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De Venezuela a Zaragoza: "Todos sentimos añoranza de dejar nuestro país y angustia sobre el futuro"

Martha Lasprilla vive en la capital aragonesa desde hace cuatro años, pide que se agilicen más los trámites para que los que lleguen puedan encontrar cuanto antes un trabajo y evitar la economía sumergida.

Martha Lasprilla, venezolana en Zaragoza.
Martha Lasprilla, venezolana en Zaragoza.
Toni Galán

"Todo empieza poco a poco. Primero te enteras de que se va uno del país, que no conoces, luego otro y se va cerrando el círculo hasta que es un amigo o un familiar". Martha Lasprilla, colombiana de nacimiento, pero que creció en Venezuela, afirma que nunca pensó que tendría que dejarlo todo y marcharse de su casa, aunque fue su segunda vez porque de pequeña tuvo que salir también con su familia de su país de origen. Llegó a España en 2017 con su marido y cuatro hijos, aunque tardaron seis meses en agruparse por las dificultades para abandonar su país. 

Cree que hay sensaciones comunes cuando alguien tiene que huir de su patria, sea cual sea su nacionalidad, porque "todos sentimos añoranza de dejar nuestro país y angustia sobre el futuro, 'qué hago ahora'". En su caso, lo que hizo fue "reinventarse". Algo que también se ven obligados a hacer la mayoría de refugiados porque no pueden o tardan en convalidar sus titulaciones o en hacer valer su experiencia profesional. A su llegada a España participó en talleres de integración de la ONG Accem que colabora con el Gobierno central en la integración de refugiados.

De abogada a profesora de teatro

Ella y su marido eran abogados, asesores de empresas e incluso ella trabajó en la inspección de trabajo en su país. Nada de eso les sirvió a su llegada a España, donde vino porque ya tenía familia. Incluso les perjudicaba en algunas entrevistas de trabajo porque les decían que estaban "sobrecualificados" para los empleos a los que podían acceder sin titulación. "Tenía claro que no íbamos a ejercer y nos daba igual dónde trabajar, pero no nos daban el trabajo. La gente se asustaba al ver el currículum", afirma. "Todos los venezolanos venimos con la idea de que nos den una oportunidad para trabajar", asegura y, recalca que no buscan vivir de las ayudas.

Su experiencia laboral también incluía estudios de teatro y como directora de un grupo, por lo que buscó también oportunidades laborales en el ámbito de la cultura. Terminó recalando en Zaragoza en 2018 porque le atrajo la vida cultural de la ciudad, además de contar con tejido empresarial para buscar trabajo. 

Si embargo, no conocía nada de la ciudad. "Cuando llegué era el Día del Libro y vi en uno de los puestos un libro que hablaba del humor de Zaragoza. Pensé que si había un libro que hablaba de eso tenían que ser buena gente", recuerda. La acogida fue "increíble" y tienen "grandes amigos", asegura, pese a las dificultades de todos los comienzos. Lo más complicado, conseguir alquilar un piso, porque es necesario tener una nómina. "Por eso se opta por alquilar una habitación".

A las administraciones les pide más agilidad en los trámites de Extranjería. Entiende que son muchos solicitantes, por lo que cree que "falta personal". Lo ideal cree que sería que alguien a los seis meses de llegar ya tuviera su permiso de trabajo. "Antes tardaba todo un año", calcula. Con menos espera se puede evitar tener que acudir a la economía sumergida y "se pagan los impuestos que haya que pagar". El Gobierno ha anunciado refuerzos de personal administrativo estas semanas ante la llegada de personas desde Ucrania, que tienen que pasar primero por las oficinas de Extranjería de la Policía Nacional.

Martha lleva a cabo proyectos culturales desde el colectivo Llámalo H de la Harinera de San José, pertenece a la red cultural estatal REACC de agentes de cultura comunitaria y a la Asociación Civil Ibero Venezolana. (Asoiven). Prepara, entre otras, una obra tipo 'performance' sobre el impacto de la pandemia de covid en los zaragozanos. Con su marido abrió un bar, que iba a incluir actividades culturales, pero llegó la pandemia de covid y tuvieron que cerrarlo casi antes de empezar. Este bache tampoco les frenó.

"En Ucrania hay bombas y se justifica que haya hambre, pero en Venezuela hay bombas invisibles"

El éxodo de familias en Ucrania le recuerda a la huida de tantos de sus compatriotas, aunque en su caso no escapan de una guerra sino de un régimen político. "En Ucrania hay bombas y se justifica que haya hambre, pero en Venezuela hay bombas invisibles", compara. La situación de la población asegura que sigue siendo igual de precaria que cuando copaban titulares en los medios de comunicación y se llevaban a cabo campañas de solidaridad.

"La gente no tiene comida ni medicamentos. Hay mucha gente que sigue saliendo. Venezuela sigue siendo un caos", apunta, aunque reconoce que solo los que tienen medios económicos para hacerlo pueden llegar a España. "Es carísimo comprar un pasaje. Mucha gente tiene que vender su casa para venir", pone de ejemplo. El salario mínimo se sitúa en unos 29 dólares al mes. Muchos se quedan en los países cercanos. 

El idioma considera que facilita la integración, además de los vínculos entre ambos países. Venezuela fue uno de los destinos de la emigración española tras la Guerra Civil y durante la posguerra, en busca de oportunidades económicas. "Aprendí a hacer empanada gallega a los 12 años porque mi madrina es gallega", cuenta. De ahí que les resulte más fácil adaptarse. "Muchos venezolanos ya la sentimos nuestra casa", afirma sobre Zaragoza. 

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