de estas nuevas pobladoras de Ara que se ha reconectado con la naturaleza y el medio rural hace relativamente poco. Natural de Madrid, es licenciada en Marketing y habla cuatro idiomas. Salió de España para seguir formándose y ha vivido en Oxford, en París, en Tel Aviv… Pero un buen día empezó a escalar en el monte y aquella afición la llevó a conocer el Pirineo. En 2009 se mudó a Huesca y desde hace cuatro años vive en Ara. "Me di cuenta de que no tenía que esperar a ser mayor para tener la casita junto al lago que siempre había soñado”, explica, como metáfora de vivir en el medio rural. "Una vez que das el paso y te sales de la rueda de la necesidad y el consumismo en la que nos metemos en la ciudad conectas con la vida y ya no puedes volver atrás”, asegura. 

"Una vez que das el paso y te sales de la rueda de la necesidad y el consumismo en la que nos metemos en la ciudad conectas con la vida y ya no puedes volver atrás"

Ahora, su rutina casi diaria incluye hacerse cargo de un gallinero que comparte con varios vecinos, o recoger la cosecha de su pequeño huerto comunitario. "Desde que llegamos aquí supimos que este era nuestro sitio. La gente estaba en el bar social, nos enseñaron las casas que había disponibles para vivir y nos acogieron de maravilla”, recuerda Beatriz. Ella no es la única hija adoptiva del pueblo. En Ara hay otras familias que han llegado desde Zaragoza, Madrid y, más recientemente, una pareja de origen alemán. "También hay mucho apoyo con los niños porque al final estamos todos a mil cosas y la vida rural no siempre es tan fácil”. Como ella, el resto de nuevos pobladores llegaron a Ara buscando un cambio y, gracias al cariño de los vecinos y la colaboración de todos, allí han encontrado su lugar.

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