Música

Loquillo vuelve a recurrir a Gabriel Sopeña en su nuevo disco, ‘Diario de una tregua’

El décimo álbum de estudio en solitario del barcelonés contiene diez cortes.

Loquillo, en el concierto que ofreció el pasado noviembre en el pabellón Príncipe Felipe.
Loquillo, en el concierto que ofreció el pasado noviembre en el pabellón Príncipe Felipe.
Toni Galán

Ya avisaba Loquillo en 2019 cuando publicó el segundo volumen de sus memorias que se estaba preparando para envejecer, una etapa que asume con orgullo a raíz de la pandemia para dejar atrás el viejo personaje "por encima del bien y del mal" y construir otro nuevo que presenta con su nuevo disco, ‘Diario de una tregua’.

Lo suscribe el hombre detrás de ese constructo, José María Sanz (Barcelona, 1960), el que "se divierte mucho con las aventuras de Loquillo": "Para mí no hay nada más patético que el artista de rock que se niega a envejecer. El complejo de Peter Pan no va conmigo". Acaba de lanzar su décimo álbum de estudio en solitario, que toma el relevo a la gira multitudinaria de su 40 aniversario y a ‘El último clásico’ (2019), trabajo en el que sumó a su habitual nómina de colaboradores las plumas de jóvenes autores como Leiva o Marc Ros. Todo iba bien, hasta que llegó la covid-19.

"Si no hubiera habido una pandemia, yo hubiese hecho una segunda parte de ese trabajo y hubiera seguido siendo el artista por encima del bien y del mal, porque tenía el éxito y el estatus garantizado. Fue un buen toque de atención y una manera de darle a mi personaje otro poso", cuenta sobre el proceso transformador que estos dos años han obrado en su carrera.

En ‘Diario de una tregua’ se reencuentra con sus fieles mosqueteros Gabriel Sopeña, Igor Paskual y Sabino Méndez, que le han hecho "trajes a medida perfectos" que son una conjunción entre "el Loquillo de rock clásico español y el de la poesía contemporánea".

Lo hace con un sonido orgánico y vivo, en el que sobresalen guitarras, por supuesto, pero también pianos, vientos y coros bajo la batuta como productor de Josu García en los estudios Music Lan de Avinyonet de Puigventós, en el Ampurdán gerundense, donde Jaime de Laiguana ha tomado asimismo las fotos del arte del disco.

Colaboración con Sopeña

En los diez cortes de ‘Diario de una tregua’ hay tiempo para un rock sensual y ladino como ‘Velas a San Antón’, para cantos de cohesión colectiva como ‘Somos una furia’ y para audacias como convertir los primeros párrafos de ‘Historia de dos ciudades’ de Charles Dickens en una canción.

"Nada ilustraba mejor lo que estaba pasando en el mundo", justifica sobre este tema con la firma de Gabriel Sopeña. En cuanto a ese nuevo Loquillo que predica, aparece representando por dos vértices: la canción que abre el álbum, ‘El rey’, y la última, ‘Voluntad de bien’, las dos más importantes, como él mismo reconoce. En la primera, Igor Paskual teje desde fuera un retrato de los tópicos por los que se conoce al Loco de siempre y así canta versos como "Nunca vi la vida desde la barrera".

"Nunca he querido ser un observador del paisaje, sino protagonista, y eso conlleva riesgos que asumo. Cada paso hacia adelante es algo que dejo atrás, pero a mí me gusta que mi vida tenga que ver mucho con los discos que estoy haciendo y este diario no deja de ser un ajuste de cuentas contigo mismo", comenta. Aquí, añade, ha reunido mucho de lo que quiere "ser en los próximos años". Se ve especialmente en el citado ‘Voluntad de bien’, escrito por Sabino Méndez, en el que con un ritmo de tambor que tiene algo de marcha hacia el frente de guerra se asoma al abismo de la posible derrota.

"La derrota es algo que tiene que ver con el éxito y es la mejor forma de aprender, te ayuda a avanzar. El triunfo desnortado es lo que pierde a un artista y hay que saber cortarlo a tiempo", opina, antes de reafirmar su "respeto" por compañeros como Kiko Veneno o Santiago Auserón.

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