Los 'simpa' y otras formas de picaresca en bares y restaurantes: del coñac por la cara al billete de cambio

Ni Antonio Miguel Grimal Marco es el único que se niega a pagar después de darse un buen banquete, ni el impago de la cuenta es la única fórmula de picaresca que se produce en este tipo de establecimientos.

Antonio Miguel Grimal, en un juicio en la Audiencia en diciembre de 2017 por no pagar dos cenas
Antonio Miguel Grimal, en un juicio en la Audiencia en diciembre de 2017 por no pagar dos cenas.
Guillermo Mestre

Ni Antonio Miguel Grimal Marco es el único que se niega a pagar después de darse un buen banquete en bares y restaurantes de Zaragoza, ni el impago de la cuenta es la única fórmula de picaresca que se produce en este tipo de establecimientos. 

Según explica el hostelero Kike Júlvez, miembro de la Junta Directiva de Cafés y Bares de Zaragoza y Provincia, Miguel Grimal es un viejo conocido entre los hosteleros  de la capital aragonesa. No en vano, lleva operando desde hace más de un lustro de la misma forma en establecimientos aragoneses: llega, pide la comanda, degusta una copiosa comida bien regada con vino y otros espirituosos, y a la hora de pagar... alega que no puede, por lo que el dueño acaba llamando a la Policía y presentando la denuncia correspondiente. 

Pero, según explica Júlvez, no es el único especialista en 'simpas' de la ciudad, aunque ninguno de ellos le gana en reincidencia. En su caso, como propietario del Grupo Tándem, con varios restaurantes en Zaragoza (La Bocca, Marengo, Nómada y Nativo), ha sufrido ya varias experiencias similares. 

"No creo que este fenómeno vaya a más, porque hace falta tener muy poca vergüenza para ir a un restaurante y negarte a pagar"

"Aunque no es una práctica muy común, sí que se dan casos.  A mis locales ya había venido Miguel Grimal, la plantilla lo suele reconocer porque les hemos advertido con fotos que habéis publicado. Pero no es el único". Recuerda, por ejemplo, que hace unos años llegó una señora a su restaurante Marengo. El camarero se dio cuenta de que estaba pidiendo demasiada comida y se lo advirtió al dueño del local, que se encontraba en ese momento en el restaurante. "Me dijo: creo que no va a pagar. Y así fue". Tuvo que llamar a la policía, y aunque llegaron tres o cuatro agentes, se enfrentó a ellos: "Tengo derecho a comer", les espetó. A lo que los agentes le respondieron: "Esta noche vas a comer caliente, pero en el calabozo". Y ella dijo: "No, hoy no ceno, que ya he comido bastantes por hoy, y muy bien por cierto". 

Sobre si el caso de Miguel Grimal puede servir de efecto llamada para que otros se apunten a comer gratis en sus establecimientos, Kike Júlvez lo descarta: "No creo que este fenómeno vaya a más, porque hace falta tener muy poca vergüenza para ir a un restaurante y negarte a pagar. Entiendo que puede haber una necesidad, pero hay otros medios para que te den de comer".  

Respecto a si el colectivo de bares y restaurantes prevé tomar alguna medida para evitar los impagos de estos caraduras, Júlvez admite que no se puede hacer nada, como tampoco han podido tomar medidas cuando han sido víctimas de otros intentos de estafa. Así, recuerda que a principios de este año se recibían llamadas en bares, restaurantes y  comercios de una persona que se hacía pasar por representante de una empresa cliente y, utilizando datos veraces de los dueños de los establecimientos, se ganaba la confianza de los camareros o dependientes y pedían el ingreso de una determinada cantidad en un cajero de bitcoin. Desde la Policía Nacional se alertó de ello y recomendó no hacer caso a la llamada, colgar y ponerse en contacto con los encargados del negocio o con la persona que el estafador haya utilizado como garantía de la necesidad del pago, interponer denuncia y facilitar los datos aportados por los estafadores.

Otra fórmula que los amigos de lo ajeno emplean para tratar de estafar a los establecimientos es la de hacerse pasar por un operario que arregla o engrasa la persiana y luego pide una cantidad, 30, 40 o 50 euros, por el presunto trabajo. Un modus operandi similar es el que emplean quienes limpian los cristales exteriores y después piden dinero por ello.  

Ante estos otros tipos de estafa, Júlvez apunta que lo único que puede hacerse es alertar al personal, pedirles que se pongan en contacto con los propietarios y seguir la máxima de no dar en ningún caso dinero de la caja salvo cuando el dueño lo autorice expresamente.  

"Póngame un coñac y luego me paso a pagarlo"

A Reyes Híjar, propietaria del bar Tiko Teko, en el centro de Zaragoza, le suena de vista Miguel Grimal, pero no recuerda que se haya ido nunca sin pagar. "Eso no lo olvidaría", advierte. De hecho, sí que le vienen a la mente episodios que han protagonizado otros 'jetas', como un señor mayor, bien trajeado, que llegó a su establecimiento a primera hora de la tarde y contó una película que la camarera, Begoña, creyó a pies juntillas. "Me preguntó si había algún estanco cerca para comprar unos puros. Pidió un coñac y, mientras se lo tomaba, me contó que estaba de visita en casa de su hijo, pero que los nietos se habían puesto pesados y había decidido bajar a tomar un poco el aire. Me sonó todo muy creíble, en ningún momento desconfié de aquel hombre... pidió un segundo coñac, se lo tomó... y me dijo que iba a por los puros y enseguida volvía a pagar. Y si te he visto no me acuerdo", relata la empleada. Contó a Reyes lo sucedido y, al cabo de un tiempo, la propia dueña volvió a tropezar con la estratagema del mismo señor: "Pidió un coñac y, a la hora de pagar, me dijo que se había dejado en el coche la cartera, que volvía enseguida". 

"Me sonó todo muy creíble, en ningún momento desconfié de aquel hombre... pidió un segundo coñac, se lo tomó... y me dijo que iba a por los puros y enseguida volvía. Y si te he visto no me acuerdo"

Si aquella vez la propietaria del Tiko Teko no tuvo los reflejos suficientes para advertir que era el 'simpa' del coñac, sí los tuvo cuando meses después, en plenas fiestas del Pilar, cuando el mismo hombre volvió a acodarse en la barra de su bar y a pedir otro coñac sin despeinarse. "Entonces le dije que se lo pondría cuando me pagara ese y el anterior que me dejó a deber". Su reacción al ser descubierto fue darse el piro. 

Otra picaresca que suele darse en los mostradores de un bar es el del billete para el cambio. "Lo intentaron varias veces, pero coló", dice Reyes Híjar. El modus operandi es el siguiente: "Llega una mujer, pide un botellín de agua, paga con un billete de 5 euros y me dice que era de 20 euros. ¡Pero si acabo de abrir y no tenía ningún billete de esa cantidad en la caja, ni lo tengo ahora! Coge el agua y la vuelta de 5 euros y vete".   

También hay otros colectivos de servicio público que se ven afectados por los impagos por parte de los clientes. Uno de ellos es el del taxi. Según explicaba en HERALDO en febrero pasado Marco Navarro, abogado de la Asociación Provincial de Auto-Taxi, los delitos de estafa por impago de la carrera de un taxi van a más en los últimos tiempos. Así, si antes de la pandemia eran dos o tres los juicios por estafa mensuales, ahora ya hay entre cinco y diez en ese mismo periodo. Y de esas denuncias, explicaba el letrado, algunas acaban en acuerdo extrajudicial y otras, con sentencia condenatoria por delito leve de estafa. De hecho, recientemente metieron a una persona 30 días a prisión por no pagar la multa.

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