día de la madre

"Nunca diré que soy madre sola porque no lo estoy"

La zaragozana Ana Langarita tiene 39 años y este domingo vive su primer Día de la Madre. Desde el pasado 17 de marzo tiene unos gemelos nacidos de un embarazo y un parto complicados. 

"Me acababa de despertar de la anestesia del parto y me dijo mi hermano: 'Ana, hay que ponerle nombre al Bebé Número 2'. Y mi padre: 'Le podemos poner Mateo, que quiere decir 'regalo de Dios'. Y entonces me entró una llorera...". Bebé Número 2 no nació anónimo porque sí. Había dado demasiados avisos desde dentro de la tripa de que quizá nunca llegase a necesitar nombre. El último susto fue el que lo trajo a este mundo en un parto de emergencia un mes antes de lo previsto. Pero lo peor (y más probable) no sucedió. Bebé Número 2 llegó para quedarse y es MATEO, así, con mayúsculas, aunque nació minúsculo. 

Con casi mes y medio da grititos desde su cuna para llamar la atención de su madre, Ana Langarita. En esta tarea tiene competencia, la de su hermano mellizo, Mauro, al que no le quedó otra que acompañar a su hermano fuera del útero aquel 17 de marzo. Eso sí, Mauro salió más lozano y solo tuvo que pasar unos días en neonatos por tempranero. Mateo, con solo 1,2 kilos de peso, se quedó varado en la UCI, donde la ciencia y la entrega médicas le han sacado adelante (contra pronóstico).

Ahora ambos ronronean envueltos en los brazos maternos con esa entrañable comicidad con la que gesticulan los recién nacidos. De sus solo 43 días de vida, Mauro lleva muchos ya en casa, calentando la cuna a su hermano, que acaba de llegar desde el hospital. "Es un guerrero", asevera su madre, orgullosa.

Comienza una aventura juntos que, en el caso de Ana, empezó mucho antes de quedarse embarazada porque eligió ser madre soltera. Dice en alto estas dos palabras, subrayándolas, a sabiendas de la carga peyorativa y estigmatizadora que aún hoy en día arrastran. Le importa muy poco. Y añade rotunda: "Nunca diré que soy una 'madre sola' porque no estoy sola".

Con su última pareja pasó a esa pantalla de la vida que a veces llega en la que se quiere tener un hijo. Pero él no. La relación terminó, aunque no los deseos de Ana de ser madre. En su caso, incluso, se vieron incrementados durante la pandemia, que ella pasó comprometida más allá de lo que jamás habría imaginado como trabajadora de una residencia de ancianos.

"Trabajaba y trabajaba sin parar, en unas circunstancias muy especiales que, en mi caso, me hicieron valorar más y más el momento presente. No es que no aspirara a ser madre en pareja, pero pensé: '¿Por qué dejar una decisión que es mía depositada en alguien que ni siquiera existe?'". "Desde el confinamiento vivo el presente", asegura. "No renuncio a tener una pareja, claro que no. Asumo que me puede resultar más difícil con dos niños, pero también pienso que es igualmente difícil no acabar encontrando a alguien entre lo millones de personas que hay en el mundo".

"¿Por qué dejar una decisión que es mía depositada en alguien que ni siquiera existe?".

​"Mi mayor presión a la hora de decidir ser madre fue la edad".

​"Ha sido una decisión de la que nunca me he arrepentido".

Admite esta primeriza que "mi mayor presión a la hora de decidir ser madre fue la edad". "Di el paso porque me veía ya con 38 años y no quería meterme en algo así cuando ya fuera demasiado tarde", cuenta. La edad fue un factor determinante, pero no solo por una cuestión biológica, sino también porque "me daba madurez para afrontar todo esto". "Ha sido una decisión de la que nunca me he arrepentido. Cuando me pregunten mis hijos les diré que para mí la felicidad es tomar decisiones y una vez tomadas se va hacia delante, sin quedarse en el '¿y si hubiera hecho esto?'"

Ella lo hizo. Para empezar, un proceso de una inseminación artificial. Tras un bache de salud generado por el estrés derivado del brutal volumen de trabajo de los primeros compases de la crisis sanitaria, Ana entró en noviembre de 2020 en un programa reproductivo de la sanidad pública aragonesa donde todo fue mucho más rápido de lo que esperaba. En el segundo de los seis intentos que en general permite el proceso logró un embarazo. En su caso, de mellizos. Hubo sorpresa, aunque no susto porque resulta que Ana... ¡también es melliza!

Precisamente, su hermano Tomás está siendo un pilar fundamental en su recién estrenada maternidad. Circunstancias de la vida, tras vivir unos años fuera ha regresado a Zaragoza y ahora ambos, a los que les une "una relación muy especial", hacen equipo para atender a Mauro y Mateo. Dos mellizos cuidando a dos mellizos. "Para que luego digan que se salta una generación", bromea Ana.

"El 99% de mis amigas me han apoyado en esto. Forman parte de mi tribu".

​"La maternidad para mí está siendo calma y serenidad a pesar de que el mundo está muy turbulento".

"Somos una tribu", dice con Mauro en brazos mientras Mateo descansa envuelto en una manta. Una tribu de la que forman parte también otra hermana mayor de Ana (que vive en Madrid), sus padres y sus amigas. "El 99% de mis amigas me han apoyado en esto". Con Ana también ha estado su madre. "Ahora me siento aún más cercana a ella". Y su padre, que se refiere a sus nietos como "mis tesoros". "En la UCI, él era la otra persona además de mí que podía entrar. !Era el único abuelo en toda la planta dando un biberón!".

La experiencia fue dura. Además de la incertidumbre y la preocupación, en la UCI fueron testigos de cómo a otras familias no les sonrió tanto la suerte como ellos. Pero también se admiraron ("es un espectáculo ver cómo se mueve todo el personal, cómo funciona todo allì") y se han hecho un máster en cuidar bebés. 

"Amigas mías que acaban de ser madres como yo han llegado a casa muy perdidas. A pesar del mal trago, el mes en la UCI nos ha permitido recibir clases de todas las profesionales que allí trabajan. He vuelto a casa muy segura". Desde luego, lo transmite. "La maternidad para mí está siendo calma y serenidad a pesar de que el mundo está muy turbulento; mirar a mis hijos lo hace todo menos miserable, me dan mucha fuerza y sentir eso es algo muy bonito".

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