Ucranianos en Aragón: primeras palabras en español tras escapar de la guerra

Los verbos ser y estar, las horas y dar las gracias son las primeras nociones en castellano que aprenden los refugiados en Aragón. Los niños juegan en ludotecas en centros sociales y hoteles.

Arancha Bosque da una clase de español en las instalaciones de Cruz Roja Juventud en Zaragoza
Arancha Bosque da una clase de español en las instalaciones de Cruz Roja Juventud en Zaragoza
Francisco Jiménez

"¿Qué hora es?", pregunta Arancha Bosque, que lleva seis años de voluntaria en Cruz Roja y "dando clases a refugiados e inmigrantes de un sinfín de nacionalidades". "Las once y cuarenta", contesta Tatiana. En la pizarra están escritos los días, meses y las estaciones, además de los pronombres personales que empiezan a practicar entre ellos. Esta clase de español para ucranianos desplazados discurre en las instalaciones de Cruz Roja Juventud en Zaragoza.

Mientras, sus hijos, que todavía no pueden ser escolarizados, juegan en las ludotecas, una para pequeños de 7 a 13 años y otra más dirigida a adolescentes de 14 a 17. Yuliana, de 14 años, es la única que lleva móvil y cuando no logra hacerse entender ni con el inglés echa mano del traductor. El pasado miércoles hacían piezas con cuentas de colores y quería saber si quedaban anillas para confeccionar llaveros. En estas vacaciones de Semana Santa han compartido las mañanas con los niños que habitualmente asisten a las colonias para familias en riesgo de exclusión.

"El conflicto se está cronificando y en Barcelona, que es donde estamos recibiendo mucha gente, hay cerca de 6.000 alojados, están desbordados"

El número de participantes el miércoles era algo inferior al habitual, ya que justo les tocó trasladarse de hotel. Estos refugiados son algunos de los 313, de ellos 143 menores, que Cruz Roja atiende en toda la Comunidad en el programa de emergencia. Desde que estalló la guerra ha creado 414 plazas para cortas estancias en Zaragoza, San Juan de Mozarrifar, Ejea de los Caballeros, Alfajarín, Huesca, Alcalá de Gurrea, Cella y Utrillas. Son la tercera parte de las 1.258 (están ocupadas cerca de 900) que han puesto en marcha las entidades sociales que trabajan con el Ministerio de Inclusión.

A Cruz Roja le quedan un centenar de plazas libres pero Fernando Pérez, coordinador autonómico de la entidad, vaticina que seguirán llegando desplazados. "El conflicto se está cronificando y en Barcelona, que es donde estamos recibiendo mucha gente, hay cerca de 6.000 alojados y están desbordados".

La previsión es que una parte de estas familias que quieran quedarse en Aragón se incorporen al plan de acogida a personas solicitantes de protección internacional. Cruz Roja trabaja ya con 86 ucranianos en esta situación, que residen en un hostal y que durante seis meses (ampliables a nueve en casos vulnerables) reciben formación y orientación de cara a independizarse.

Cruz Roja organiza ludotecas en sus instalaciones y allí donde residen los refugiados.
Cruz Roja organiza ludotecas en sus instalaciones y allí donde residen los refugiados.
Francisco Jiménez

Hasta tablas de multiplicar

"Acudir a las ludotecas se ha convertido como la rutina de ir al colegio. Nos ha sorprendido que desde el primer momento las madres han confiado en nosotros para que los atendamos mientras ellas están en clase de español o con alguna gestión", cuentan Paola Latorre y Virginia Guillén, trabajadoras sociales y técnicas de Cruz Roja Juventud. Coordinan también las actividades que se desarrollan en Etopia y en un hotel de San Juan de Mozarrifar. Asisten unos 70 niños y adolescentes y colaboran unos 60 voluntarios. Están a la espera de abrir un cuarto espacio en la capital aragonesa.

"Combinamos ocio y tiempo libre con el aprendizaje de castellano con un vocabulario mínimo, números y letras. Los más mayores también trabajan las fracciones, decimales y tablas de multiplicar", comenta Latorre. Las ludotecas se vienen desarrollando desde el 21 de marzo y también han hecho salidas al parque y la oficina de medio ambiente La calle indiscreta.

"Nos ha sorprendido que desde el primer momento las madres han confiado en nosotros para que los atendamos mientras ellas están en clase de español o con alguna gestión"

Misa e Ilya, que tienen 5 años, y Marc, con 3, se entretienen con un circuito de tren de madera que traquetea por supuestos túneles y montañas. Con gestos les preguntan si les apetece que pongan música. "Nos han enseñado los números y el alfabeto ucraniano. El traductor del móvil nos está salvando, pero ya empiezan a decir algunas palabras sueltas", comenta Fran Abadías, un chaval de 17 años que se apuntó hace una semana al voluntariado y está con del grupo de chicos más mayores.

En un par de meses empezarán a chapurrear. El ucraniano es complejo y el español, según algunos profesores, les resulta fácil. Para las madres ampliará sus expectativas de encontrar un trabajo y los niños y adolescentes se integrará mejor en las aulas.

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