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El cambio climático favorece el desarrollo de la leishmaniasis en Aragón

Aunque afecta principalmente al perro, en los últimos 20 años Aragón ha registrado 136 casos en seres humanos, dos en 2021.

Natalia Arnal, veterinaria.
Natalia Arnal, veterinaria.
C.I.

Tradicionalmente durante los meses de abril y mayo se desarrolla la campaña de vacunación contra la leishmaniasis, una enfermedad infecciosa causada por un parásito del género Leishmania Infantum, que se transmite a través de la picadura de un pequeño insecto, el mosquito Phlebotomo, cuya mayor incidencia se ha producido tradicionalmente durante los meses de verano. Sin embargo, como advierten los expertos, el cambio climático está cambiando esta realidad.

“De unos años para aquí hemos notado un cambio de tendencia y una modificación en la estacionalidad de esta enfermedad. Nos llegan casos fuera de los meses habituales. Por eso recomendamos extremar las medidas de precaución para proteger a nuestros animales”, explica Natalia Arnal, veterinaria clínica de pequeños animales y secretaria de la junta de gobierno del Colegio Oficial de Veterinarios de Zaragoza.

Hasta hace unos años, el periodo de máxima actividad del vector va de mayo a octubre. Hoy, han registrado casos a finales de año o antes de lo previsto. Y es que, aunque casi todos los mamíferos pueden verse afectados por ella, el perro continúa siendo “uno de los reservorios principales en el mundo”.

Tan solo en su zona de trabajo detectaron 25 casos el pasado año: “Cada vez estamos más concienciados, pero queda mucho por hacer”. Además, se trata de una enfermedad que puede afectar a todas las razas por igual, causando afecciones en la piel -denominada cutánea-, o en los casos más graves, dolencias hepáticas y renales -conocida como visceral-. Y, puede ser transmitida al ser humano. “Recomendamos no pasear a primera hora de la mañana o al final de la tarde que es cuando suelen salir los mosquitos”, explica. También evitar que los canes duerman a la intemperie, utilizar mosquiteras y, por supuesto, adherirse al tratamiento establecido.

“Se calcula que cada noche un animal puede llegar a recibir hasta 100 picaduras”, destaca Arnal, que pone el acento en la prevención. “La vacuna es capaz de proteger hasta en un 70 o 75%, pero luego pueden añadirse collares u otros métodos de barrera como collares, pipetas o sprais; además de tratamientos que estimulan el sistema inmunitario para preparar al animal ante una posible picadura. Eso sí, siempre recomendamos acudir a especialistas homologados”, reivindica.

Cuando un animal es seropositivo -ojo, porque también pueden ser asintomáticos-, se pone en marcha un tratamiento para tratar de mejorar su calidad de vida: “Existen pruebas para poder comprobar si ha sido contagiado o no”. ¿Otro problema? En animales, esta enfermedad no es de declaración obligatoria. “Nos faltan datos para conocer hasta qué punto existe una mayor incidencia o no de esta enfermedad, pero al tratarse de una zoonosis hay que recordar que la salud de la mascota es la salud de la familia”, destaca.

Aunque afecta principalmente al perro, en los últimos 20 años Aragón ha registrado 136 casos de leishmaniasis en seres humanos según recoge el Boletín Epidemiológico de Aragón. En este caso, sí que se trata de una enfermedad de Declaración Obligatoria en esta Comunidad por la importancia de su carácter endémico.

A pesar de que la tendencia en animales va al alza, en los últimos 20 años, el mayor pico de contagios en humanos en Aragón se produjo en 2004, cuando se registraron 14 contagios, seguido de 2007 -con 11- y 2019 -con diez-. En 2021 tan solo se notificaron dos, siendo la tasa acumulada desde 2002 de 0,46 por cada 100.000 habitantes.

El cambio climático desplaza la enfermedad al Pirineo

El paulatino aumento de las temperaturas y una mayor humedad en el ambiente debido al cambio climático también han extendido el margen de maniobra de los insectos que portan esta enfermedad. Algo que la Universidad de Zaragoza ha podido constatar en el Pirineo aragonés. Así lo explica el catedrático y profesor de parasitología y enfermedades parasitarias en la Facultad de Veterinaria, Javier Lucientes.

Lamentablemente, la pandemia ha paralizado el seguimiento que, desde hace unos años, se venía realizando. Sea como sea, su avance es indiscutible. “El cambio climático ha hecho que el vector encargado de transmitir la enfermedad llegue cada vez más lejos, en concreto a zonas más altas, y que su periodo de actividad sea más largo. Hemos encontrado vectores en zonas a 1.300 metros de altura, algo que antes, por las condiciones climatológicas, era impensable”, reivindica. En los últimos años han registrado casos en zonas como Canfranc, por ejemplo, antes consideradas no endémicas.

Una realidad que se repite en el resto de España, por ejemplo, en el norte, su incidencia lleva al alza tres años. “La costa Mediterránea y Baleares se han convertido en zonas de influencia, registrando datos en Cantabria, donde antes no había constancia de su presencia”, admite. 

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