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Del ‘¿quién te ha escrito?’ a los dos guantazos: la violencia de género crece entre los adolescentes

Casi una treintena de menores aragonesas tienen vigilancia policial por violencia machista, un fenómeno que cada vez se da en edades más tempranas.

La violencia de género a menudo empieza con el control obsesivo de la pareja.
La violencia de género a menudo empieza con el control obsesivo de la pareja.
Krisis'22

En Aragón, casi una treintena de menores de edad tienen un seguimiento policial por ser víctimas de violencia machista. Son adolescentes que han sufrido agresiones o amenazas por parte de sus parejas o exparejas, y que han decidido –ellas o sus familias– denunciar la situación. La violencia de género se ceba con las chicas a unas edades "cada vez más tempranas", con manifestaciones "violentas" que muchas veces no son denunciadas porque "se admiten como normales", según denuncian las asociaciones.

Aunque son solo la punta del iceberg, en Aragón hay 27 menores de edad en el sistema Viogén, que otorga seguimiento y protección a las víctimas de la violencia de género en función del nivel de riesgo que se aprecia. Según apunta Mónica del Real, jefa de Violencia de Género de la Delegación del Gobierno en Aragón, en la mayoría de los casos las adolescentes "no se sienten identificadas como víctimas".

En ocasiones esto ocurre directamente por puro desconocimiento: "Su forma de comunicarse y de recibir información son las redes sociales, y ahí el mensaje es difícil de controlar, hay ‘youtubers’ que niegan la violencia de género, por ejemplo. Si no tienen información sobre el tema, no pueden detectarlo, no pueden identificarse como víctimas", reflexiona.

Con frecuencia todo empieza con mecanismos de control por parte de sus parejas. Natalia Morlas, presidenta de la asociación de víctimas de violencia de género Somos Más, observa "un acceso constante a la privacidad" de las menores por parte de sus parejas. "Quieren ver su whatsapp para controlar con quién habla, saber en todo momento dónde están, con quién, que les manden una foto para ver la ropa que se han puesto...", explica. Según Del Real, estas chicas "están secuestradas emocionalmente por este control", pero ellas "no lo perciben así".

Estas actitudes, en ocasiones, van a más. "Casi nunca van a menos", apunta la jefa de Violencia de Género de la Delegación. Este control casi obsesivo suele ir acompañado de "celos, insultos, ridiculización de las chicas...". Y acaba, en ocasiones, en violencia física. "Son muy agresivos", advierte Morlas, quien achaca esa violencia a "lo que les llega a través de las redes sociales, los videojuegos y los contenidos pornográficos a los que tienen acceso ilimitado". "Esa pornografía hace que tengan visión del sexo muy distorsionada, en la que la mujer tiene que estar dispuesta siempre para hacer cualquier cosa y sin poner ninguna pega", añade. En su asociación han tenido casos en los que "ella no quiere hacer algo, él se viene arriba y le suelta dos guantazos".

El problema de base, según estas dos profesionales que observan de cerca el problema, es "la concepción errónea que se tiene del amor romántico", según apunta Del Real. Natalia Morlas coincide en que muchas niñas crecen con "el cuento del príncipe azul" y con el mensaje de que "cuando un niño pega a una niña es porque le gusta". "Vemos chicas superenamoradas, que a los 16 años dicen que están con el hombre de su vida sin ver cómo les está tratando realmente", añade la presidenta de Somos Más.

Las autoridades se encuentran con el problema de llegar a unos jóvenes que no acuden a los canales de comunicación habituales

Según apunta, la forma de tratar estas situaciones es “primero, escuchar sin juzgar”. “Tienen que sentir que las estamos entendiendo, que sabemos lo que les está pasando. Y cuando se han desahogado, saber qué tipo de situación tienen, qué les ha ocurrido”, señala. Morlas afirma que “lo primero siempre es denunciar -en Aragón está disponible el teléfono gratuito 900 504 405-”, y que también hay que buscar “una asesoría psicológica y judicial”, porque estas actitudes y agresiones “no pueden quedar impunes”.

Para tratar de dar la vuelta a esta situación, la receta debe ser “mucha educación”, según apunta Del Real. No obstante, las autoridades y asociaciones se encuentran en ocasiones con la dificultad de que el mensaje llegue a unos jóvenes que no acuden a los canales habituales, sino que reciben la información a través de redes sociales, grupos de amigos, internet… “Es complicado, pero es urgente actuar porque la violencia de género en menores está más presente de lo que pensamos”, sentencia Natalia Morlas.

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