Valeria da a luz en Zaragoza a Mikhail tras su dura huida de la guerra: "Solo quiero que lo abrace su padre"

El bebé llegó al mundo el Viernes Santo a las 12.52. Es el primer refugiado ucraniano que nace en el Miguel Servet de Zaragoza. Su madre cruzó a Rumanía con un gotero pegado a su cuerpo a principios de marzo.

Valeria Syrotova con su hijo Mikhail en brazos en el hospital Miguel Servet este domingo antes de ser dada de alta
Valeria Syrotova con su hijo Mikhail en brazos en el hospital Miguel Servet este domingo antes de ser dada de alta
Francisco Jiménez

Mikhail llegó al mundo el Viernes Santo a las 12.52 en el hospital Miguel Servet de Zaragoza y pesó 3,200 kilos. Es el primer niño refugiado ucraniano que nace en este centro. Su madre primeriza, Valeria Syrotova, de 30 años, escapó de la guerra de Jersón junto a su madre, su abuela y su suegra por la frontera de Rumanía tras andar 12 kilómetros embarazada de 34 semanas y con un gotero con medicación pegado a su cuerpo por el riesgo de parto prematuro. Lleva en la capital aragonesa desde el 5 de marzo. "Ahora solo quiero volver a casa para que lo abrace su padre, que está luchando", decía este domingo en el Hospital Infantil, sin poder evitar las lágrimas, horas antes de que le dieran el alta.

Valeria está acompañada en la habitación por su madre, que se llama Inna, y su cuñada, Iryna Syrotova, afincada en la capital aragonesa junto a su marido desde 2014 y que se han convertido en su principal respaldo. Algún día le contarán a Mikhail la odisea que comenzó un 24 de febrero a las seis de la mañana, cuando la familia decidió que debían abandonar Jersón, cerca del Mar Negro.

Al iniciarse la guerra, las cuatro refugiadas alquilaron un piso en Kirovograd, en el corazón del país. Traducida por Iryna, recuerda que estuvo ingresada en la maternidad. "Hubo dos días en que por la noche tuvimos que bajar al sótano hasta cuatro o cinco veces porque sonaban las sirenas. Mujeres con niños recién nacidos, que acababan de dar a luz", recuerda Valeria. Ante el avance del Ejército ruso, el 1 de marzo se lanzaron a abandonar el país. Casi al mismo tiempo que las tropas de Putin ocupaban Jersón.

Valeria Syrotova tomó esta fotografía a finales del pasado febrero en el sótano de la maternidad de Kirovograd en el que se refugiaban cuando sonaban las sirenas
Valeria Syrotova tomó esta fotografía a finales del pasado febrero en el sótano de la maternidad de Kirovograd en el que se refugiaban cuando sonaban las sirenas
Foto cedida por Valeria Syrotova

Con un coche, las cuatro mujeres, junto al perro de la familia, llegaron a la frontera de Rumanía que atravesaron por el paso de Porubne. Valeria temió por la vida de su pequeño mientras caminaba bajo una nieve fina y persistente que caía sobre sus cabezas. "Teníamos miedo por ella, había gente llorando y personas agotadas. Llegó a desmayarse. Por el camino dejamos dos bolsas con cosas para el niño porque no podíamos con ellas", señala su madre. En el móvil atesora la fotografía de Valeria junto a la frontera. En Siret, ya en el lado rumano, fueron acogidas en un hotel transformado en centro de desplazados.

Se separaron para viajar hasta España. La idea era volar desde Cluj-Napoca a Zaragoza, pero con 34 meses de embarazo la compañía pedía un certificado médico. Finalmente, Valeria y su suegra, Natalia, tomaron un avión en Bucarest con otra línea para aterrizar en Barcelona el 5 de marzo. Su madre y la abuela, que se llama Olga y tiene 82 años, llegaron al día siguiente. Hicieron los casi 3.000 kilómetros en autobús desde Siret para traer a su mascota.

En busca de una vivienda

Valeria junto a la frontera de Rumanía por la que escapó de la guerra junto a su madre, su abuela y su suegra a principios de marzo
Valeria junto a la frontera de Rumanía por la que escapó de la guerra junto a su madre, su abuela y su suegra a principios de marzo
Foto cedida por Valeria Syrotova

Los amigos, vecinos y compañeros de trabajo de Iryna Syrotova y su marido en Zaragoza se han volcado con el recién nacido. El personal de la planta del Infantil también le dio su particular ‘bienvenida’ con regalos para ambos. "Estoy muy agradecida. Nos han dado y dejado un montón de cosas. Ha estado muy bien atendida. La acompañé en el parto y lloré más que en los míos, le prometí a mi hermano que no la dejaría", dice emocionada Iryna. Tiene dos hijas y la habitación de la pequeña la ha preparado "con una minicuna" para su sobrino recién nacido.

Natalia vive con su hija Iryna, que en las primeras semanas acogió en su hogar a las cuatro mujeres. Ahora, la madre y la abuela de Valeria residen en un hotel de San Juan de Mozarrifar gestionado por Cruz Roja. La primera va a clases de español y ya chapurrea alguna palabra mientras mira embelesada a su nieto. Tienen la posibilidad de ir las dos a un alojamiento más estable, pero tanto ellas como Iryna prefieren que las cuatro generaciones continúen juntas. "Hemos estado intentando encontrar un piso de alquiler para uno o dos meses hasta que puedan acceder a alguno a través de una organización, pero nos está resultado difícil, aunque lo seguimos intentando", subraya Iryna.

Ya en el lado rumano, en la localidad de Siret, las cuatro refugiadas permanecieron en un hotel transformado en un centro de acogida de desplazados
Ya en el lado rumano, en la localidad de Siret, las cuatro refugiadas permanecieron en un hotel transformado en un centro de acogida de desplazados
Foto cedida por Valeria Syrotova

Ven con una tremenda preocupación el futuro de su país, donde siguen el padre de Mikhail, al que le han mandado fotos, y otros familiares. Leen con el corazón en un puño las noticias de las tumbas que aparecen en la zona de Jersón ocupada por Rusia. El Gobierno ucraniano ha denunciado que Putin quiere amañar un referéndum para la anexión. Ese es su temor de mañana. Hoy mira a su bebé como símbolo de esperanza de un futuro en paz.

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