Más actividad y más empleo con el viento a favor

Aragón ha cambiado radicalmente en materia económica en los últimos cuarenta años. Hay mucha más actividad, con extraordinario peso del sector industrial, impulsado por la instalación de la fábrica de automóviles de Figueruelas, hoy del grupo Stellantis. En cuatro décadas la población activa se ha incrementado en 200.000 personas hasta llegar a las 600.000. Y la renta per cápita se ha ido acercando a la media europea a lo largo de todos estos años.

Parque eólico de La Muela, pionero en este tipo de energía en Aragón.
Parque eólico de La Muela, pionero en este tipo de energía en Aragón.
Guillermo Mestre

En el ámbito económico, Aragón ha cambiado en los últimos cuarenta años probablemente mucho más que en todo el siglo anterior. De estar marcado en materia productiva por la actividad agrícola y ganadera, se ha pasado a una economía con un componente industrial mucho más fuerte, un sector al que ha ido acompañando con el paso de los años el empuje de los servicios, asociados o no a la industria, y una diversificación creciente en los últimos lustros. 1982 fue, precisamente, el año en el que la multinacional estadounidense del automóvil General Motors empezó a fabricar vehículos en la localidad zaragozana de Figueruelas, un Opel Corsa que sigue saliendo hoy de la cadena de montaje de la factoría, en sexta generación y con una versión eléctrica, con otros propietarios: GM vendió Opel a PSA y este grupo francés se fusionó con el consorcio Fiat Chrysler para crear Stellantis.

La automoción ha marcado un antes y un después en la economía aragonesa desde 1982, pero también la buena marcha de otras industrias como la de los electrodomésticos, los colchones, el papel, la agroalimentación o la vinculada a la producción de energía. La actividad de estos sectores, impulsada por un sistema financiero que ha ido ganando profesionalidad y que sigue en la brecha con entidades como Ibercaja o Caja Rural de Aragón, una paz social protagonizada por empresas y sindicatos que ha traído nuevas inversiones y una estabilidad política ausente de las tensiones de otras comunidades autónomas, han favorecido la positiva evolución de la actividad económica en Aragón.

En todo caso, el cambio en estos ámbitos en los últimos 40 años se resume en dos variables: el empleo y la renta por habitante. Así lo sostiene Eduardo Bandrés, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza y consejero de Economía del Gobierno de Aragón con Marcelino Iglesias (PSOE) entre 1999 y 2006. «En 1982 había unas 380.000 personas trabajando en Aragón, con una población ligeramente por encima de 1.200.000 habitantes. Ahora, el empleo se acerca a los 600.000 y la población está en 1.330.000», señala. El resultado, añade, «es que la renta per cápita prácticamente se ha duplicado en estos cuarenta años en términos reales, es decir, descontando la inflación». Y subraya: «Hay mucha más actividad económica, mucho más empleo y, por tanto, casi el doble de ingresos por habitante».

«Lo fundamental en que la economía aragonesa se ha diversificado y abierto al exterior profundamente», sostiene por su parte Francisco Bono, que fue consejero de Economía en el primer Gobierno aragonés en 1982 y volvió a serlo entre 2011 y 2015, con Luisa Fernanda Rudi (PP) en la presidencia del Ejecutivo aragonés. «Se han consolidados sectores potentes como la automoción, la agroalimentación, el sector de la nieve, grandes empresas como Saica, Balay o Pikolin y ha emergido un sector clave y coherente con nuestra situación como es la logística», precisa. «Ha adquirido gran relevancia la empresa familiar y el emprendimiento, y también debe destacarse el mantenimiento de una gran entidad financiera con sede en Aragón tras la ‘extinción’ de las antiguas cajas de ahorro en la mayoría de las comunidades autónomas», indica también en referencia a Ibercaja.

Bono considera que la constitución de Aragón como comunidad autónoma «ha sido un factor decisivo en la favorable evolución global de estos años». Eduardo Bandrés precisa que en los primeros compases de la autonomía la influencia de la nueva institución en la economía era escasa, porque el Gobierno autonómico apenas tenía presupuesto y herramientas de política económica. Sin embargo, «con el transcurso del tiempo, la capacidad financiera ha aumentado y el activismo en la política económica ha sido cada vez mayor», apunta. «La captación de empresas en todo el territorio de la Comunidad y el clima de entendimiento con los agentes sociales son dos buenas muestras de ello», indica el expolítico socialista.

Francisco Bono rememora su primera etapa como consejero en la recién estrenada comunidad autónoma. Esta se distinguió, reseña, «quizás por la propia incertidumbre de aquel cambio y los riesgos que comportaba, por el elevado consenso entre las diferentes fuerzas políticas, que antepusieron el interés general a las visiones partidistas». Y añade: «Desde el punto de vista de la economía producía un cierto vértigo pensar que se abría la posibilidad de trabajar por todo aquello que se había venido reivindicando históricamente, la ilusión era tremenda aun cuando había que convivir con recursos muy escasos».

Bandrés, por su parte, reconoce que en su etapa como consejero, entre 1999 y 2006, la economía aragonesa vivía un ciclo de gran crecimiento y generación de nuevos puestos de trabajo. «En 2006 la tasa de paro estaba en un 5%, es decir, rozando el pleno empleo», rememora. «Gracias a ese crecimiento se pudieron llevar a cabo grandes proyectos estratégicos para Aragón, en el sector de la nieve, de la logística, del turismo, y ayudar a la instalación de empresas motrices en numerosos sectores, así como la mejora de las inversiones en educación y sanidad», señala.

El prolongado ciclo económico al que se refiere el catedrático de Economía Aplicada ha sido decisivo para el buen posicionamiento de Aragón en el conjunto de España en términos generales, pese a que la despoblación -y sobre todo, los motivos que la provocan- sigue siendo una barrera que impide una expansión todavía mayor.

«Aragón se percibe como una Comunidad con instituciones públicas proactivas, eficaces y fiables, con un clima laboral basado en los acuerdos y en la paz social, con un excelente nivel de calidad humano, con buenas comunicaciones y con unos servicios públicos y una calidad de vida solo al alcance de pocas regiones españolas», sostiene convencido Eduardo Bandrés. «Esto no era así hace cuarenta años, cuando se sobrevivía en una situación de letargo con escasas oportunidades para la prosperidad», remata este experto.

Con este diagnóstico coincide Francisco Bono, que afirma que «la posición relativa de Aragón respecto al promedio nacional es buena, lo que se traduce también en los niveles de calidad de vida e indicadores de bienestar en general». Nuestra Comunidad, agrega, «se encuentra año tras año entre las cinco mejores de España en lo que se refiere a indicadores económicos, tanto de renta como de desempleo». El también exdirectivo de Ibercaja reconoce, en cambio, que la excepción se produce en los indicadores de densidad de población, «ya que se ofrecen tasas de crecimiento vegetativas muy bajas y negativas, altos índices de envejecimiento y una endémica tasa de desvertebración y despoblación realmente preocupantes».

Y es ahí, precisamente, donde sitúa Bono el reto más importante que tiene por delante la economía aragonesa. «El principal desafío es la lucha contra la despoblación y envejecimiento de amplias zonas del territorio, lo cual no tiene solución a corto plazo», apunta.

Como estrategias de futuro, el exconsejero del PP pide «sumarnos a las corrientes de las nuevas tecnologías y buscar además el aumento de dimensión de la empresa aragonesa». También cree importante aumentar la notoriedad en los mercados exteriores -«se nos conoce muy poco», admite- a efectos de continuar atrayendo inversiones de grupos relevantes que a sus vez actúen como efecto llamada para otras empresas.

«La digitalización y la transición ecológica son dos referencias que no debemos perder de vista en ningún momento, porque afectan a todo el tejido productivo y a todo el territorio», indica por su parte Eduardo Bandrés. «Adicionalmente, Aragón debe dar un salto en el sector servicios hacia actividades de mayor valor añadido que sean capaces de retener a los jóvenes que terminan aquí sus estudios», concluye.

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